¡°La Iglesia ha secuestrado las catedrales¡±
Llamazares completa 10 a?os despu¨¦s su proyecto m¨¢s ambicioso: un viaje por las seos de Espa?a
Maxi es de la triple a: anarquista, ateo y del Atleti. Es un quiosquero cascarrabias del madrile?o barrio de Chamber¨ª; m¨¢s bien, era. El escritor Julio Llamazares le describe mientras se?ala una moto aparcada en la acera a poco m¨¢s de tres metros de su portal: ¡°Ah¨ª compraba el peri¨®dico todas las ma?anas, pero ya no est¨¢¡±. Enumera los quioscos que antes exist¨ªan en las inmediaciones; pierde la cuenta cuando lleva ocho o nueve, ahora hay dos o tres. Maxi es un personaje del nuevo libro del autor leon¨¦s, Las rosas del sur (Alfaguara), la continuaci¨®n de Las rosas de piedra (Alfaguara, 2008). Un recorrido en total por 75 catedrales espa?olas que tambi¨¦n son las protagonistas y la excusa para hacer de ¡°un tocho [1.300 p¨¢ginas] un libro de viajes¡±, explica.
Es martes, 4 de septiembre, y el autor recrea junto a EL PA?S el viaje a la catedral magistral de Alcal¨¢ de Henares (Madrid). La reproducci¨®n no puede ser exacta: no hay quiosquero, ni es festivo ¡ªen Las rosas del sur lo hizo durante un puente de mayo de hace nueve a?os¡ª, en el tr¨¢fico se nota que el agosto madrile?o ha acabado, pero no es hora punta y el camino se hace r¨¢pido, desde la puerta de Alcal¨¢ (en Madrid) a la puerta de Madrid (en Alcal¨¢), por la A-2, pasando bajo el avi¨®n de turno que sobrevuela la carretera a punto de aterrizar. Esto s¨ª es como en el volumen que se publica ahora y como cada vez que se transita por esa carretera por la zona del aeropuerto de Barajas. Llamazares habla durante todo el trayecto. Recuerda cuando empez¨® en la catedral de Santiago el 1 de septiembre de 2001. Su hijo ten¨ªa un a?o y ahora tiene 19. ¡°Era un ingenuo. Si comenzara hoy, no lo har¨ªa¡±, confiesa, consciente de la envergadura del proyecto: m¨¢s de 20.000 kil¨®metros, casi dos decadas, ocho o diez cuadernos manuscritos, 14 viajes.
Ya en Alcal¨¢, Llamazares camina hacia la catedral, en la plaza de los Santos Ni?os. Cualquiera que alce la mirada se encuentra con una de las t¨ªpicas estampas de la ciudad: decenas de nidos de cig¨¹e?as sobre las torres y tejados. En las calles, bulle la vida: unos chavales observan una brillante moto roja sobre la que est¨¢n comentando algo, dos se?ores sentados en un banco de piedra de la plaza hablan por tel¨¦fono con el manos libres. El edificio se levanta sobre el lugar donde en el siglo IV fueron degollados los patronos de la ciudad, los santos Justo y Pastor. Parece nuevo, y lo es. Fue quemado al comienzo de la Guerra Civil y toda la contienda estuvo abandonado, lo que conllev¨® su deterioro, la ca¨ªda de las cubiertas y la desaparici¨®n de obras de arte.
Enfrente de la fachada principal, con su portada del g¨®tico isabelino (principios del XVI), hay una cafeter¨ªa donde el viajante, as¨ª se denomina el autor de La lluvia amarilla, se toma un caf¨¦ y sigue narrando las mil y una aventuras y otros tantos descubrimientos que han supuesto estas rosas del sur. ¡°Las catedrales son las cajas negras de las ciudades; resumen su esencia, la contextualizan. Se podr¨ªan usar muchas met¨¢foras: libros de piedra¡ C¨®mo se explica que un municipio como El Burgo de Osma [Soria], con unos 5.000 habitantes, tenga esa grandiosa catedral y Madrid, ese pastiche reciente, inventado¡±. La Almudena, que el escritor considera la peor seo, es fruto de que la capital ha sido ¡°un pueblo sin importancia¡± durante largo tiempo.
Vacas de orde?o
En la magistral entra y sale gente; algunos solo se asoman. Los turistas no se distinguen de los alcala¨ªnos; parece que entre los visitantes de esta ciudad e iglesia no abunda la indumentaria que ayuda a diferenciar entre locales y forasteros. No ocurre lo mismo en Toledo, Sevilla o C¨®rdoba, donde ¡°es m¨¢s f¨¢cil ver a un japon¨¦s que a un cura¡±, explica sin cortapisas el viajante. Estas, por ejemplo, las considera ¡°vacas de orde?o¡±, sobre todo la Mezquita Catedral cordobesa: ¡°Parece que la catedral cay¨® del cielo y destrozaron la mezquita para meterla en medio¡±. El autor no hac¨ªa una visita convencional a las catedrales; pasaba un d¨ªa en cada una. Entraba, sal¨ªa, escudri?aba cada rinc¨®n, observaba los movimientos de quien la habitaba, le¨ªa los folletos... ¡°Aten?ao aos comboios. Pare, escute, olhe¡± (¡°Atenci¨®n al tren. Pare escuche, mire¡±), esta advertencia portuguesa ante los cruces de las v¨ªas ferroviarias resume el esp¨ªritu de Las rosas del sur (tambi¨¦n de las de piedra).
