Insospechada estaci¨®n de paso

No son pocos los casos de directores espa?oles que, m¨¢s debido a las complicadas circunstancias econ¨®micas y de producci¨®n de nuestra cinematograf¨ªa que a un verdadero anhelo por encontrar nuevos caminos para el desarrollo de una obra m¨¢s o menos amplia, han acabado haciendo pel¨ªculas impensables en el momento en que se iniciaron sus carreras, tanto para el espectador como seguramente para ellos mismos. As¨ª ha sido demasiadas veces nuestro cine y volvemos a estar en una encrucijada respecto de lo que se supone que demanda el p¨²blico y el coherente abono de una obra personal.

Si a la Gracia Querejeta de los a?os noventa, la de las complejas relaciones familiares y el rictus dibujado en sus armazones dram¨¢ticos, la de historias como Una estaci¨®n de paso y El ¨²ltimo viaje de Robert Rylands, le dicen que dos d¨¦cadas y media despu¨¦s iba a estar haciendo comedias de ambiciones estrictamente comerciales, como es el caso de la deficiente Ola de cr¨ªmenes, puede que se hubiera acordado de la larga lista de grandes cineastas que en su d¨ªa tambi¨¦n inclinaron la balanza hacia un territorio en principio insospechado: de Rafael Gil a Angelino Fons, pasando por Antonio del Amo, Pedro Lazaga, Jos¨¦ Mar¨ªa Forqu¨¦ y Manolo Summers.

La secuencia de arranque ya hace saltar las alarmas: dos int¨¦rpretes tan formidables como Maribel Verd¨² y Javier C¨¢mara, ambos de innegable vis c¨®mica, sucumben ante un texto sin chispa ni calidad. M¨¢s que la situaci¨®n en s¨ª, son los di¨¢logos los que encallan, las r¨¦plicas con pretensiones ocurrentes. Y a partir de ah¨ª, en forma de largo flashback, la pel¨ªcula se configura como una comedia negra de enredo, con muertes, sangre, sexo, violencia, corrupci¨®n, adulterios y hasta estupros. Un trabajo que pocas veces encuentra el tono.

Escrita en solitario por Luis Mar¨ªas, Ola de cr¨ªmenes tiene tramas y situaciones tan distintas que incluso los int¨¦rpretes se muestran a veces un tanto perdidos, con registros y momentos que mezclan como agua y aceite, lo que lleva a actuaciones que nunca acaban de casar en la misma pel¨ªcula. Y ah¨ª el estramb¨®ticamente expansivo m¨¦todo de Juana Acosta y el tormento interior (y exterior) de Antonio Resines podr¨ªan ejercer de paradigmas. De modo que la pel¨ªcula, que pretende ser negra y atrevida, va por rachas en lugar de aglutinarse en un tono uniforme. Un desajuste de base que termina hundiendo un libreto, de todos modos, con la gracia justa.