El misterio de los enanos de Vel¨¢zquez que pierden sus nombres
El Museo del Prado cambia la identidad de dos retratos del pintor sevillano, pero no descubre qui¨¦nes son
Los Austrias emplearon a un loco o a un enano por a?o, como escribi¨® el historiador del arte Jos¨¦ Moreno Villa. La Corte quer¨ªa diversi¨®n y entretenimiento, quer¨ªa ¡°gente de placer¡±. La misi¨®n de estos personajes era acabar con las penas de los reyes y los nobles. Entre 1563 y 1700 hubo m¨¢s de 120 de estos especialistas en barrer la melancol¨ªa de la Corte, aunque solo una veintena de ellos fueron retratados. El problema surgi¨® cuando los historiadores del arte, hace siglo y medio, quisieron conocer sus nombres. Se encontraron con la invisibilidad de estos protagonistas que no fueron ¡°criados normales¡± (como se asegura en la historiograf¨ªa tradicional), ni tampoco normalizados: ser enano o loco en la Corte era no figurar en ninguna parte. No hay rastro de ellos ni en n¨®minas, ni en asientos, ni en pagos. No ten¨ªan oficio, ni cargo, aunque debieron atender el encargo de alegrar la vida del Alc¨¢zar viejo (residencia de los reyes en tiempo de los Austrias). Entonces se les conoc¨ªa como ¡°sabandijas palaciegas¡±. Hoy los vemos como peque?os h¨¦roes sin historia.
No exist¨ªan, pero Vel¨¢zquez los inmortaliz¨®. ¡°Un retrato costaba mucho dinero, por eso Vel¨¢zquez no los retrat¨® porque quisiera. Posiblemente fue un encargo de Felipe IV al pintor, pero no hemos encontrado el documento de la orden. Conocemos algunos nombres de los personajes, pero nos falta saber el porqu¨¦ de la petici¨®n¡±, cuenta a EL PA?S el historiador del arte ?ngel Aterido. Para este investigador, el problema es que la documentaci¨®n no aclara sus discapacidades.
¡°Buscamos informaci¨®n que la documentaci¨®n no contiene¡±, cuenta Aterido. Por eso los nombres de los retratados bailan. De hecho, gracias a una investigaci¨®n de los especialistas Pablo P¨¦rez D¡¯Ors, Richard Johnson y Don Johnson de hace seis a?os, el Museo del Prado acaba de alterar la personalidad del retrato conocido hasta el momento como Sebasti¨¢n de Morra. Ahora su retrato ha pasado a llamarse El Primo. Y el conocido como Diego de Acedo ser¨¢ simplemente Buf¨®n con libros, seg¨²n publica Abc. De sus nombres, ni rastro. Nadie sabe qui¨¦nes fueron, como ya avanz¨® el primer historiador que se interes¨® por sus vidas, Jos¨¦ Moreno Villa, en su reconocido estudio de 1939, Locos, enanos, negros y ni?os palaciegos.
La diversi¨®n, cuenta Moreno Villa, ten¨ªa un l¨ªmite. ¡°Felipe IV deb¨ªa tenerlos a raya¡±, escribe. Un buf¨®n toreador, que se llamaba Crist¨®bal de Casta?eda y Pernia (apodado Barbarroja), se atrevi¨® a re¨ªrse del rey y fue desterrado a Sevilla por el monarca. Fueron muy favorecidos, a pesar de su invisibilidad documental, y abusaron de sus puestos de confianza, porque hac¨ªan de mensajeros y esp¨ªas. A base de ¡°ditirambos y cr¨ªticas¡± influ¨ªan en la opini¨®n p¨²blica. El historiador cuenta lo ¨²tiles que fueron para el servicio real, incluso para hacerse crecer: ¡°Mirando los retratos de Felipe IV con Soplillo, y de Isabel Clara Eugenia con la enana Magdalena Ruiz, surge la sospecha de que los enanos gustasen a las personas reales por el realce que prestaban a su figura¡±.
Mirando el retrato de Felipe IV con Soplillo surge la sospecha de que los enanos gustasen a las personas reales por el realce que prestaban a su figura Jos¨¦ Moreno Villa
As¨ª que cada vez que se enfrenten, en el museo, a ese hombre que nos mira retador, sin apartar la vista desde hace casi cuatro siglos, recuerden que ya no es Sebasti¨¢n de Morra, sino El Primo. Este acompa?¨® a Felipe IV a Arag¨®n en 1644, y all¨ª fue retratado por Vel¨¢zquez. El monarca lleg¨® con cuatro a?os de retraso a la campa?a militar contra el levantamiento catal¨¢n. Para Moreno Villa, El Primo es el apodo de Diego de Acedo, cuyo segundo apellido era Vel¨¢zquez. La iron¨ªa hizo el resto.
?ngel Aterido recalca que Vel¨¢zquez se plantea un retrato ¡°normal¡± de personas que estaban en los m¨¢rgenes de la ¡°normalidad¡±, para conquistar un enfoque muy real e inmediato. Lo mismo hizo con los fil¨®sofos al vestirlos de mendigos. ¡°La visi¨®n de Vel¨¢zquez es acercar el representado al espectador, buscando el p¨¢lpito de la vida que tienen. No son personajes est¨¢ticos. El ¨²nico que es una estatua en sus retratos es el rey, el resto est¨¢ vivo¡±, explica.
Para el experto, a los enanos les ha pasado como a las mujeres en la historia del arte, que han sido marginados. Eso ha cambiado. ¡°La historiograf¨ªa evoluciona con la sociedad. Por m¨¢s que estudiemos nuestro pasado lo haremos siempre desde nuestro tiempo y desde los intereses contempor¨¢neos. Focalizar ahora sobre los m¨¢rgenes de lo considerado gran pintura es l¨®gico, porque nuestra sociedad est¨¢ recuperando esa parte de la sociedad olvidada¡±, cuenta.
En su libro Locos, enanos y hombres de placer en la corte de los Austrias?(Presencia), el catedr¨¢tico de Historia del Arte Fernando Bouza se interes¨® por estas sombras del relato hist¨®rico, cuya presencia tiene por objetivo ennoblecer a los grandes personajes, de quienes s¨ª conocemos todos sus datos personales. Sin embargo, le llama la atenci¨®n la necesidad de poner nombres a esta ¡°gente de placer¡± retratada por Vel¨¢zquez para devolverles a la vida. ¡°Todav¨ªa no sabemos qui¨¦n era el caballero de la mano en el pecho o el cardenal de Rafael, ambos en el Museo del Prado, y sin embargo estamos obsesionados ¡ªdesde Pedro de Madrazo, en 1872¡ª con el mito del retrato intimista que los dignifica¡±, se?ala.
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