Lucrecia Martel: ¡°La ultraderecha que viene puede ser peor que el nazismo¡±
La cineasta reflexiona sobre el maltrato de Argentina a sus comunidades ind¨ªgenas mientras prepara un documental sobre el asesinato del cacique Javier Chocobar
Los jugadores de Boca Juniors entraban al campo de La Bombonera para disputar la final de la Copa Libertadores contra River Plate cuando Lucrecia Martel (1966, Salta) lleg¨® al hall del Hotel Hermitage de Mar del Plata rodeada de sus colaboradores. Los c¨¢nticos de aliento de los xeneizes -"yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero m¨¢s"- que retumbaban en la televisi¨®n el domingo parecieron aqu¨ª dedicados a la directora argentina, una de las m¨¢s admiradas del cine latinoamericano. "?Ya estamos en el horario?", pregunta Martel ajena al partido que ha paralizado al pa¨ªs. "Por eso no hab¨ªa nadie en ning¨²n lado", agrega entre risas la realizadora de La ci¨¦naga, La ni?a santa, La mujer sin cabeza y Zama. Es una de las estrellas invitadas al 33 Festival de Cine de Mar del Plata, donde brindar¨¢ una clase sobre sonido y cine.
Idiomas entremezclados, susurros, sonidos de la naturaleza, frases superpuestas e inconclusas forman parte del paisaje sonoro de la filmograf¨ªa de Martel. "No puedo concebir el sonido como una cosa que se le pega a la imagen sino que el sonido fue el camino para trampear y sacarse la presi¨®n de la educaci¨®n y ver cosas que uno quiere tratar de ver", arranca en la entrevista. En Zama, la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la novela hom¨®nima de Antonio Di Benedetto, la presencia sonora es protagonista de varias escenas de gran fuerza po¨¦tica. En las anteriores, se le suman tambi¨¦n di¨¢logos en los que asoma la cultura del norte argentino "donde la conversaci¨®n, el cuento, el rodeo es algo que lo notas mucho en el habla cotidiana".
Salta, la ciudad del noroeste donde naci¨® y vivi¨® hasta los 19 a?os, forma parte de lo que en Argentina se conoce como el interior, en contraposici¨®n a Buenos Aires, una estructura de centro versus periferia que ya estaba presente en la ¨¦poca colonial retratada en Zama. "Nuestros pa¨ªses tienen todav¨ªa una impronta de la colonia tan fuerte que est¨¢n configurados con un polo de producci¨®n, de comercio, de decisiones administrativas y despu¨¦s est¨¢ el resto que crece a la buena de dios. Esa estructura colonial, que mir¨¢ cuantos a?os llevamos, 500, no se ha podido modificar o s¨®lo muy levemente. El pasado colonial nuestro est¨¢ tan presente en las decisiones que se toman que despu¨¦s de la independencia incluso agudizaron algunas cosas", dice Martel.
"El estatuto del indio, por ejemplo, durante la colonia espa?ola ten¨ªa m¨¢s beneficios y leyes que lo proteg¨ªan que despu¨¦s de la independencia. Despu¨¦s casi desaparece la condici¨®n de ser ind¨ªgena, era como un ciudadano que en realidad no contaba para la vida pol¨ªtica ni econ¨®mica y las tierras que eran de ellos pasan a ser fiscales. Toda la situaci¨®n del mundo ind¨ªgena empeora a partir de la independencia. En este pa¨ªs echamos la culpa a los pa¨ªses que nos colonizaron y hemos inventado esa mitolog¨ªa de los h¨¦roes del siglo XIX cuando en realidad lo ¨²nico que hicimos fue legitimar una matriz de exclusi¨®n enorme", contin¨²a.
Pregunta. ?Por qu¨¦ los argentinos tienden a negar sus ra¨ªces ind¨ªgenas?
