Esa chica llamada Jo March
'Mujercitas', la novela de Louisa May Alcott, cumple 150 a?os este oto?o. La cantante Patti Smith rinde homenaje a una obra que ha marcado a sucesivas generaciones de mujeres
Ning¨²n libro me sirvi¨® mejor como gu¨ªa, cuando empec¨¦ a recorrer mi camino de juventud, que Mujercitas, la novela m¨¢s querida de cuantas escribi¨® Louise May Alcott. Yo era una so?adora flacucha de solo 10 a?os. La vida ya empezaba a plantear retos para un chicazo torpe que crec¨ªa en los cincuenta, una d¨¦cada que marcaba fuertes diferencias y roles entre los sexos. Con una absoluta falta de inter¨¦s por las actividades que se supone que me correspond¨ªan, me iba en mi bicicleta azul a un lugar solitario en medio del bosque a leer, a menudo, una y otra vez, los libros que hab¨ªa sacado de la biblioteca. Era dif¨ªcil verme sin un libro en las manos, y sacrificaba horas de sue?o y de juego para entrar a fondo en cada uno de esos mundos ¨²nicos.
Muchos libros maravillosos cautivaron mi imaginaci¨®n, pero algo extraordinario ocurri¨® con Mujercitas. Me reconoc¨ª como en un espejo en aquella chica larguirucha y testaruda que corr¨ªa, se desgarraba las faldas trepando a los ¨¢rboles, ten¨ªa un habla com¨²n y corriente y criticaba las pretensiones sociales. Una chica a la que se pod¨ªa encontrar recostada contra un gran roble con un libro o en su mesa del ¨¢tico inclinada sobre un manuscrito. Era Josephine March. Incluso su nombre respiraba libertad, una chica llamada Jo. Louisa May Alcott se hab¨ªa envuelto en su gloriosa capa, hab¨ªa trabajado en su propio escritorio y hab¨ªa creado un nuevo tipo de hero¨ªna. Una chica estadounidense del siglo XIX obstinadamente moderna. Una chica que escrib¨ªa. Como innumerables j¨®venes antes que yo, encontr¨¦ un modelo en alguien que no se parec¨ªa a los dem¨¢s, que pose¨ªa un alma revolucionaria y que tambi¨¦n ten¨ªa sentido de la responsabilidad. Su dedicaci¨®n al oficio me ofreci¨® la primera ventana desde la que observar el trabajo de un escritor, y me inund¨® el deseo de asumir como propia esa vocaci¨®n. Sus tropiezos, entre c¨®micos y audaces, eran envidiables y me daban permiso para cometer yo los m¨ªos.
Situada en Nueva Inglaterra a mediados del siglo XIX, en plena guerra de Secesi¨®n, Mujercitas no es una epopeya arrolladora. Por el contrario, nos lleva a la atm¨®sfera viva, combativa y c¨¢lida del cuarto de estar de la familia March. All¨ª nos presenta a las cuatro j¨®venes hermanas, cada una con su curiosa personalidad, que desarrollan su propia energ¨ªa. Descubrimos sus sue?os y decepciones, sus peleas y su imaginaci¨®n, el mundo que las rodea y en el que aprenden a moverse. Cada una luchando con lo suyo, pero conscientes de las expectativas que hay depositadas en ellas.
