Mark Z. Danielewski est¨¢ acabado
O, cuanto menos, lo est¨¢ su ambicioso 'The Familiar', lo m¨¢s cerca que ha estado la literatura (erg¨®dica) de dar un salto hacia alg¨²n otro lugar
Me dijo en una ocasi¨®n Robert Coover, el genio posmoderno que escribi¨® La fiesta de Gerald y los relatos que avanzan en todas direcciones y en todas a la vez de El hurg¨®n m¨¢gico, el ¨²nico, entre todos los genios posmodernos vivos, que sigue pensando obsesivamente la literatura, que lo que hoy llamamos literatura, en el futuro, ser¨¢ una mezcla de cosas. Ser¨¢ m¨²sica y a la vez ser¨¢ imagen y ser¨¢ texto y el conjunto, me dijo, ser¨¢ una obra de narrativa. Para cuando me lo dijo a¨²n no exist¨ªa lo que hoy llamamos literatura erg¨®dica, aunque Mark Z. Danielewski ya hab¨ªa publicado La Casa de Hojas, y hab¨ªa puesto un pie, decididamente extra?o y bizarro, deformante y fascinante, en lo que a interactividad narrativa se refiere, en ese futuro que Coover auguraba.
Seg¨²n Coover, tuvo que pasar un siglo y medio desde que se invent¨® la imprenta hasta que se public¨® el primer libro reconocido como libro, la novela que conten¨ªa todo aquello que la novela pod¨ªa llegar a contener, un artefacto redondo e insuperable: El Quijote. Lo que hubo entre una y otra fueron, dice, apenas tentativas, intentos fallidos de dar con la f¨®rmula que dio pie a la idea misma de novela. Y en ese momento, opina el escritor, nos encontramos, en lo que a la pr¨®xima narrativa se refiere. Todos los esfuerzos que se hagan ahora ser¨¢n vistos en el futuro como precursores de lo que sea que est¨¦ por venir. ?C¨®mo nos daremos cuenta de que ya estamos en ese futuro? Porque habr¨¢ aparecido un James Joyce de esa Nueva Era, dice.
?Podr¨ªa haber sido ese James Joyce el neoyorquino Mark Z. Danielewski? ?Puede, a¨²n, serlo? Qui¨¦n sabe. Lo cierto es que su descomunalmente ambicioso y marciano The Familiar, la macronovela en 27 entregas (de m¨¢s de 800 p¨¢ginas), o la macroserie de televisi¨®n sin televisi¨®n, en la que se hablan ocho idiomas (del espa?ol al armenio, del mandar¨ªn al ruso), y para cuya elaboraci¨®n el escritor demiurgo cuenta con un equipo en el que hay desde detectives hasta programadores de videojuegos, es lo m¨¢s cerca que se ha estado de dar un paso hacia alg¨²n otro lugar, comercialmente hablando. Solo que ese paso se ha detenido en la quinta entrega. La quinta, de 27. No hay, dice Danielewski, suficientes lectores esperando la pr¨®xima entrega, as¨ª que no piensa escribirla porque, suponemos, nadie piensa arriesgarse a publicarla.
?No han nacido a¨²n los lectores de semejante artefacto? ?Lo har¨¢n alguna vez? La literatura erg¨®dica no existe si el lector no quiere que exista. Porque lo que hace la literatura erg¨®dica es colocar ante el lector una serie de textos que ¨¦ste debe relacionar y tomar decisiones sobre su relevancia para llegar a entender lo que sea que est¨¦ pasando en la historia. En ese sentido, Danielewski ha intentando llevar algo m¨¢s lejos la interactividad a la que apuntaba Coover, solo que en otro sentido, un sentido hipertextual. Pero su innecesario exceso de ambici¨®n ha acabado con todo. Pi¨¦nsenlo: aunque en muchas de las p¨¢ginas apenas correteen, literalmente, una docena de palabras, 27 entregas a 880 p¨¢ginas por entrega suponen un total de 23.760 p¨¢ginas. Supon¨ªan, porque ya no existir¨¢n. Buen intento, pero suicida y vanidosamente fallido.
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