El largo viaje de Eduardo Arroyo
Las cruzadas del pintor han tenido poco que ver con la religi¨®n y mucho con la pol¨ªtica y el arte
El derrotero vital y art¨ªstico de Eduardo Arroyo, recordando el t¨ªtulo de la primera novela de su gran amigo el escritor Jorge Sempr¨²n, se puede calificar tambi¨¦n como el largo viaje. Entre and¨¦n y and¨¦n, entre Par¨ªs, Berl¨ªn, Roma, Robles de Laciana o Madrid, entre un estudio y otro, la vida de Arroyo era un constante ir y venir. Ni el paso de los a?os, con sus decepciones, ni los quebrantos de la salud le han impedido seguir viajando por Espa?a y Europa como el quijotesco personaje que pint¨® no hace m¨¢s de un a?o de La vuelta de las cruzadas, delicioso pastiche del picador retratado por Zuloaga en su c¨¦lebre La v¨ªctima de la fiesta. Las cruzadas de Arroyo han tenido poco que ver con la religi¨®n y mucho con la pol¨ªtica y el arte. Cruzada contra la Cruzada del franquismo que le llev¨® al exilio. Cruzada, a contracorriente, para hacer progresar una vez m¨¢s a la antigua disciplina de la pintura, o como dec¨ªa Jean H¨¦lion, que ¡°el cuadro sea la prueba material de la exactitud de la idea¡±.
Arroyo es, sin duda, el artista espa?ol m¨¢s internacional de su generaci¨®n. Desde su juvenil escapada a Par¨ªs, en 1958, el mismo a?o que Oteiza culminaba su prop¨®sito experimental, hasta la gran exposici¨®n retrospectiva celebrada en la Fundaci¨®n Maeght, en Saint-Paul-de-Vence, hace un a?o, nuestro polifac¨¦tico artista, adem¨¢s de no bajarse del tren, no ha dejado de estar presente en los m¨¢s exigentes escenarios del arte europeo. Compa?ero generacional, entre otros, de los pintores Luis Gordillo y Antonio L¨®pez, pero tambi¨¦n de Valerio Adami o David Hockney, ya no podr¨ªamos reconstruir la visi¨®n de Espa?a de los ¨²ltimos cincuenta a?os sin su obra multidisciplinar, fundada en los albores revolucionarios del Par¨ªs del 68. Una visi¨®n, en cualquier caso, radicalmente cr¨ªtica e ir¨®nica sobre la historia y la realidad, donde la propia condici¨®n del artista y sus orteguianas circunstancias, devienen pronto en principal argumento de su pintura, tan narrativa siempre y conceptual a veces.
Pastichista consumado, nunca dejo de iluminar met¨¢foras sorprendentes sobre la pintura y los pintores, convertidos ahora en solitarios Robinsones, aguerridos boxeadores, cuando no en elegantes deshollinadores o toreros haciendo el pase¨ªllo con sus cuerpos tachonados de pintura. Citaba sin descanso a sus escritores y pintores favoritos, ilustr¨® el Ulises, de Joyce, copi¨® La ronda de noche, de Rembrandt, a tama?o natural, reconstruyendo las partes perdidas, y escribi¨® entre otros libros una biograf¨ªa del boxeador Panama Al Brown y una personal gu¨ªa del Museo del Prado titulada Al pie del ca?¨®n. Arroyo, quien, en un cuadro de mediados de los a?os sesenta, se retrat¨® en los brazos de Vel¨¢zquez, reconociendo una leg¨ªtima paternidad art¨ªstica, no ha dejado de estar, eso, al pie del ca?¨®n, esperando con escepticismo el merecido premio que recompensara su "vida y obra", la de una de las figuras m¨¢s relevantes del arte y del pensamiento espa?ol y europeo de este ¨²ltimo cambio de siglo.
Pero, adem¨¢s de resist¨ªrsele alg¨²n que otro reconocimiento, le han quedado otras muchas cosas pendientes, como el ¨²ltimo gran cuadro sobre los h¨¦roes de la Revoluci¨®n Sovi¨¦tica que empez¨® a pintar en Robles este verano, o el m¨¢s quim¨¦rico deseo de ilustrar La comedia humana de su adorado Balzac. Lo cierto es que a este aut¨¦ntico Cyrano, tan poeta como pendenciero, en su particular largo viaje no le faltaron nunca causas abiertas por las que seguir luchando, hasta hoy, que nos deja a los dem¨¢s componiendo su ¨²ltima Vanitas. Gracias, Eduardo por dejarnos llevar las maletas.
Miguel Zugaza es director del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.