Respuesta. Ese buen v¨ªnculo de comunicaci¨®n intelectual con las metr¨®polis europeas hizo que este pa¨ªs no pueda concebirse a s¨ª mismo pensado desde ac¨¢ sino con una especie de adaptaci¨®n superficial de las ideas europeas. En el norte, a pesar de que no est¨¢ reconocido, es tan fuerte que lo sent¨ªs en la comida, en las fiestas populares. Buenos Aires es como si fuese una ciudad que empieza a principios del siglo XX. La administraci¨®n ve a las comunidades como un problema y no parte de la diversidad. La prueba de c¨®mo se legitim¨® el modelo colonial o de c¨®mo se empeor¨® es la situaci¨®n actual de los pueblos ind¨ªgenas y de todos los conflictos que hay alrededor de la tierra.
P. El cacique Javier Chocobar fue asesinado en uno de esos conflictos por la propiedad de la tierra. ?Qu¨¦ la llev¨® a querer grabar un documental sobre este crimen?
R. Primero porque los cuatro minutos antes de que lo asesinen est¨¢n filmados por el due?o del campo. Se ve la preparaci¨®n para ese crimen y me interpel¨® el uso de la imagen por parte de alguien que est¨¢ armado. Que adem¨¢s de la c¨¢mara tiene un rev¨®lver. Y en la medida que fui investigando m¨¢s trat¨¦ de reconocer esa raz¨®n blanca que se impuso en este continente y que no le ha hecho ning¨²n bien. Trat¨¦ de reconocer c¨®mo se va articulando eso en el lenguaje, en la creaci¨®n de im¨¢genes, en el aparato teatral de un juicio. Aunque por suerte (los asesinos) fueron condenados, todo lo que sucedi¨® en el juicio tuvo muchas faltas de respeto hacia las personas de la comunidad. Tenemos muy profunda en la cultura una inequidad y una falta de visi¨®n sobre el otro.
P. ?C¨®mo convive como cineasta con el momento actual en el que todos grabamos todo lo que ocurre a nuestro alrededor?
R. Es muy interesante. ?Qu¨¦ otro momento de la humanidad estuvo tan retratado? Desde las cosas m¨¢s ¨ªntimas, que pod¨¦s encontrar en cualquier p¨¢gina de pornograf¨ªa, hasta la m¨¢s trivial y la m¨¢s solemne. Lo que pasa es que la tecnolog¨ªa permiti¨® una hipernarratividad a una porci¨®n de la sociedad que se ampli¨® un poco, pero el sector que estaba subrepresentado ahora desaparece por completo. Y hay una situaci¨®n que me preocupa mucho. La hipenarratividad es sobre todo a trav¨¦s de los tel¨¦fonos celulares y los que tienen acceso a backapear conservar¨¢n el registro, pero en las comunidades o en los lugares m¨¢s pobres nadie tiene un disco r¨ªgido. Mientras hago este documental y voy a los cerros buscando por los ranchitos a ver si tienen fotos, tengo m¨¢s posibilidades de encontrar fotos de los a?os 40, de los a?os 20, cuando tener una foto era un registro importante para la familia, que de ahora, que la gente joven cree que tiene las cosas pero las van borrando y nadie va backapeando.
P. Como muchas otras actrices argentinas estuvo implicada en la campa?a a favor de la legalizaci¨®n del aborto. ?C¨®mo vivi¨® esos meses de debate y el rechazo en el Senado?
R. La sensaci¨®n que tenemos las mujeres de no estar solas para m¨ª es in¨¦dito, nunca me pas¨® en mi vida. Y sin embargo el otro lado aprendi¨® a organizarse a trav¨¦s de las redes y para m¨ª est¨¢ en ascenso. Es apabullante lo que est¨¢ pasando en el mundo, el resurgimiento de la ultraderecha, lo veo en todos los pa¨ªses a los que voy, en Europa y Am¨¦rica. Es un pensamiento que no es org¨¢nico, porque no tiene una visi¨®n total de la realidad sino que se maneja con esl¨®ganes, como [el brasile?o Jair] Bolsonaro, pero ese pensamiento es exitoso en el actual sistema de medios. Y curiosamente hay sensaci¨®n de impotencia y creencia de que se va a parecer a algo que ya conocimos. Uno piensa en el nazismo y sinceramente lo que viene puede ser peor, porque ahora la manipulaci¨®n en las redes es persona a persona.
P. ?Bolsonaro y la ultraderecha pueden ser peores que el nazismo?
R. Para m¨ª, s¨ª. Sinceramente puede ser y estamos un poco dormidos.
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