Miel y hiel
El grupo Les Arts Florissants inician un proyecto dedicado a la interpretaci¨®n de los madrigales de Carlo Gesualdo
El 16 de octubre de 1590, Carlo Gesualdo sorprendi¨® a su prima Maria d¡¯Avalos, tambi¨¦n su mujer, ¡°in flagrante delicto di fragrante peccato¡± con su amante, Fabrizio Carafa. Mat¨® en la cama a ambos, arist¨®cratas como ¨¦l, y aquel hecho cambiar¨ªa su vida para siempre. Salvaguardado su honor conforme a los c¨®digos morales de la ¨¦poca, que lo exim¨ªan de ser perseguido por el doble asesinato, abandon¨® N¨¢poles y se recluy¨® en su propiedad de Gesualdo, en la provincia de Avellino, cerca pero lo suficientemente lejos del escenario del uxoricidio, dedicado a componer m¨²sica, su gran pasi¨®n.
Su primera pieza conocida, el motete Ne reminiscaris, Domine, apareci¨® incluida en una colecci¨®n de Stefano Felis (Liber secundus motectorum) impresa en Venecia en 1585. Sabiendo lo que sucedi¨® cinco a?os despu¨¦s, la lectura del texto de esta ant¨ªfona no puede dejar a nadie indiferente: ¡°No recuerdes, Se?or, nuestros delitos, ni los de nuestros padres, ni te vengues de nuestros pecados¡±. Gesualdo ten¨ªa tan solo 19 a?os, pero su dominio de los procedimientos imitativos (el canon estricto de los primeros compases) nos muestra que para entonces, tras estudiar probablemente con el propio Felis, ya sab¨ªa ciertamente c¨®mo componer, aunque es dif¨ªcil adivinar aqu¨ª la presencia del futuro autor de los escorzos y claroscuros arm¨®nicos que lo emparentan de alg¨²n modo, mutatis mutandis, con Michelangelo Merisi da Caravaggio, su estricto contempor¨¢neo y protagonista, como ¨¦l, de un asesinato fruto de las bajas pasiones.
Madrigales de Gesualdo, Monteverdi, Marenzio, Luzzaschi y Pallavicino. Les Arts Florissants. Dir.: Paul Agnew. Auditorio Nacional, 25 de octubre.
Tras su intensa dedicaci¨®n a Monteverdi en los ¨²ltimos a?os, la versi¨®n reducida y estrictamente vocal de Les Arts Florissants que comanda el tenor Paul Agnew centra ahora su atenci¨®n en Gesualdo, pr¨ªncipe de Venosa, conde de Conza, y el proyecto de acometer la totalidad de su m¨²sica no pod¨ªa empezar m¨¢s que con ese peque?o motete extra?amente premonitorio de su posterior delictum. Lo hicieron los seis cantantes, a pesar de estar escrito a cinco voces (las dos sopranos cantaron al un¨ªsono la confiada al cantus). En la segunda parte de su concierto del jueves en Madrid ofrecieron la totalidad de su primer libro de madrigales, que bien pudo ser el segundo debido a la publicaci¨®n simult¨¢nea, tambi¨¦n en Ferrara en 1594, de un segundo libro bajo el nombre de Gioseppe Pilonij.
Era tradici¨®n entre los madrigalistas poner m¨²sica a los mismos textos de sus poetas predilectos (Petrarca, Bembo, Guarini, Tasso), lo que permite la comparaci¨®n de c¨®mo unos y otros entendieron los mismos versos. Este primer Gesualdo a¨²n en construcci¨®n no sale muy bien parado al contraponer sus logros juveniles a los de Luca Marenzio, Luzzasco Luzzaschi o Claudio Monteverdi, tres de los gigantes del g¨¦nero. Baci soavi, e cari de Monteverdi (cantado fuera de programa por Les Arts Florissants en su anterior visita hace dos a?os e incluido ahora en la primera parte) es, por ejemplo, infinitamente m¨¢s sugerente que el madrigal hom¨®nimo de Gesualdo, a¨²n demasiado t¨ªmido y sin ninguno de los caracter¨ªsticos cromatismos torturados o las excentricidades arm¨®nicas (un reflejo de su propia personalidad inestable) que caracterizan su estilo posterior. Y otro tanto sucede al contrastarlo con la versi¨®n compuesta por Luca Marenzio, que puso m¨²sica tambi¨¦n al extenso cat¨¢logo de besos (suaves, dulces, amorosos, bellos, hambrientos, golosos, corteses, amables) ideado por Guarini. Fue justamente en este madrigal cuando se alcanz¨® uno de los mejores momentos interpretativos de la tarde, aquel en el que dos almas ¡°se abrazan, se besan y se estrechan¡±, con la m¨²sica retratando a la perfecci¨®n una cercan¨ªa creciente en la que una y otra acaban resultando indistinguibles.
Pero no todas las interpretaciones fueron as¨ª, sino que sonaron en general demasiado domesticadas, poco contrastadas, en la l¨ªnea de las grabaciones cl¨¢sicas de la escuela inglesa en la que se crio Paul Agnew, poco proclive a los excesos, m¨¢s amiga del empaste que de los picos de individualidad y, en ese sentido, cada madrigal es una larga cadena monta?osa poblada de peque?as cumbres. De los cantantes, destacaron la soprano Hannah Morrison y la mezzosoprano M¨¦lodie Ruvio, ambas muy afines al esp¨ªritu madrigal¨ªstico, y se a?or¨® una presencia sonora m¨¢s acusada del bajo Edward Grint, demasiado agazapado, aunque los seis rayaron a un nivel muy alto y afinaron impecablemente, no siempre respaldados por una clara dicci¨®n italiana. Fue un acierto enlazar sin pausa alguna los madrigales escritos en varias partes, pero falt¨® intensidad all¨ª donde la m¨²sica no la reclama de forma tan evidente. As¨ª, los seis cantantes echaron toda la carne en el asador al cantar la pregunta ¡°?C¨®mo puede ser que yo viva si me matas?¡±, o la totalidad de Tribulationem et dolorem, de Gesualdo en ambos casos, la segunda m¨¢s en l¨ªnea con el compositor imprevisible y protomoderno que fascinara a Igor Stravinski.
Acertaron tambi¨¦n en general al traducir las numerosas ant¨ªtesis y la sucesi¨®n de ox¨ªmoron (amargor y dulzura, hielo y fuego, vida y muerte) de los poemas, si bien dejaron escapar otras oportunidades menos evidentes en las que la m¨²sica se beneficiar¨ªa sin duda de una pintura sonora m¨¢s en la l¨ªnea de Caravaggio. Aun as¨ª, qued¨¦monos con lo bueno, que es la dedicaci¨®n fiel y concentrada de estos magn¨ªficos cantantes a un repertorio extraordinariamente exigente y la entronizaci¨®n de Gesualdo como uno de los grandes del madrigal en el ocaso del Renacimiento, por m¨¢s que aqu¨ª nos hayamos quedado todav¨ªa a las puertas de la irrupci¨®n del genio impredecible. El p¨²blico sigui¨® todo el concierto atent¨ªsimo, con la ayuda indispensable de las traducciones de los textos en el programa de mano. Con la chanson borgo?ona del siglo XV y el Lied alem¨¢n del siglo XIX, el madrigal renacentista italiano marca una de las cumbres absolutas de la fusi¨®n de m¨²sica y poes¨ªa en la mayor intimidad.
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