La entrada a la mezquita catedral cuesta 10 euros. Llamazares pregunt¨® si pod¨ªa entrar y salir las veces que quisiera; le contestaron que no, que tendr¨ªa que volver a pagar si repet¨ªa visita, aunque fuese el mismo d¨ªa. Tuvo que ir al cabildo para conseguir el salvoconducto. ¡°Est¨¢n deshabitadas, mecantilizadas, desacralizadas. No se ven can¨®nigos, sacerdotes, di¨¢conos, ni feligreses. La Iglesia ha secuestrado las catedrales, los obispos las han secuestrado¡±. Sabe que esto abre un debate, aunque no es el centro de su trabajo: ¡°Algunas son un chorreo de dinero, pero luego, para las restauraciones piden ayuda a las Administraciones¡±.
Recuerdos y primeras impresiones
El escritor Julio Llamazares cree que la catedral de Le¨®n fue la que le caus¨® la primera impresi¨®n al visitarla de ni?o con su padre: "Es un caleidoscopio, puro vidrio".
Baeza (Ja¨¦n): "Estuve a punto de quedarme encerrado en la torre. Ten¨ªa la obsesi¨®n de quedarme encerrado, c¨®mo aguantaba en ellas hasta el desalojo".
La Asunci¨®n de la Virgen, catedral de Ja¨¦n: "Pura luz, parece que flota".
Orihuela (Alicante): "Como la de Segorbe [Castell¨®n] y la de Mondo?edo [Lugo], era de las que m¨¢s me interesaban porque no las conoc¨ªa".
C¨¢diz: "Con una cripta gigantesca, donde est¨¢n enterrados [Manuel de] Falla y [Jos¨¦ Mar¨ªa] Pem¨¢n"
Mejorada del Campo (Madrid): "Que no es catedral; es un sue?o quijotesco".
La Laguna (Tenerife): "La ¨²nica de hormig¨®n".
Con la excusa de las catedrales, ha contado el contexto de las ciudades, de los barrios que las rodean y de si generan vida, o no, y de qu¨¦ tipo. Un t¨®tem informativo a la entrada de la magistral alcala¨ªna da pie a pensar que la magistral acoge todas las posibilidades: la oferta de audiogu¨ªas en distintos idiomas recuerda que es una atracci¨®n tur¨ªstica; el horario de misas deja claro que cumple su funci¨®n religiosa y la informaci¨®n sobre los ciclos de conciertos la convierten en un centro cultural. De ella destaca el autor su condici¨®n de magistral ¡ªsolo hay otra en Europa, la de Lovaina (B¨¦lgica)¡ª, ya que los sacerdotes del cabildo ten¨ªan que ser doctores en Teolog¨ªa por la Universidad Complutense ¡ªla fundada por el cardenal Cisneros, hoy, Universidad de Alcal¨¢ de Henares¡ª; c¨®mo qued¨® tras la guerra ¡ªhay im¨¢genes en el museo¡ª y las capillas inexistentes, que se derrumbaron. Unos trampantojos pintados en la pared intentan ahora paliar esa p¨¦rdida.
Y, sobre todo, lo que le lleva a sus recuerdos personales: ¡°Todo viaje es alrededor de uno mismo¡±. ?l fue monaguillo en Olleros de Sabero, el pueblo leon¨¦s de su infancia; Vegami¨¢n, donde naci¨® hace 63 a?os, qued¨® anegado por un pantano. Desde peque?o conoc¨ªa la historia de los santos ni?os, los patronos de Olleros, y, claro, esa piedra donde sufrieron el martirio Justo y Pastor era para ¨¦l parte de su esencia. Un trozo de su memoria en la cripta de la catedral alcala¨ªna. Mientras relata esta historia en ese lugar, entran dos ni?os a los que el viajante bautiza como Justo y Pastor. Otra mujer reza. No dice nada, pero se revuelve molesta ante el volumen de la conversaci¨®n.
Llamazares sale, pasea, firma por primera vez Las rosas del sur, en La Librer¨ªa de Javier. Se cruza con la gitana del romero que menciona en el volumen y que, en la ciudad natal de Cervantes, bien pudiera ser la abuela de la Gitanilla congelada en el tiempo. Como algunas catedrales.
Babelia
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