?Y si ¡®Mujercitas¡¯ no fuese un libro feminista?
La novela de Louisa May Alcott no ha estado exenta de relecturas y debates, una pol¨¦mica que se ha reavivado este oto?o en el 150? aniversario de su publicaci¨®n
La primera lectora que qued¨® arrebatada por la historia de las cuatro hermanas March fue Lilly Almy, la joven sobrina del editor Thomas Niles, en 1868. Su t¨ªo le pas¨® los primeros cap¨ªtulos de la novela, unas p¨¢ginas que tanto la autora, Louisa May Alcott, como ¨¦l conven¨ªan en que eran bastante sosas. Al ver el entusiasmo de Lilly, Niles intuy¨® el sensacional ¨¦xito: anim¨® a Alcott a quedarse con royalties, se invent¨® el t¨ªtulo (el borrador se llamaba La familia pat¨¦tica) y le sugiri¨® que dejara abierta la posibilidad de una segunda parte. Su instinto de editor no fall¨®: dos semanas despu¨¦s de su publicaci¨®n, el 30 de septiembre de 1868, se agot¨® la tirada de 2.000 ejemplares de Mujercitas y las lectoras escrib¨ªan pidiendo una secuela, que estuvo lista tres meses despu¨¦s. El libro que juntaba las dos partes qued¨® consagrado como un inspirador cl¨¢sico para inquietas adolescentes.
Cabe preguntarse si una novela puede o debe ser feminista, si ese es el rasero por el que debe ser medida
Traducciones, adaptaciones cinematogr¨¢ficas y televisivas, obras de teatro y sobre todo millones de lectoras han probado a lo largo de siglo y medio el irresistible encanto de la inconformista Jo y sus hermanas. Desde Ursula K. Le Guin hasta Simone de Beauvoir, pasando por Hillary Clinton, el n¨²mero de mujeres que han citado esta novela como una lectura fundamental la convierten en un gran Bildungsroman femenino. Y sin embargo Mujercitas no ha estado exenta de relecturas y debates que cuestionan que se trate de una novela feminista, una pol¨¦mica que arranc¨® en los sesenta y que se ha reavivado este oto?o al calor del 150? aniversario en pleno fragor de la era Me Too.
Cabe preguntarse si una novela puede o debe ser feminista, si ese es el rasero por el que debe ser medida, pero lo cierto es que ninguna obra est¨¢ a salvo de lecturas desde otro prisma m¨¢s all¨¢ del estrictamente literario. De ah¨ª que la cr¨ªtica Hillary Kelly apunte que ¡°resulta francamente extra?o que mujeres inteligentes consideren que un libro en el que los sue?os de las protagonistas son desechados para acabar metidas en una vida dedicada a zurcir calcetines sea se?alada como lectura obligatoria para las ni?as de hoy¡±. Su airado comentario en New York Magazine probablemente est¨¦ a la altura de lo que muchas lectoras sintieron en 1869 cuando leyeron la segunda entrega de Mujercitas, pero por motivos distintos. Que las tres hermanas March que sobreviven (la fr¨¢gil ?Beth muere) acabaran casadas, renunciando a la vida art¨ªstica que Jo imaginaba para ellas, indigna a Kelly. Sin embargo, lo que a sus antepasadas les doli¨® es que la autora no atendiera a sus deseos (expresados en cientos de cartas) de que la rebelde Jo se casara con su amigo y vecino. ¡°No casar¨¦ a Jo con Laurie para satisfacer a nadie¡±, escribi¨® Alcott. Tambi¨¦n mostr¨® su hartazgo con las misivas en las que le preguntaban qui¨¦n desposar¨ªa a qui¨¦n ¡°como si fuera el ¨²nico final y objetivo en la vida de una mujer¡±, seg¨²n recoge Anne ?Boyd Rioux en el ensayo recientemente publicado en EE UU Meg, Jo, Beth and Amy: The Story of Little Women and Why It Still Matters (Meg, Jo, Beth y Amy: la historia de Mujercitas y por qu¨¦ a¨²n importa).
