La ant¨ªtesis del toro bravo

La bravura, seg¨²n el diccionario de la Real Academia de la Lengua Espa?ola, es la ¡°agresividad natural de ciertos animales¡±. Se entiende, por tanto, que el toro bravo es aquel que posee agresividad. Agresividad, casta, codicia, nobleza¡­ Todo este conjunto de virtudes -y algunas m¨¢s- son las que convierten en bravos a estos animales. Sin embargo, los taurinos, aquellos responsables del curso de la fiesta, se han olvidado de todas estas condiciones creando un toro ¨²nicamente noble.

Un toro noble, pronto, fijo, con calidad, pero sin un ¨¢pice de casta, exigencia, agresividad o fiereza. Solo las llamadas ganader¨ªas duras o toristas conservan ese tipo de astado, el que deber¨ªa ser siempre piedra angular de la tauromaquia. Despojado de su condici¨®n de bravo, el toro actual, el que se lidia la mayor¨ªa de tardes, ese que exigen las llamadas figuras, se ha convertido en un triste figurante, un necesario colaborador del torero, que no emociona ni impone respeto.

Y, as¨ª, pasa lo que pasa. Los aficionados, hartos de tanto aburrimiento, han abandonado las plazas. En su lugar, un p¨²blico ocasional y orejero ocupa -y cada vez menos- los tendidos de las distintas plazas. Una de ellas es Albacete que, a pesar de todo y de forma milagrosa, sigue gozando de buena salud. Pero todo tiene un l¨ªmite y llegar¨¢ el d¨ªa en el que, como el resto, deje de llenarse. Sobre todo si abundan tardes tan insufribles como la ¨²ltima de la feria de este 2018.

Otra corrida de figuras en la que se lidi¨® un insoportable encierro de Juan Pedro Domecq con el hierro de Parlad¨¦. ?Qu¨¦ descaste, Dios m¨ªo! Los seis animales que se lidiaron, de perfectas hechuras, tuvieron el mismo comportamiento: todos salieron de toriles picados, con las fuerzas muy justas; tras el simulacro de la suerte de varas, todos, abrieron la boca y ya no la cerraron hasta que les dieron matarile; todos desbordaron nobleza, pero no tuvieron un ¨¢pice de casta ni transmisi¨®n. Ah, y al contrario que todo toro bravo que se precie, no se crecieron ante el castigo y fueron a m¨¢s, sino manifiestamente a menos, acabando muertos en vida.

El toro moderno, el artista, el que dicen que embiste. Una pantomima. Y, frente a ellos, tres supuestas figuras del toreo. Lo m¨ªnimo, teniendo en cuenta los benditos que tuvieron delante, habr¨ªa sido bordar el toreo de verdad, pero ni con esas. S¨®lo Alejandro Talavante, ausente de la mayor¨ªa de ferias pese a su triunfo en Madrid, dej¨® detalles de su incuestionable personalidad. Entregado e inspirado con capote y muleta, firm¨® dos faenas incompletas, pero que contaron con chispazos de genialidad.

Con un farol y un pu?ado de largas salud¨® a su primero, un precioso sardo carente de belleza interior. De rodillas y mirando al tendido empez¨® Talavante un trasteo irregular en el que ejecut¨® el toreo con gran verticalidad y naturalidad. Aunque a veces cit¨® al hilo del pit¨®n, al menos, remat¨® los muletazos atr¨¢s, en la cadera. Los pases de pecho, abandonados e infinitos, pusieron a la gente en pie. Una oreja tras bajonazo a la que sum¨® otra del manso sexto, inv¨¢lido y rajado.

Muy diferentes fueron las actuaciones de sus dos compa?eros. Tanto El Juli como Miguel ?ngel Perera demostraron, una vez m¨¢s, que son los reyes del destoreo. Pese a la extrema bondad de sus ¡®enemigos¡¯, ambos rehusaron cargar la suerte una sola vez. Ni por equivocaci¨®n. ?Qu¨¦ forma de retorcerse y retrasar la pierna contraria para ligar los redondos y naturales! ?Qu¨¦ manera de citar fuera de cacho y despedir las embestidas a la lejan¨ªa! A¨²n as¨ª les aplaudieron y, tras un ¡®arrim¨®n¡¯ ante un borrego moribundo, a Perera le dieron una oreja. ?Y le pidieron la segunda!