¡®?ngels a Am¨¨rica¡¯: m¨¢s vida
David Selvas dirige en el Lliure una estupenda versi¨®n de la conocida obra de Tony Kushner
Imposible resumir en pocas l¨ªneas esta catedral caleidosc¨®pica de teatro puro, vida cotidiana, fugas fant¨¢sticas y miedos del paso al a?o 2000 (con el sida y el ascenso del conservadurismo tristemente a la par) que es ?ngels a Am¨¨rica (1992), de Tony Kushner. En 1996, la primera parte, en catal¨¢n, inaugur¨® el TNC de Barcelona, con grandes interpretaciones dirigidas por Flotats. La temporada pasada vi la reposici¨®n integral, de casi siete horas, en el National de Londres, dirigida por Marianne Elliott. Las dos entregas que acaban de estrenarse en el Lliure, traducidas y adaptadas por Albert Arribas, duran 130 minutos cada una. Que faltan cosas es obvio, pero es una estupenda versi¨®n y un soberbio trabajo de equipo a las ¨®rdenes de David Selvas. En escena, la Kompanyia Lliure, con tres invitados: Vicky Pe?a, Pere Arquillu¨¦ y ?scar Rabadan. Diez int¨¦rpretes tentaculares.
Muchas figuras en espejo, complementarias o enfrentadas. S¡¯acosta el mil.leni, entrega inicial, comienza con un anciano rabino recordando la generaci¨®n jud¨ªa que lleg¨® a Estados Unidos; la segunda parte, Perestroika, arranca con el discurso del ¡°¨²ltimo bolchevique¡±: Vicky Pe?a se transmuta en ambos, aunque su cima es Hannah Pitt, de la que luego hablar¨¦. Hay un d¨²o antag¨®nico, unido por la enfermedad: el de Prior Walter y Roy Cohn. Joan Amarg¨®s es un Prior conmovedor, divertido, complejo, sacudido por la enfermedad y lleno de coraje. Roy Cohn, un canalla ultraderechista, feroz y corrupto, con un secreto tras su fachada, es Pere Arquillu¨¦, en un trabajo superlativo y cercano a Nathan Lane, que lo interpret¨® en Londres. Muchas cosas han cambiado desde la era de Reagan, pero la era de Trump ha retomado otras y las ha propulsado hasta el esperpento salvaje. V¨ªnculo a retener: Roy Cohn fue consejero del joven Donald Trump.
Volvamos a la ficci¨®n. M¨¢s personajes: Joe Pitt (Eduardo Lloveras), abogado republicano y morm¨®n, y Louis Ironson (Joan Sol¨¦), funcionario izquierdista y gay militante. Sus escenas echan chispas de deseo y culpa. Harper Pitt, la atribulada esposa de Joe, quiere escapar a una Ant¨¢rtida mental ¡°donde las l¨¢grimas se congelan¡±. J¨²lia Truyol la sirve con vigor y, a ratos, un poco gritada. Antes mencion¨¦ a Hannah Pitt, la madre de Joe, que viaja de Salt Lake City a Manhattan, y mucho m¨¢s all¨¢, porque es quien m¨¢s cambia. Pura humanidad a cargo de Vicky Pe?a, en el rol, por cierto, que interpret¨® su madre, Montserrat Carulla, dirigida por Flotats. Quim ?vila es Belize, enfermero y ex drag queen, l¨²cido y sarc¨¢stico: muy buen trabajo, chispeante, rebosante de encanto y valent¨ªa en sus enfrentamientos con Roy Cohn. La cuesti¨®n de si el personaje de Belize ha de ser interpretado o no por un actor de raza negra deber¨ªa haberse resuelto antes del estreno y no con un mensaje proyectado en medio de la funci¨®n.
Cl¨¤udia Benito recrea a la enigm¨¢tica se?orita Fake (Mr. Lies en el original) y sobre todo al fantasma de Ethel Rosenberg, que en la segunda parte acosa a Cohn, impulsor de su ejecuci¨®n en la silla el¨¦ctrica. Las intervenciones del ¨¢ngel (Raquel Ferri, que tambi¨¦n encarna a la enfermera Emily) cortan el aliento, con unos vuelos acrob¨¢ticos que si no se ven no se creen, y no hay que perderse el mano a mano (por as¨ª decirlo) con Pe?a. ?scar Rabadan dibuja a cuatro personajes a cual m¨¢s distinto, desde m¨¦dico maduro hasta chapero violento.
En algunos aspectos prefiero la puesta del Lliure a la de Londres. La escenograf¨ªa de Max Glaenzel permite una gran fluidez de espacios, con el formidable crescendo que cierra la primera parte. Me gustan las filmaciones de Joan Rod¨®n, que subrayan los momentos m¨¢s ¨ªntimos y reinventan paisajes: el momento casi m¨¢gico en que, sin modificar nada del decorado, se rueda la llegada de la madre Pitt y parece que realmente est¨¦ en una calle del Bronx. El decorado de Perestroika hace pensar en un espect¨¢culo de Ivo van Hove, con mayor protagonismo de las mesas de camerino y sus espejos bordeados de bombillas. En esa segunda parte hay escenas brillant¨ªsimas (los enfrentamientos de los personajes principales, los encuentros de Hannah y Prior, la nana de Ethel, el kaddish de Louis) y el a?adido de una burbujeante pieza musical en clave de apoteosis gay que parece un homenaje a Dennis Potter, pero algunas tramas me siguen resultando un poco fatigosas, y la parte del centro morm¨®n nunca me ha acabado de convencer, aunque aqu¨ª est¨¢ resuelta muy imaginativamente. Notables trabajos de luz (Mingo Albir) y sonido (Damien Bazir), con dos aspectos a mejorar: me parece que hay excesiva oscuridad en algunos momentos y convendr¨ªa clarificar los primeros di¨¢logos del hospital, demasiado ¡°encapsulados¡± al principio en el cubo de vidrio. Si tuviera que definir el espect¨¢culo en tres palabras dir¨ªa: humor, pasi¨®n, emoci¨®n. ¡°Esperanza¡± ser¨ªa la cuarta. Y una frase que me vuelve siempre: ¡°M¨¢s vida¡±, pide Prior al final, frente al ?ngel de las Aguas en Central Park. La obra la tiene y la da, desde el primer d¨ªa. Por cierto: un mes en cartel es poco para este esfuerzo.
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