La familia March es gente refinada pero pobre, por debajo de la clase media, que pasa ciertas privaciones y es objeto de burlas por no llevar la vestimenta apropiada. En las primeras p¨¢ginas, las cuatro ni?as est¨¢n acurrucadas en torno al fuego, lament¨¢ndose de pasar las Navidades solas, sin regalos bajo el ¨¢rbol, con su padre en la guerra y su bondadosa madre ayudando a los pobres. Sin embargo, a falta de las comodidades que desean, siguen el ejemplo de su madre, y se privan a¨²n m¨¢s, donando lo poco que tienen a sus vecinos m¨¢s desafortunados. Jo escribe relatos g¨®ticos, a penique la palabra, para ganar algo de dinero para la familia. Vende, para horror de todas, lo ¨²nico de lo que presum¨ªa ¡ªsu larga cabellera casta?a¡ª para ayudar a recaudar fondos para la guerra. ?Beth, terriblemente t¨ªmida, sale haga el tiempo que haga, en detrimento de su fr¨¢gil salud, para atender a los hijos enfermos de otros m¨¢s pobres que ellas. La mayor, la bella y controladora Meg, lucha contra su obsesivo deseo de tener cosas buenas y una mejor posici¨®n social. Pero, al mismo tiempo, es el centro estable, preocupado y moral de sus hermanas. Y la m¨¢s peque?a, la art¨ªstica y algo egoc¨¦ntrica Amy, se convierte en una joven elegante y avanzada.
Como innumerables j¨®venes antes que yo, encontr¨¦ un modelo en alguien que no se parec¨ªa a los dem¨¢s, que pose¨ªa un alma revolucionaria
Louisa May Alcott se inspir¨® vagamente en su propia familia para escribir Mujercitas. Como Jo, en quien es f¨¢cil ver a la autora, Al?cott era la segunda de cuatro hermanas. Su madre, que pon¨ªa el deber y la caridad por delante de todo, fue el modelo para la se?ora March. Su padre, idealista, en¨¦rgico y progresista, no aparece en la obra. Tal vez para evitar tener que hablar de su terrible inutilidad a la hora de cubrir las necesidades de la familia. Los Alcott se mudaron de casa unas 30 veces hasta que se establecieron en una granja en ruinas en Concord, Massachu?setts, la cuna del trascendentalismo. Ralph Waldo Emerson organiz¨® la compra del terreno, rodeado de un frutal de manzanos. Henry David Thoreau ayud¨® al padre a reparar la casa. Alcott creci¨® en un torbellino de conversaciones de algunas de las mentes m¨¢s abiertas de su ¨¦poca: Emerson, Thoreau, Hawthorne y Whitman. A orillas del estanque de Walden, Thoreau colabor¨® con su padre en su educaci¨®n, respondiendo a la bater¨ªa de preguntas que ard¨ªan en la mente de la impetuosa ni?a.
Su infancia puede parecer que tiene un eco id¨ªlico, al crecer en un hogar inspirador, recibir una educaci¨®n liberal y poder moverse con soltura entre los grandes pensadores del siglo XIX. Pero la realidad cotidiana era muy dura; la familia dorm¨ªa en una casa que no ten¨ªa casi nada para calentarla en invierno, en colchones de paja sobre el suelo y, a menudo, sin nada que llevar a la mesa para cenar.
Alcott se propuso encontrar una manera de mantener a su familia, sacarla de la pobreza, igual que Jo pelea para mantener a la suya. Una promesa que yo tambi¨¦n me hice, consciente de los apuros de mi propia familia en la posguerra.
Louisa deseaba e insisti¨® en tener una habitaci¨®n propia, y su padre le construy¨® un escritorio ovalado, con un tintero, que coloc¨® entre dos ventanas. Ah¨ª escribi¨® sus primeros intentos de novelas pulp bajo el seud¨®nimo de A. M. Barnard y pudo ganar el pan para toda la familia. Igual que Walt Whitman, se hab¨ªa jugado la vida como enfermera voluntaria durante la guerra de Secesi¨®n y hab¨ªa publicado Hospital Sketches (Escenas de hospital), texto que obtuvo una excelente acogida. Pero fue Mujercitas el que le dio, casi instant¨¢neamente, un ¨¦xito en el ¨¢mbito nacional, seguridad econ¨®mica y una legi¨®n de devotos lectores.
