Los duros comienzos del espa?ol, ¡°un franc¨¦s mal hablado¡±, en China
La demanda de ense?anza en castellano crece en el pa¨ªs asi¨¢tico y entra en el bachillerato, con la memoria de sus precarios comienzos La RAE abre hoy un centro en la Universidad de Shangh¨¢i
Pablo Neruda visitaba Pek¨ªn en los a?os 50 y las autoridades chinas quer¨ªan homenajear al poeta y camarada miembro del Partido Comunista chileno. Su traductor le llev¨® al zoo: ¡°hay este animal¡ un cerdo muy grande. Muy, muy grande¡±. Intrigado, el que ser¨ªa premio Nobel de Literatura en 1971 acept¨®. Al llegar a la jaula, el autor de Veinte Poemas de Amor y Una Canci¨®n Desesperada se volvi¨® decepcionado hacia su acompa?ante: ¡°?Tonto! ?Es un elefante!¡±.
Hoy d¨ªa, el espa?ol goza de excelente salud en el pa¨ªs. Aproximadamente 40.000 alumnos lo estudian en todos los niveles educativos, incluidas 120 universidades, y en dos centros del Instituto Cervantes. El Gobierno chino ha anunciado este a?o que se podr¨¢ elegir como lengua extranjera en el Bachillerato, algo que ¡ªesperan los expertos¡ª contribuir¨¢ a aumentar a¨²n m¨¢s el inter¨¦s por el espa?ol en un pa¨ªs con 1.390 millones de habitantes. Prueba de todo ello es la apertura hoy de un centro de la Real Academia Espa?a en la Universidad de Estudios Internacionales de Shangh¨¢i, para impulsar el espa?ol en el Bachillerato, con la presencia de su director, Dar¨ªo Villanueva.
¡°El espa?ol es, cada vez m¨¢s, percibido como una lengua internacional, que abre puertas al mundo de los negocios. Espa?a y otros pa¨ªses de habla hispana son cada vez m¨¢s conocidos, y apreciados, en China, lo que puede contribuir a un inter¨¦s creciente por la lengua espa?ola¡±, asegura Gisela Conde, consejera de Educaci¨®n de la Embajada espa?ola en Pek¨ªn.
No siempre fue as¨ª. Los comienzos de su ense?anza reglada, hace 65 a?os, fueron extraordinariamente precarios.
En 1952, el reci¨¦n instaurado gobierno comunista acog¨ªa el Congreso por la Paz de Asia y la regi¨®n del Pac¨ªfico. Un encuentro al que asistir¨ªan centenares de delegados y que Pek¨ªn consideraba clave para sus relaciones internacionales. Con consternaci¨®n, las autoridades se dieron cuenta de que no hab¨ªa nadie ¡ªabsolutamente nadie¡ª que hablara una palabra de espa?ol para hacerse cargo de los representantes latinoamericanos a punto de llegar: los diplom¨¢ticos del antiguo r¨¦gimen nacionalista que lo hablaban hab¨ªan seguido a Chiang Kai-shek a Taiw¨¢n. Una b¨²squeda por todo el pa¨ªs dio con Meng Fu, un diplom¨¢tico retirado que, durante un destino en Chile, hab¨ªa aprendido algunas expresiones b¨¢sicas y que ahora se encontraba en provincias, trabajando con la Comisi¨®n Agr¨ªcola. De la noche a la ma?ana, Meng qued¨® nombrado decano de estudios espa?oles y encargado de formar a marchas forzadas a una docena de estudiantes que pudieran ayudar a los visitantes de Am¨¦rica Latina.
Chen Chulan estaba entre aquellos alumnos. Esta profesora de gran vitalidad y enorme sonrisa a sus 84 a?os era entonces una estudiante de ¨²ltimo curso de Filolog¨ªa francesa, a punto de licenciarse. ¡°Me escogieron porque el franc¨¦s es parecido al espa?ol¡ Meng nos reuni¨® y nos dijo: ¡®el espa?ol no es dif¨ªcil. Solo es un franc¨¦s mal hablado¡¯¡±.
