La torer¨ªa excelsa, seg¨²n Urdiales
El torero riojano cort¨® tres orejas a un encastado lote de toros de Alcurruc¨¦m

Con Diego Urdiales ¨Cmuy querido en esta tierra¨C se hizo presente el aroma, la esencia, el clasicismo, las formas toreras, y esta era solo su tercera corrida de la temporada. Pero el toreo es un don y ¨¦l lo posee.
As¨ª lo expuso en un quite al segundo toro de la tarde. Ense?¨® Urdiales el capote con despaciosidad, y dibuj¨® tres ver¨®nicas pre?adas de suavidad y buen gusto. Como el misterio se guarda en frascos peque?os, una media de cartel, interminable como todo lo bueno, cerr¨® la breve e intensa sinfon¨ªa de toreo grande.
Y lo m¨¢s hondo, la partitura central, lleg¨® en el tercio final del tercer toro, manso en el caballo y fiero y encastado en muleta. Ah¨ª mostr¨® el torero riojano la prestancia y la hondura de su tauromaquia en muletazos largos por ambas manos, -en tandas cortas-, cargados de sentimiento y vibraci¨®n. Fue Urdiales la viva estampa de la naturalidad, cimiento del toreo grande, y as¨ª lo entendieron los tendidos que vivieron con emoci¨®n una faena incompleta, s¨ª, pero personal¨ªsima. Grandes fueron los trazos con la mano derecha, y hermosos y emotivos los hondos naturales. Es verdad que faltaron la conjunci¨®n, la seguridad y la serenidad que conceden la experiencia y el oficio, pero toda la faena fue un derroche de torer¨ªa.
Espantados los nervios, la obra de arte lleg¨® en el tercio de muleta del sexto, otro buen toro, de encastada nobleza, de m¨¢s calidad, si cabe, que el anterior; y con ¨¦l se desnud¨® Urdiales como torero. Inici¨® su labor andando hasta los medios con destellos de inspiraci¨®n, y se plant¨® ante el exigente toro rebosante de pundonor y empaque. Los derechazos fueron largos, sentidos, trazados con la cintura, y los naturales, dibujos imaginarios del m¨¢s puro arte de toreo. Fue una explosi¨®n de verdad, de calidad, de personalidad est¨¦tica¡ Fue un toreo de armon¨ªa y desgarro entre un toro de clase suprema y un torero de creativa inspiraci¨®n.
ALCURRUC?N/PONCE, EL JULI, URDIALES
Toros de Alcurruc¨¦n, -el quinto, devuelto-, bien presentados, mansos, sosos y descastados; encastados tercero y sexto. Dos sobreros del mismo hierro: el primero tambi¨¦n devuelto, y segundo, astifino y muy deslucido.
Enrique Ponce: pinchazo, metisaca, pinchazo, estocada _aviso_ (silencio); pinchazo _aviso_ pinchazo y un descabello (ovaci¨®n).
El Juli: estocada perpendicular (palmas); dos pinchazos y bajonazo _aviso_ (ovaci¨®n y algunas protestas).
Diego Urdiales: estocada tendida _aviso_ (oreja); pinchazo y estocada (dos orejas). Sali¨® a hombros.
Plaza de toros de Vistalegre. 25 de agosto. Octava corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada.
Fall¨® a la hora de matar, lo que no impidi¨® que el presidente asomara los dos pa?uelos porque as¨ª lo solicitaba el p¨²blico y porque en las mismas circunstancias -un pinchazo antes de la estocada- concedi¨® el mismo us¨ªa las dos orejas a Roca Rey el d¨ªa anterior.
Lo cierto es que Diego Urdiales alcanz¨® el sue?o inimaginable. Tercera corrida del a?o y triunfo gordo. A eso se le llama poseer el don del toreo.
Peor suerte tuvieron sus compa?eros de terna. Incansable e incombustible volvi¨® a mostrarse Enrique Ponce, capaz de torear a un armario, como era su primero, y de hacer una faena de nota al soso cuarto en un derroche de oficio. No fue el suyo toreo hondo, pero s¨ª muy efectivo, expresi¨®n de su contrastada maestr¨ªa.
El Juli no tuvo opciones con el parado tercero, y sud¨® tinta china ante el sobrero quinto, astifino, ¨¢spero y dificultoso en grado sumo. No le perdi¨® la cara el torero, aguant¨® el chaparr¨®n con dignidad, pero no pudo someter a su bronco oponente.
La tarde, no obstante fue de Urdiales, que encierra otro misterio: ?c¨®mo es posible que un torero as¨ª no est¨¦ anunciado en las principales ferias?
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