Alcott creci¨® en un torbellino de conversaciones de algunas de las mentes m¨¢s abiertas de su ¨¦poca: Emerson, Thoreau, Hawthorne y Whitman
El ¨¦xito de Mujercitas allan¨® el camino que se hab¨ªa fijado para el resto de su vida. Alcott se neg¨® a casarse y a aceptar las convenciones sociales de su ¨¦poca. Escribi¨® y viaj¨® mucho por Europa. Como su personaje Jo, dio con su propio m¨¦todo para seguir su vocaci¨®n creativa y, al mismo tiempo, prestar atenci¨®n a asuntos dom¨¦sticos cruciales, y siempre fue la que mantuvo a su familia y se responsabiliz¨® de sus necesidades. Y, como Jo, en su trabajo, logr¨® transmitir el gozo de su imaginaci¨®n salvaje, sus desesperados anhelos y la tragedia de la p¨¦rdida. A trav¨¦s de las chicas March conoc¨ª la pobreza extrema y el coste de la guerra. Aprend¨ª con Jo que el arte no es fruto solo de los sue?os, sino tambi¨¦n de la disciplina, de la entrega constante y confiada y la voluntad de aceptar las cr¨ªticas certeras y aprender de ellas. Jo, como su autora, estaba siempre escribiendo y ensuciando el suelo con sus intentos fallidos, hasta que se despoj¨® de todas esas capas y conect¨® con el centro de su expresi¨®n personal.
Tocada por la necesidad en la infancia, aprend¨ª a mirar m¨¢s all¨¢, a otros menos afortunados. Tocada por la muerte de una amiga de ni?a, encontr¨¦ el ejemplo de c¨®mo asumir la p¨¦rdida de un ser querido. Cuando Beth cae gravemente enferma, suplica a la inconsolable Jo que no se aflija demasiado por ella. Decidida a estar a la altura del estoico valor de Beth, Jo encuentra las palabras necesarias para tranquilizar y confortar a su dulce hermana favorita. Unas palabras que me han acompa?ado siempre.
¡°M¨¢s que nadie en el mundo, ?Beth, pensaba que no pod¨ªa dejarte marchar, pero estoy aprendiendo a sentir que no te voy a perder, que estar¨¢s conmigo m¨¢s que nunca, y que la muerte no podr¨¢ separarnos, aunque lo parezca¡±.
Hay momentos en la literatura en los que nace un nuevo personaje, uno que est¨¢ en la cima con otros, emblem¨¢ticos de una ¨¦poca, o que se adelantan a ella. Han existido muchos personajes llenos de vida antes de Jo March, pero ninguno como ella, que escribe y siempre es fiel a s¨ª misma. Crear el personaje de Jo en una ¨¦poca en la que las mujeres a¨²n no pod¨ªan votar fue un paso decisivo. Era una activista que predicaba con el ejemplo. Y desde la distancia tendiendo una mano de hermana, ella siempre ha estado ah¨ª para recibir y saludar a chicas inconformistas como yo, con un meneo de su melena recortada y un gui?o juguet¨®n para decirnos que la sigamos. Para guiarnos, darnos aliento, plantar su huella en un camino que ella nos invita a seguir.
Uno puede imaginar a Louisa sentada en el escritorio construido por su padre, ante el arco blanco de la media luna, inventando situaciones nuevas para inspirarse y azuzar a sus lectores. Pero ninguna de sus obras tendr¨ªa tanto eco como Mujercitas, un manual b¨¢sico de la evoluci¨®n y valor de la conciencia. La cr¨®nica de cuatro chicas inolvidables, cada una ofreciendo algo propio. Y Jo March, como su creadora, la comprensi¨®n del sacrificio, tambi¨¦n como responsabilidad hacia una misma y hacia el propio arte. Louisa May Alcott infundi¨® vida, risas y una esperanza y empe?o infatigables a las hermanas March y, por tanto, a todas las mujercitas de su tiempo y del que estaba por llegar.
Patti Smith es cantante, poeta, artista y autora, entre otros libros, de Devoci¨®n (Lumen). Este texto es el pr¨®logo a la edici¨®n de Mujercitas publicada por Penguin Classics, Penguin Random House, LLC. ? 2018 Patti Smith.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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