?Es Ashley Nicolette Frangipane la nueva Madonna?
La joven gran diva neoyorquina exhibe un gran magnetismo esc¨¦nico, pero el cetro de la Ciccone a¨²n le queda a a?os luz
?La nueva Madonna? Cualquier artista de nuevo cu?o vender¨ªa su alma porque el mundo validara semejante definici¨®n, pero los milagros no acontecen con tanta frecuencia. Y a¨²n no podemos acreditarlos, sinceramente, en el caso de la neoyorquina Halsey, cuyo debut madrile?o se aguardaba este lunes en La Riviera con absoluta avidez y el papel agotado desde muchas semanas atr¨¢s.
Es adorable, pero le falta el peque?o detalle de las canciones.
Ashley Nicolette Frangipane demostr¨® andar sobrada de magnetismo y coraje, encontrarse en condiciones de competir con cualquiera en cuanto a embrujo y temperamento. Y no, no es f¨¢cil suscitar a los 23 a?os una adhesi¨®n tan inquebrantable como la evidenciada aqu¨ª, con un griter¨ªo ininterrumpido durante 84 minutos y la inmensa mayor¨ªa de la audiencia desga?it¨¢ndose con cada verso de un repertorio que amenizar¨ªa las clases de cualquier academia de ingl¨¦s. Pero la Ciccone no transigir¨ªa, ni siquiera en sus a?os m¨¢s biso?os, con un cancionero tan reiterativo como el de Halsey; tan ajustado siempre al mismo patr¨®n (esos estribillos ascendentes e id¨¦nticos) como en una academia de corte y confecci¨®n de bajo coste.
Halsey es, eso s¨ª, arrolladora. Desarrolla un vigor y arrojo que encaja a la perfecci¨®n con eso que ahora se llama empoderamiento, un t¨¦rmino seguramente bastante menos hermoso que la realidad descrita. Nuestra hero¨ªna demuestra tanta capacidad de seducci¨®n ("aunque no est¨¦ aqu¨ª, es como si estuviera") como de vulnerabilidad. Por eso se muestra horrorizada por encontrarse (ejem) a un suspiro de cumplir los 24 o nos pregunta si alguna vez nos sentimos "tristes, vulnerables o atemorizados". Es adorable, pero le falta el peque?o detalle de las canciones. Y, ya puestos a pedir, el de los m¨²sicos: tiene algo de grotesco presentar como "mi incre¨ªble banda" a un teclista y un bater¨ªa, relegados cada uno en un extremo del escenario como criaturas desamparadas.
Inalcanzable por ahora el cetro de la Ambici¨®n Rubia, la divisi¨®n que ocupan Chvrches o Lana del Rey parece, a d¨ªa de hoy, el objetivo m¨¢s razonable para Frangipane. Que canta con tanta clase como linealidad y que, a falta de mayores recursos esc¨¦nicos, se conforma con una escalinata de la que brotan cascadas de hielo l¨ªquido y con la puntual irrupci¨®n de una bailarina mulata y de escueta cabellera dorada. 1.500 almas saltaron como si les fuera en ello la vida durante Castle o alzaban los brazos hasta acariciar el cielo con Heaven in Hiding. El gran himno LGTBI de la temporada, Strangers, se descorcha quiz¨¢ demasiado pronto, pero sirvi¨® para una coreograf¨ªa bella y sinuosa en la que danzarina y cantante rozan los labios. A muy escasos mil¨ªmetros, que habr¨ªa dicho el one hit wonder televisivo aquel.
Lo mejor, en esta exhibici¨®n de poder¨ªo, es constatar la presencia de un p¨²blico de neta y fabulosa mayor¨ªa femenina, con abundantes chicas que achuchaban a chicas, chicos que les dedicaban caranto?as a otros muchachos, desembarco en el escenario de media docena de espectadores durante Hold me down e importantes desembolsos en tinte capilar. Fue, definitivamente, una noche negra para eso que dicen del heteropatriarcado. Pero el sue?o de Madonna Louise Veronica Ciccone no se alter¨® ni un poquito. Aunque Halsey bien podr¨ªa ser su hija, de momento se encuentra muy lejos de aspirar al trono.
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