Un disparo contra el sexismo en la novela negra
Antonella Lattanzi narra en 'Una historia negra' un drama en el que el lector decide qui¨¦n es la v¨ªctima y qui¨¦n el verdugo
Antes de escribir su primera novela, Antonella Lattanzi (Bari, 1979), pas¨® cinco a?os en la calle fingiendo que era adicta a la hero¨ªna. Luego, construy¨® una historia alrededor de un grupo de yonquis y la manera en que la sociedad los asfixiaba, y a la vez, se sent¨ªa asfixiada por ellos. Necesita empaparse de lo real, dice, para poder construir sus historias, historias que moldea con la paciencia del m¨¢s sabio de los artesanos, y que parten siempre de una voz, que son en realidad muchas, que se suceden como piezas de un rompecabezas que no se supieran parte de ning¨²n rompecabezas. ?El resultado? M¨¢ntricos laberintos que intentan (y consiguen) captar lo complejo de su objeto de estudio que, en el caso de Una historia negra (Reservoir Books/La Campana en catal¨¢n), es el maltrato dom¨¦stico, la violencia de g¨¦nero, pero tambi¨¦n, en sus palabras, la historia de ¡°un amor enfermo y obsesivo¡±.
La tremenda verdad es ¨¦sta: sufrir no sirve de nada
La protagonista de la historia es Carla. Carla tiene 38 a?os, tres hijos y un hombre que la quiere, Manuel. Pero vive con miedo a que el pasado vuelva a por ella. El pasado es su exmarido, Vito, un hombre violento que la golpeaba sin descanso, un monstruo que nunca lo fue para Milena, la amante que Vito ten¨ªa a¨²n estando casado con Carla y que hoy es su pareja. ¡°Vito, como muchos hombres violentos, no lo es con todo el mundo. Ha elegido a una v¨ªctima, su esposa Carla, y la ha golpeado durante a?os porque, seg¨²n ¨¦l, la amaba demasiado. Pero el amor no tiene nada que ver con los celos obsesivos. De hecho, si Vito pega a Carla y no a Milena es porque no se f¨ªa de ella, porque no cree en ese amor¡±, dice Lattanzi. Sabe de lo que habla. Para escribir la novela ha asistido a cientos de juicios. Ha hablado con maltratadores y con maltratadas. Ha intentando entender. Y luego ha creado una historia en la que el lector es el detective.
¡°Ni siquiera el narrador tiene todas las piezas, solo el lector puede, a trav¨¦s de lo que sabe de cada personaje, decidir si Carla es o no culpable¡±, dice Lattanzi. Porque s¨ª, en Una historia negra hay un crimen, pero lo cubre una elipsis. En el cumplea?os de Mara, la hija peque?a de Carla y Vito, la pareja se da cita en el piso de la primera, al que tambi¨¦n acuden sus hijos mayores, Rosa y Nicola. ¡°Rosa y Nicola son casi amantes. Han crecido en una casa en guerra, en la que sus padres no han hecho de padres, absorbidos como estaban por su relaci¨®n obsesiva, as¨ª que no les qued¨® otra que ser sus propios padres¡±, apunta la escritora. En cualquier caso, en un momento determinado de la noche, Rosa y Nicola se marchan, y Carla y Vito se quedan solos con la peque?a Mara. Es entonces cuando se produce la elipsis. Y lo siguiente que sabemos es que Vito ha desaparecido.
Milena, su amante, lo busca. Tambi¨¦n lo busca su hermana. Y Carla, Rosa y Nicola. Todos parecen haber olvidado lo horrible que ha sido. Todos temen que aparezca sin vida. Pero lo hace. Y entonces empieza el juicio. Y es un juicio contra la v¨ªctima que, qui¨¦n sabe, quiz¨¢ se ha convertido en verdugo, pero ?y si no ha tenido otro remedio? ?Y si la alternativa era acabar muerta? ¡°En mis investigaciones descubr¨ª que las mujeres denuncian una y mil veces y nadie las ayuda. Se quedan solas. ?Y qu¨¦ hace una mujer en peligro de muerte? Es esta una novela sobre la ambig¨¹edad, en la que no hay blancos y negros, nada est¨¢ bien o mal, una historia en la que el lector, como en la vida real, es quien decide qui¨¦n es la v¨ªctima y qui¨¦n el verdugo¡±, dice Lattanzi, que tambi¨¦n quiso responderse a la pregunta de si es posible salir de una situaci¨®n de violencia como la que relata. No encontr¨® la respuesta. ¡°La violencia engendra violencia, y la v¨ªctima del maltratador depende de ¨¦l. No es que est¨¦ bien con ¨¦l, es que est¨¢ mal sin ¨¦l, ?qu¨¦ puede hacer para escapar?¡±, se pregunta.
Tal vez lo que quiz¨¢ haya hecho. El problema es que, cuando eso ocurre, se juzga a la mujer antes incluso de llegar a los tribunales. Porque a Carla la juzgan los medios de comunicaci¨®n y la opini¨®n p¨²blica antes de ser juzgada por la ley. "La gente se cree con derecho a juzgar a cualquiera. Sin tener en cuenta las pruebas, sin saber nada. Les basta escuchar un par de rumores para etiquetar a alguien como ¨¢ngel o demonio. Si pudieran echar un vistazo a todo lo que pasa en un juicio se dar¨ªan cuenta de que la realidad es mucho m¨¢s oscuro y ambigua de lo que jam¨¢s han imaginado", relata la escritora. Al respecto, cuando se le pregunta por la manera en que ha sido tratada la mujer en el g¨¦nero, no duda en responder que "la novela negra ha sido sexista y, desde muchos puntos de vista, todav¨ªa lo es", en buena parte, porque no ha hecho otra cosa que mostrar a la mujer como v¨ªctima. "A la mujer no le cuesta meterse en la piel de un hombre, pero el hombre sigue sin atreverse a ponerse en la piel de una mujer, hasta que eso no cambie, nada cambiar¨¢", asegura Lattanzi.
Es esta una novela sobre la ambig¨¹edad, en la que no hay blancos y negros, nada est¨¢ bien o mal
Admiradora de Philip Roth, Malcolm Lowry, James Ellroy, Gustave Flaubert, Georges Simenon y Stephen King, Lattanzi tiene un estilo que, sin embargo, recuerda al gigante David Peace o a la incisiva y claustrof¨®bica Elfriede Jelinek. La sensaci¨®n, cuando se lee Una historia negra es la de que se est¨¢ ah¨ª, en mitad de una calle cualquiera de una siempre atestada Roma, instalado en la mesa m¨¢s cercana a la que ocupan los personajes. "Los protagonistas, en mi historia, no son solo los personajes. El lugar en el que todo sucede, lo que sucede, los objetos de los que se habla, el tiempo que hace, todo es un personaje. Todo est¨¢ al mismo nivel. Y lo que sabes de ellos es lo que ves, lo que hacen, como en la vida real", dice. Exacto.
A Lattanzi tambi¨¦n le gusta Cesare Pavese. De hecho, hay una m¨¢xima suya que podr¨ªa resumir lo que ocurre en Una historia negra. La escritora dice que pensaba en ella todo el tiempo, porque la mujer, asegura, "ha crecido en la cultura del sufrimiento y cree que para ser feliz debe pasarlo primero muy mal". La m¨¢xima es: "Pero la grande, la tremenda verdad es ¨¦sta: sufrir no sirve de nada".
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