¡°Balthus no era un pintor pornogr¨¢fico¡±
Un t¨¦ con Setsuko Ideta, viuda del artista, en la casa donde viv¨ªan en Suiza La Fundaci¨®n Beyeler expone 40 obras esenciales del autor que en febrero viajar¨¢n al Museo Thyssen
Setsuko Ideta ten¨ªa 18 a?os cuando, en 1962, conoci¨® en Kioto a Balthasar Klossowski (Balthus). ?l, considerado ya uno de los artistas m¨¢s singulares del siglo, ten¨ªa 53 y hab¨ªa viajado hasta Jap¨®n enviado por el escritor y pol¨ªtico Andr¨¦ Malraux, para exponer en Par¨ªs lo mejor del arte nip¨®n. Ella le hizo de traductora y nunca m¨¢s volvieron a separarse. Se casaron en 1967 y 10 a?os despu¨¦s encontraron en medio de los Alpes, en el pueblo suizo de Rossini¨¨re, lo que ser¨ªa la casa de sus sue?os: el Gran Chal¨¦, una t¨ªpica construcci¨®n de madera de cinco plantas y 113 ventanas que el artista consigui¨® a cambio de cinco cuadros. Un camino vecinal separa la vivienda del estudio en el que trabaj¨® Balthus hasta su ¨²ltimo d¨ªa, el 18 de febrero de 2001, con 92 a?os.
Con quimono de seda amarillo, calzada con geta y el negr¨ªsimo cabello recogido en un mo?o, Setsuko Ideta (Tokio, 1943) habla con orgullo de la retrospectiva que se le dedica a Balthus en la Fundaci¨®n Beyeler de Basilea, una coproducci¨®n con el Museo Thyssen que se ver¨¢ en Madrid del 19 de febrero al 26 de mayo de 2019. Ella se mueve despacio entre los centenares de objetos que ocupan el estudio y pide con dulzura a los periodistas ¡ªinvitados por el Thyssen¡ª que tengan mucho cuidado con las mochilas. Cada objeto es un tesoro. Con la mirada en los impresionantes pinares que se ven desde el ventanal y ante un gran lienzo inacabado, cuenta cosas que quiz¨¢s haya repetido decenas de veces, pero suenan como si las pronunciara por vez primera.
Asegura Setsuko que todo est¨¢ como ¨¦l lo dej¨®, incluido el cenicero en el que se amontonan colillas de los cigarrillos que consum¨ªa sin cesar. Est¨¢ su chaise longue, la manta roja con la que se abrigaba cuando pintaba desde la silla de ruedas, mandiles azulones, montones de pinceles, tubos y brochas, aceites, morteros, buriles, sus gafas y frascos repletos de pigmentos con los que ella le ayudaba a preparar los colores.
Su muerte
Recuerda Setsuko Ideta que el mismo d¨ªa de la muerte de su esposo estuvieron charlando tres horas junto a la hija de ambos, Harumi, dise?adora de grandes firmas de lujo. ¡°Est¨¢bamos en casa y de repente sinti¨® la necesidad de ir al estudio. Dijo que se sent¨ªa muy feliz. Pese al goteo y al ox¨ªgeno que ten¨ªa que llevar para respirar, parec¨ªa rejuvenecido de golpe. Cruzamos la vereda. Contempl¨® un lienzo en el que trabajaba desde hac¨ªa tiempo. Tras un rato, pidi¨® retornar a la casa y muri¨® en su habitaci¨®n muy tranquilo¡±.