¡°Ten¨ªa cierta raz¨®n: aprendimos con facilidad. A la media hora ya sab¨ªamos pronunciar¡±, recuerda. ¡°Nos lo tomamos con mucha responsabilidad. Todas las esperanzas de China depositadas en nosotros, ?madre m¨ªa! Tuvimos que asimilar 500 palabras b¨¢sicas en 15 d¨ªas. Estudiamos d¨ªa y noche y nos examin¨¢bamos mutuamente. Todos aprobamos¡±, cuenta orgullosa, en una reciente entrevista en su domicilio pekin¨¦s.
Al a?o siguiente se constituyeron formalmente los primeros estudios de espa?ol en China, en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Pek¨ªn, con Meng como decano y la aventajada Chen, reclutada como profesora auxiliar. ¡°No ten¨ªamos nada¡±, recuerda divertida esta pionera de la ense?anza de la lengua de Cervantes en China. Meng rellenaba a mano cuartillas con vocabulario y algunas reglas b¨¢sicas, que se mimeografiaban y se repart¨ªan como objetos preciosos. Un venerable diccionario canton¨¦s-castellano serv¨ªa para aprender nuevas palabras. Los profesores, Meng y su ayudante autodidacta Chen Yongyi, iban aumentando su dominio del idioma junto con los alumnos.
La situaci¨®n empez¨® a cambiar a partir del a?o 1960, tras el triunfo de la revoluci¨®n castrista en Cuba
¡°Meng no sab¨ªa mucho. Pregunt¨¢bamos, ?por qu¨¦ se dice aqu¨ª ¡®este¡¯ y no ¡®esta¡¯? ?Por qu¨¦ hay dos modos distintos para el imperfecto de subjuntivo? ¡®?Ni idea! ?Os he dicho que no sirvo para esto!¡¯, dec¨ªa, y amenazaba con dimitir. Pero ¨¦ramos comprensivos, y procur¨¢bamos no preguntar mucho¡±, recuerda Chen sobre unos tiempos en los que fue r¨¢pidamente promovida a profesora titular. Y en los que ¡ªevoca divertida¡ª el vocabulario del int¨¦rprete de Neruda no llegaba a la palabra ¡°elefante¡±.
Una de las principales fuentes del saber en aquellos a?os la aportaron publicaciones sovi¨¦ticas en espa?ol. ¡°Las estudi¨¢bamos por nuestra cuenta. Pero el vocabulario era poco pr¨¢ctico, imagina, sovi¨¦tico¡ Aprendimos palabras como koljoz o estalinismo, uno de nuestros libros era la ¡®Historia del Partido Bolchevique¡¯ en mandar¨ªn y espa?ol¡±.
Recuerdos similares los comparte el catedr¨¢tico Dong Yansheng, traductor al chino del Quijote y uno de los primeros alumnos de Chen. ¡°Ni libros ten¨ªamos¡±, rememora este erudito de 81 a?os; ¡°cada semana nos daban unas hojas mimeografiadas con textos copiados de textos rusos. A veces, si hab¨ªan puesto demasiado tinta, la hoja sal¨ªa toda negra; otras, estaba borrosa. La biblioteca era una miseria, algunas obras de Cervantes, Gald¨®s, Blasco Ib¨¢?ez, Horacio Quiroga, C¨¦sar Vallejo¡ Los libros en espa?ol no llenaban 2 ¨® 3 estanter¨ªas¡±.
Dong dedica un recuerdo especial a ¡°mi profesora¡± Mar¨ªa Lecea, llegada de Rusia en 1955 y que desempe?¨® un papel muy importante en la formaci¨®n de aquellas primeras generaciones de hispanistas. Sus grabaciones de canciones populares espa?olas, que los alumnos pod¨ªan escuchar en un ¨²nico y gigantesco reproductor, a¨²n permanecen en la memoria de sus estudiantes.
La situaci¨®n empez¨® a cambiar a partir del a?o 1960, tras el triunfo de la revoluci¨®n castrista en Cuba. Las relaciones entre los dos pa¨ªses supusieron la llegada de los primeros intercambios de estudiantes y profesores, y una mejora de los materiales did¨¢cticos. Aunque Chen tuvo que esperar hasta los a?os ochenta para poder practicar su castellano en un pa¨ªs de lengua nativa, en Espa?a: durante la guerra civil entre nacionalistas y comunistas, su padre se hab¨ªa llevado a la familia a Vietnam y, aunque regresaron para ponerse al servicio del r¨¦gimen mao¨ªsta, ella fue percibida durante d¨¦cadas como ¡°posible esp¨ªa¡±, cuenta esta mujer que incluye orgullosa entre sus alumnos a ¡°cuarenta embajadores, cuarenta catedr¨¢ticos, cinco viceministros y un ministro¡±.
