La democracia menguante
El pluralismo pol¨ªtico como forma de gobierno sufre la amenaza de la desigualdad, la xenofobia y las redes sociales
En menos de 30 a?os la democracia liberal ha pasado de ser un bien universal a un sistema en recesi¨®n. Incluso en pa¨ªses como Estados Unidos, Reino Unido, Suecia o Australia, grandes minor¨ªas la consideran como una alternativa m¨¢s, y no necesariamente la mejor. La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn en 1989 fue saludada como el final de la historia: la democracia se hab¨ªa impuesto a cualquier otra forma de gobierno. Algunos acad¨¦micos consideran hoy que Europa Central (y no solo) estar¨ªa viviendo el reverso de aquel tiempo. Y la llegada de Trump a la presidencia de EE?UU ha disparado todas las alarmas. Las democracias ya no caen por golpes militares, sino a trav¨¦s del voto. Nacen as¨ª lo que los acad¨¦micos han venido a llamar democracias iliberales, que con frecuencia derivan en dictaduras.
Dos libros recientes analizan estos hechos: C¨®mo mueren las democracias (Ariel), de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, y El pueblo contra la democracia (Paid¨®s), de Yascha Mounk. El primero se centra en el fen¨®meno Trump, en el contexto de una historia nacional que ya tuvo hace un siglo el precedente de Henry Ford, el m¨¢s notorio antisemita de su ¨¦poca y el ¨²nico norteamericano citado por Hitler en el Mein Kampf, al que la c¨²pula del Partido Dem¨®crata excluy¨® de la carrera presidencial. En su distop¨ªa La conjura contra Am¨¦rica, Phillip Roth lo convirti¨® en uno de los hombres fuertes de la presidencia pronazi de Charles Lindbergh.
Juan Jos¨¦ Linz formul¨® en 1978 (La quiebra de las democracias) cuatro se?ales de alerta para determinar el car¨¢cter autoritario de un l¨ªder: rechazo de las reglas de juego democr¨¢ticas, negaci¨®n de legitimidad a los oponentes, tolerancia o aliento de la violencia y voluntad de restringir las libertades civiles de sus adversarios. A juicio de Levitsky y Ziblatt, Trump da positivo en las cuatro pruebas. Hace un siglo, el aparato dem¨®crata cerr¨® el paso a Ford. La normativa de primarias obligatorias introducida en 1972 como un avance democr¨¢tico impidi¨® a los republicanos hacer lo propio con Trump en 2016.
Los populismos de distinto signo comparten su tendencia a convertir la disputa electoral en un campo de batalla donde el adversario se convierte en un enemigo que debe ser destruido, por su condici¨®n de traidor a la naci¨®n. El l¨ªder reclama para s¨ª el monopolio moral de la representaci¨®n frente a rivales a los que acusa de recurrir al fraude masivo en las urnas. Apenas un muestrario de los cargos que Trump enunci¨® contra Hillary Clinton durante la campa?a y nada distinto de lo que hicieron en su d¨ªa Putin, Ch¨¢vez o Erdogan con sus oponentes. La lista puede ampliarse en tiempos m¨¢s recientes a Polonia, Hungr¨ªa, India, Filipinas, sin olvidar la presencia populista en el n¨²cleo duro de los Gobiernos de Italia y Austria.
Las primarias obligatorias impidieron cerrar el paso a Trump como hicieron los dem¨®cratas con Ford
Mounk destaca tres causas que han confluido en la p¨¦rdida de prestigio de la democracia: la ruptura del papel dominante de los medios de comunicaci¨®n, que limitaban la difusi¨®n de ideas extremas y creaban un espacio de valores compartido; el estancamiento de la econom¨ªa familiar durante los ¨²ltimos treinta a?os despu¨¦s de varias d¨¦cadas de crecimiento acelerado; la creciente hostilidad de los sectores m¨¢s desfavorecidos hacia inmigrantes de otros grupos ¨¦tnicos o religiosos a los que acusan de su pobreza.
El riesgo de p¨¦rdida de identidad se invoca incluso en pa¨ªses como Polonia o Hungr¨ªa, con ¨ªndices muy bajos de inmigraci¨®n. Resulta llamativo que Trump obtuviera su mayor ventaja en el voto blanco en condados del interior con muy escasa poblaci¨®n negra o latina, mientras se produjo un mayor equilibrio en las grandes ciudades como Nueva York o Los ?ngeles, donde la convivencia multirracial est¨¢ a la orden del d¨ªa. A juicio de Mounk, la democracia tiene dificultades de convivencia con la diversidad ¨¦tnica. La guerra de Secesi¨®n puso fin a la esclavitud pero no otorg¨® derechos pol¨ªticos efectivos a los negros. Los dem¨®cratas de los Estados confederados les privaron del voto mediante impuestos que no pod¨ªan pagar o pruebas de alfabetizaci¨®n insuperables. Habr¨ªa de pasar un siglo hasta recuperar sus derechos civiles.
El compromiso con la democracia est¨¢ vinculado a juicio de estos autores a una expectativa de mejora econ¨®mica y no es ese el caso hoy d¨ªa. Hace medio siglo, cada generaci¨®n duplicaba el bienestar alcanzado por sus padres. En los ¨²ltimos treinta a?os se ha producido un estancamiento con el que prometen acabar los populistas de cualquier signo: la soluci¨®n es f¨¢cil, dicen, si no la aplican es porque est¨¢n sometidos a intereses ajenos al pueblo. En este estado de cosas es dif¨ªcil que la salvaci¨®n venga de los j¨®venes, cuyas perspectivas empeoran cada d¨ªa. Menos de un tercio de los millenials (nacidos despu¨¦s de 1980) norteamericanos considera muy importante vivir en democracia y uno de cada cuatro cree que es una mala forma de gobierno. En pa¨ªses de larga data democr¨¢tica gana adeptos la conveniencia de un ¡°l¨ªder fuerte¡± que aplique esas soluciones simples sin someterse al control de la oposici¨®n.
Las dos obras coinciden en se?alar a las redes sociales como la madre de todos los populismos. Una tecnolog¨ªa virtualmente liberadora (Larry Diamond) ha roto en a?icos el espacio de debate p¨²blico y se ha convertido en incontrolable plataforma de ideolog¨ªas del odio y falsedades. Las fake news no nacieron con las redes; la segunda guerra de Irak fue previa a Twitter o Facebook y se mont¨® sobre un c¨²mulo de mentiras.
Las redes han multiplicado hasta el infinito el tr¨¢fico de informaci¨®n falsa en todas las plazas del mundo utilizando los bots con extraordinaria eficiencia. Ninguno de los autores se atreve a se?alar c¨®mo combatir con eficacia a este genio que ha escapado de la l¨¢mpara. Este nuevo escenario planetario de la libertad no puede ser regulado por los directivos de las redes ni por las autoridades pol¨ªticas. Pero qu¨¦ pasa con los robots al uso, ?tienen tambi¨¦n derecho a la libertad de expresi¨®n? Nadie duda de que esa batalla seguir¨¢ libr¨¢ndose en las redes. El problema es que los j¨®venes que deb¨ªan darla tienen una fe menguante en la democracia.
C¨®mo mueren las democracias. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Traducci¨®n de Gemma Dez Ariel, 2018. 336 p¨¢ginas. 22,90 euros
El pueblo contra la democracia. Yascha Mounk. Traducci¨®n de Albino Santos Paid¨®s, 2018. 416 p¨¢ginas. 22,80 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.