La condesa Setsuko ¡ªas¨ª se hace llamar porque as¨ª lo decidi¨® su esposo¡ª tambi¨¦n es pintora, pero renunci¨® para convertirse en ayudante de su marido. Ella dice que nunca se sinti¨® relegada y que no le cost¨® abandonar su carrera porque ¡°¨¦l era un genio¡±. Trabajar para Balthus era f¨¢cil, aunque ten¨ªa que estar atenta para ejecutar sus instrucciones. ¡°Cuando se pon¨ªa delante de la obra, se aislaba. No se le pod¨ªa molestar. Fuimos de los primeros en tener un tel¨¦fono en estas monta?as, pero llamara quien llamara, aunque fuera De Gaulle, no admit¨ªa interrupciones¡±. En el interior de la casona donde la se?ora Balthus ha organizado un t¨¦ con nueces y bizcocho para la visita, hay libertad para deambular por las salas y habitaciones en las que vive con su hija y sus nietos. Fotos de Henri Cartier-Bresson o Man Ray se alternan con cuadros inacabados, animales disecados o dibujos escolares. Setsuko cuenta que asistir¨¢ a la muestra de Balthus en el Thyssen, igual que hizo con la antol¨®gica del Museo Reina Sof¨ªa, en 1996. La versi¨®n de Madrid ser¨¢ m¨¢s amplia que la de Basilea. Puede llegar a las 45 pinturas. Balthus pint¨® poco m¨¢s de 300 (Renoir, por ejemplo, firm¨® m¨¢s de 5.000) y la mayor parte pertenecen a coleccionistas privados.
?Qu¨¦ opinar¨ªa Balthus sobre las 11.000 firmas que pidieron la retirada de su Th¨¦r¨¨se so?ando del Metropolitan de Nueva York por ¡°pornogr¨¢fica¡±? Setsuko no duda: ¡°Les dir¨ªa que hicieran lo que les diera la gana. No era un pintor pornogr¨¢fico. Creo que los cristianos tienen un problema con el erotismo. Soy animista y para nosotros el sexo es maravilloso¡±. En sus memorias, Balthus afirma: ¡°Mis ni?as sobrepasan la condici¨®n mortal, exaltan la vida con la tensi¨®n de su carne, con la luz que las rodea¡±. No encuentra nada turbio en su tratamiento. La ¨²nica obra que reconoce como porno, no incluida en la muestra, es La lecci¨®n de guitarra, donde la profesora ta?e la vulva de una ni?a recostada en su regazo. El artista ten¨ªa entonces 28 a?os.
Una vida llena de misterios
La vida de Balthus est¨¢ llena de misterios que ¨¦l mismo cultiv¨®, no dando entrevistas o difundiendo datos contradictorios o falsos. Para Guillermo Solana, director art¨ªstico del Museo Thyssen, lo importante es mirar sus cuadros: ¡°En ellos est¨¢n su verdad y su valor¡±.
Los comisarios de la muestra de Basilea y Madrid, Rapha?l Bouvier y Juan ?ngel L¨®pez-Manzanares, intentan desbrozar su historia, asumiendo que todo es cuestionable. Nacido en Par¨ªs en 1908, era el segundo hijo de Erich Klossowski, profesor de arte de origen polaco, y Baladine Spiro, pintora rusa. Su hermano era el c¨¦lebre Pierre Klossowski. La familia se refugi¨® en Suiza durante la Primera Guerra Mundial y all¨ª conoci¨® a la que ser¨ªa su primera esposa, Antoinette de Batteville, madre de dos de sus hijos y modelo de obras como La jupe blanche (1937).
A su vuelta a Par¨ªs, por el domicilio familiar desfilaban artistas que despertar¨ªan su talento: Jean Cocteau, Pierre Bonnard o Rainer Maria Rilke, amante de su madre. Animado por ¨¦l, Balthus decidi¨® aprender a pintar yendo al Louvre cada d¨ªa para copiar a los maestros y renunci¨® a seguir los movimientos triunfantes en Par¨ªs. Amigo de Picasso y Mir¨®, pero alejado de su senda art¨ªstica, logr¨® asombrar con sus composiciones figurativas pobladas de ni?as. Al reconocimiento le seguir¨ªa un brote de grandeza por el que decidi¨® que ten¨ªa un pasado aristocr¨¢tico y se convirti¨® en el conde Klossowski de Rola. Tambi¨¦n habl¨® de su remoto parentesco con Lord Byron. Pero esto, como otras muchas cosas, son leyendas de un artista genial.
Babelia
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