El espa?ol sigui¨® su curso. A la Universidad de Lenguas Extranjeras se sumaron otras, en Pek¨ªn y Shangh¨¢i, para formar a traductores y diplom¨¢ticos hasta la interrupci¨®n durante la Revoluci¨®n Cultural (1966-1976), cuando los centros de estudios dejaron de funcionar. ¡°Cada d¨ªa intentaba practicar el espa?ol una hora o dos, para mantenerlo¡±, recuerda Dong de aquella etapa oscura de la Historia china.
El establecimiento de relaciones con Espa?a y pa¨ªses latinoamericanos durante los a?os 70, y la llegada de expertos nativos, revolucionar¨ªa aquellos estudios.
Pocos contribuyeron tanto a ello como, entre otros, la pareja formada por el escritor Juan Morillo y su esposa, Georgina Cabrera, venidos a Pek¨ªn a finales de los 70 para dar clases en la Universidad de Lenguas Extranjeras y que formaron a centenares de alumnos antes de abandonar definitivamente la capital china este a?o.
¡°Al llegar nos encontramos un sistema eficiente, pero que utilizaba un tono muy acad¨¦mico. Se ense?aba un espa?ol muy formalizado, con mucho rigor en la gram¨¢tica¡±, rememora Morillo. ¡°Un d¨ªa cont¨¦ un chiste en clase y nadie se rio. ¡®Profesor, es que usted no nos ha dicho cu¨¢l es el sujeto¡¯, me contestaron los alumnos cuando pregunt¨¦ por qu¨¦¡±, apunta el docente, actualmente instalado junto con Cabrera en Madrid.
Ambos introdujeron m¨¦todos modernos, basados en la pr¨¢ctica en situaciones reales, en textos literarios, en pel¨ªculas, esquivando la censura y las diferencias culturales. A trav¨¦s de la prensa que facilitaban las embajadas a?adieron a su material art¨ªculos period¨ªsticos originales, algo que en la China de aquella ¨¦poca fue toda una innovaci¨®n. ¡°Quer¨ªamos dar a los alumnos una formaci¨®n integral de lo que es el espa?ol: historia, periodismo, cine, que se acostumbraran a los distintos acentos, que tuvieran experiencia del habla coloquial¡±, dice Cabrera.
Analizando La Colmena, de Camilo Jos¨¦ Cela, la pareja de profesores se dio cuenta de que sus alumnos no pod¨ªan seguir bien el argumento porque no ten¨ªan noci¨®n de lo que era un caf¨¦. ¡°Organizamos el Caf¨¦ del Jueves, reuniones informales donde nos reun¨ªamos alumnos y profesores para charlar de todo. Tambi¨¦n organizamos obras de teatro¡±, agrega Cabrera. Cosas que no se hab¨ªan intentado hasta entonces. ¡°Hab¨ªa un gran entusiasmo por aprender. Los alumnos nos empujaban¡±, recuerda.
Aquellos tiempos han quedado ya muy atr¨¢s. La apertura iniciada por Deng Xiaoping facilit¨® el desarrollo econ¨®mico de China y el inicio de intensos intercambios comerciales que no han dejado de crecer. La creciente relaci¨®n entre Pek¨ªn y Am¨¦rica Latina ha estimulado el inter¨¦s por aprender espa?ol. Ahora con muchos m¨¢s medios que hace unas pocas d¨¦cadas.
Ya no son solo los aspirantes a diplom¨¢ticos o los interesados en lenguas m¨¢s o menos ex¨®ticas. Hay estudiantes de primaria, en centros p¨²blicos, en colegios privados, hasta tal punto que el n¨²mero de profesores disponibles parece insuficiente ante el previsible aumento de la oferta ¡ªpuntualiza Conde¡ª, especialmente a medida que m¨¢s institutos empiecen a ofrecerlo en el Bachillerato.
¡°En nuestras universidades, por cada plaza hay cinco alumnos que solicitan estudiarlo. Hay mucha demanda¡±, sentencia Chen.
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