Antes del comisario Wallander
La traducci¨®n de la primera obra de Henning Mankell permite rastrear los or¨ªgenes literarios del autor que revolucion¨® el g¨¦nero negro
Henning Mankell (1948-2015) y el kriminalkommissar Kurt Wallander eran de la misma edad. A Wallander lo conocimos en los a?os noventa, cuando investigaba los cr¨ªmenes de Asesinos sin rostro y Los perros de Riga, e iniciaba un periodo de esplendor en la novela negra n¨®rdica. Si Wallander asume casi por costumbre la mentalidad socialdem¨®crata de su generaci¨®n, Mankell parece m¨¢s a la izquierda. A principios de los a?os setenta andaba por Noruega, colaboraba en las actividades de la mujer, mao¨ªsta, con la que entonces viv¨ªa, y participaba en manifestaciones contra la intervenci¨®n americana en Vietnam. El polic¨ªa novato Wallander cargaba en Estocolmo contra los manifestantes. Mankell cuenta que escribi¨® su primera novela, El hombre de la dinamita, en Oslo, en 1972, en una habitaci¨®n desde la que ve¨ªa las concentraciones ante la Embajada de Estados Unidos. Fue, dice, una ¨¦poca euf¨®rica, en la que todo a¨²n era posible, incluso el fin de los imperialismos.
La leyenda lo imagina huyendo del colegio a los 16 a?os, grumete en un barco, sesentayochista en Par¨ªs. En 1970 se buscaba la vida en Suecia como periodista y dramaturgo. Lo que gan¨® con El hombre de la dinamita le permiti¨® dedicarse al teatro con cierta tranquilidad. Acab¨® en ?frica, donde los triunfos del comisario Wallander le permitir¨ªan fundar su propio teatro en Mozambique. En la primavera de 2010 viajaba en uno de los barcos que intent¨® romper el bloqueo a Gaza, pero no estuvo entre los nueve que murieron en el ataque de la Marina israel¨ª. Le quedaban cinco a?os de vida.
Wallender y Mankell compart¨ªan una sensaci¨®n: les resultaba inc¨®moda la Suecia contempor¨¢nea. ?Por qu¨¦ todo va a peor?, se preguntaba un desorientado Wallander en La quinta mujer (1996). ?C¨®mo se puede ser polic¨ªa cuando nada tiene sentido? (Los perros de Riga, 1992). Mankell confiesa escribir para hacer el mundo m¨¢s comprensible. Tanto el polic¨ªa como el escritor saben que ya no viven en la Suecia de posguerra, Estado de bienestar mod¨¦lico, v¨ªa intermedia entre Estados Unidos y la URSS. Disuelta la Uni¨®n Sovi¨¦tica, va calando eso que llaman neoliberalismo. El igualitarismo pasa de moda. Se privatizan los servicios del Estado. Bajan los impuestos y crece la desigualdad. Suecia se llena de ¡°pistas de aterrizaje en las que todas las noches descargan droga e inmigrantes ilegales¡±, se o¨ªa en Asesinos sin rostro, la primera aventura de Wallander, de 1991. Los medios insist¨ªan en la peligrosa inmigraci¨®n, en la presencia de una criminalidad nueva y brutal, psic¨®tica.
El escritor y su personaje compart¨ªan una sensaci¨®n: les resultaba inc¨®moda la Suecia contempor¨¢nea: todo va a peor
Mankell proyecta su visi¨®n sobre sus personajes principales. En La quinta mujer, un veterano colega de Wallander localizaba los males de la nueva Suecia en el viejo Estado de bienestar, ¡°lodazal camuflado¡±, inconsistente. ¡°La podredumbre estaba en los fundamentos¡±. De tales fundamentos trata El hombre de la dinamita, aparecida en 1973. Cuando en 1997 Mankell volvi¨® a publicar su primera novela le a?adi¨® un m¨ªnimo balance de lo sucedido entre las dos fechas: ¡°Ha ca¨ªdo alg¨²n imperio¡ Han ca¨ªdo algunos muros y se han levantado otros¡ Pero los pobres se han vuelto m¨¢s pobres. Suecia ha pasado de un intento decente de construir una sociedad a un saqueo social¡±. Y aclaraba: El hombre de la dinamita sigue vigente.
No se ocupa de cr¨ªmenes la primera novela de Mankell, pero s¨ª de un hecho de sangre: hay un cuerpo herido, emblema de una situaci¨®n social, como lo es el crimen en las novelas de Wallender. Al dinamitero Oskar Johansson, de 23 a?os, un d¨ªa de junio de 1911 le estalla la carga destinada a abrir un t¨²nel para el ferrocarril. Los peri¨®dicos difunden la terrible muerte del dinamitero, que, sin embargo, ha sobrevivido sin un ojo, sin pelo, con medio pene, sin la mano derecha. En la izquierda le reconstruyen lo que queda de un pulgar y un ¨ªndice deformes. Johansson sigue trabajando en la dinamita hasta que se jubila en 1954. Morir¨¢ en 1969.
Dos narradores hablan de la vida del dinamitero: un joven an¨®nimo que comparte el verano con el viejo Oskar Johansson, y el propio Johansson, poco propicio a tratar de s¨ª mismo. El viejo, viudo, pasa los meses m¨¢s templados en una sauna en desuso que le compr¨® al Ej¨¦rcito, seis metros cuadrados en un islote. Hace solitarios, oye la radio, pesca y recuerda con su joven amigo. El joven habla en presente. El viejo habla en un pasado-presente imborrable, hist¨®rico, perpetuo: el momento en que su novia y ¨¦l se cogen de la mano; el d¨ªa en que unos ni?atos, estudiantes bien trajeados, de domingo, los empujan fuera de la acera, dirigidos por un hijo del due?o de la casa en la que sirve la muchacha. Johansson recuerda: ¡°Dinamitero de mierda, trabajador asqueroso, chusma¡±.
La ¨®ptica del narrador joven no es pol¨¦mica: responde a un examen emp¨¢ticamente objetivo, si se puede decir as¨ª. Sus notas (entre una l¨ªnea y, una vez, cinco p¨¢ginas: concisi¨®n y contundencia) recogen esencialmente gestos de todos los d¨ªas. Johansson rememora lo anodino, alega mala memoria, responde con evasivas, menciona una revoluci¨®n que caer¨¢ por su peso. Se describe como presente en el mundo, nunca participante, pero s¨ª activo en un proceso pol¨ªtico universal: la historia de los trabajadores. La pobre vida privada no forma parte de la gran historia. El narrador joven intenta o¨ªr lo que calla el viejo.
Y hay algo m¨¢s al fondo de este admirable Hombre de la dinamita: la percepci¨®n del deterioro progresivo del h¨¦roe, que envejece d¨ªa a d¨ªa y tiene miedo a morirse. Es un tema esencial en Mankell: tambi¨¦n Wallander, como si acompa?ara al desguace del Estado de bienestar, se sent¨ªa cada vez m¨¢s descuidado, peor alimentado, m¨¢s enfermo, m¨¢s solo.
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Autor:?Henning Mankell (traducci¨®n de Carmen Montes).
Editorial: Tusquets?(2018).
Formato: tapa blanda y versi¨®n Kindle (240 p¨¢ginas).
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