A Louisa May Alcott sus padres le inculcaron algo distinto. Amigos y vecinos del c¨ªrculo trascendentalista, Abigail y su exc¨¦ntrico esposo Bronson eran abolicionistas y cre¨ªan en la igualdad de derechos de las mujeres. Pero todo ideal contiene sus contradicciones. Cuando de peque?a a Louisa le pregunt¨® su padre que qu¨¦ pensaba que era un fil¨®sofo, ella describi¨® la imagen de un hombre subido a un globo cuya familia sostiene las cuerdas intentando llevarlo a tierra. Como la Escarlata O¡¯Hara de Lo que el Viento se llev¨®, (otra aguerrida norteamericana, aunque sure?a) Alcott se propuso que con su pluma impedir¨ªa que su familia pasara hambre. Y vaya si lo consigui¨®.
Cuando recibi¨® el encargo de escribir ¡°un libro para chicas¡±, Alcott dijo que lo intentar¨ªa, aunque confesaba a un amigo: ¡°Nunca me gustaron las chicas ni conoc¨ª a muchas, excepto a mis hermanas¡±. Tir¨® de recuerdos y tuvo la osad¨ªa de crear a una desenfada hero¨ªna capaz de trepar y correr como cualquier muchacho, bondadosa y temperamental. Jo y sus hermanas viven en un hogar id¨ªlico, pero no son perfectas; tienen envidias, discusiones, verg¨¹enzas. Uno de los primeros cr¨ªticos alab¨® la novela por ¡°sencilla y verdadera¡±. Ese realismo quiz¨¢ fue lo que llev¨® a Alcott en el siglo XIX a casar a las March y describir en la segunda parte sus esforzadas vidas matrimoniales. En Reino Unido, el (decepcionante y ?o?o para muchas) segundo libro se ha mantenido separado del primero y lleva por t¨ªtulo Good Wives (Buenas esposas). En espa?ol la editorial Lumen ha publicado una edici¨®n ilustrada del tomo de 1868, y ah¨ª los matrimonios quedan fuera.
La cr¨ªtica feminista se ha centrado en la visi¨®n edulcorada de la vida familiar que frustra los sue?os juveniles de las protagonistas
La discusi¨®n feminista arranc¨® en 1968 al cumplir Mujercitas un siglo, y en ella participaron, entre otras, Gloria Steinem y Judith Fetterly. La cr¨ªtica se centraba en la visi¨®n edulcorada de la vida familiar que frustra los sue?os juveniles de las protagonistas, la fijaci¨®n con el matrimonio y el hogar. Pero ?no forma parte esto de la experiencia femenina? ?Los finales pueden ser felices y amargos a la vez? El desenlace matrimonial de las March puede resultar frustrante (m¨¢s a¨²n si se tiene en cuenta que Alcott condujo a sus protagonistas a un estado civil que no quiso para s¨ª), pero de lo que no cabe duda es de que la escritora dot¨® a sus hero¨ªnas de la libertad para elegir. Ninguna se casa obligada ni por dinero: son due?as de su destino, la libertad ¨²ltima a la que cabe aspirar. Quiz¨¢ la nueva adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica que prepara la directora Greta Gerwig, en la que Saoirse Ronan dar¨¢ vida a Jo, logre responder a los reproches de hoy.
El 28 de septiembre, dos d¨ªas antes de cumplirse el aniversario de Mujercitas, la doctora Blasey Ford testific¨® ante el comit¨¦ del Senado de EE UU en la confirmaci¨®n de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo, un hito en la historia feminista de ese pa¨ªs. Las librer¨ªas all¨ª se llenan desde hace meses de distop¨ªas femeninas que retoman el hilo de lo que Margaret Atwood escribi¨® en su Cuento de la criada, y de ensayos como el de Rebecca Traister sobre el poder revolucionario de la indignaci¨®n de las mujeres. ?D¨®nde queda la novela de Alcott? En ella se encuentra Marmee, la madre que confiesa a su hija que vive ¡°enfadada cada d¨ªa de su vida¡±. Esa lecci¨®n, por el momento, sigue de rabiosa actualidad.
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