Balthus, violenta intensidad
El inquietante mundo pict¨®rico que desarroll¨® Balthus a lo largo de casi 75 a?os de labor casi secreta, radicalmente alejado de las modas pero ¨ªntimamente ligado a las vanguardias, se recrea ahora con toda su fuerza en la retrospectiva que se le dedica en el Palazzo Grassi, de Venecia. Casi toda su producci¨®n reunida por primera vez.
BALTHUS
Palazzo Grassi. Venecia Desde el 9 de septiembre hasta el 6 de enero de 2002
El Palazzo Grassi, de Venecia est¨¢ a punto de inaugurar una monumental retrospectiva del pintor Balthus, que falleci¨® el 18 de febrero pasado, cuando le faltaban pocos d¨ªas para cumplir los 93 a?os. Muy al estilo enf¨¢tico y espectacular del Palazzo Grassi, anunciar como monumental esta retrospectiva, que cuenta con 250 obras, podr¨ªa parecer una exageraci¨®n, sobre todo, trat¨¢ndose de un artista nonagenario, pero lo cierto es que Balthus produjo cuantitativamente poco, y, adem¨¢s, cortejado siempre por una muy selecta clientela, ha sido muy dif¨ªcil lograr cuadros suyos para las tambi¨¦n comparativamente escasas muestras que permiti¨® organizar, la primera el a?o 1924 en Par¨ªs y una de las ¨²ltimas, en 1996, exhibida precisamente en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa (MNCARS), de Madrid. En todo caso, la treintena larga de exposiciones individuales de Balthus, durante los 75 a?os que estuvo profesionalmente activo, casi nunca estuvieron atestadas de obras, ni siquiera cuando ten¨ªan un car¨¢cter institucional. Recuerdo, por ejemplo, la maravillosa que tuvo lugar, en 1980, en la Scuola Grande de San Giovanni Evangelista, de Venecia, la mejor que he visto, con s¨®lo 30 telas magistrales, pero, en la del MNCARS, con muchos dibujos y bocetos, apenas se rebasaba el centenar de piezas. Por todo ello, contar con 250 obras de este artista, como ahora anuncia la convocatoria del Grassi, nos prepara a enfrentarnos casi con un inventario de toda su producci¨®n, para lo cual, huelga casi decirlo, ha tenido que prestar todo el mundo. Para tal ocasi¨®n, se ha contado con el comisariado de Jean Clair y un montaje de la muy afamada arquitecta Gae Aulenti.
tica, al igual que su hermano, el escritor y pintor Pierre Klossowski, fallecido este mismo verano, Balthasar Klossowski de Rola, conocido por Balthus, logr¨® pasar casi desapercibido durante las tres cuartas partes de su existencia. Me refiero a lo que hoy se entiende por ser famoso o popular, que no lo fue, creo, nunca, ni siquiera cuando, desde hace aproximadamente un cuarto de siglo, su obra comenz¨® a airearse en prestigiosos museos y resonantes plataformas p¨²blicas.
No obstante, este artista caprichoso, exigente y 'secreto' fue apadrinado por algunos de los mejores talentos del siglo XX, empezando por el propio Rilke, pero continuando por Artaud, Bataille, Malraux, Camus, Bonnefoy, Char, Eluard, Fellini o Paz, por no citar a la prestigiosa legi¨®n de cr¨ªticos e historiadores del arte, como Courthion, Rewald, Clark, Lassaigne, Russell, Leymarie, Hess, Lord, Cooper, etc¨¦tera. Por todo ello, al margen de su naturaleza retra¨ªda e indolente, de su car¨¢cter ciclot¨ªmico y de su nula necesidad promocional, es evidente que la obra de Balthus no ha sido de f¨¢cil asimilaci¨®n para el amplio p¨²blico, a pesar de su orientaci¨®n figurativa y literaria, que es lo que se suele alegar como requisito imprescindible para agradar a la multitud.
El problema para la aceptaci¨®n de una obra, claro, es otro: que, sea realista o abstracta, no plantee la menor dificultad o, lo que es lo mismo, que no exija ning¨²n esfuerzo para su eventual contemplador. ?Ay, pero la obra de Balthus se resiste al simple vistazo distra¨ªdo de quien previamente no ha amado la pintura y no se ha demorado jam¨¢s ante los grandes maestros! No se trata de que se reconozca o no las muchas huellas del pasado que fecundaron el estilo de Balthus, articulado a trav¨¦s de la estirpe m¨¢s cl¨¢sica, Giotto, Masaccio, Piero della Francesca, Rafael, Poussin, Ingres, Corot o C¨¦zanne, con sus correspondientes contraluces naturalistas -Caravaggio, Valentin de Boulogne o Manet-, sino de, en efecto, haber dedicado el tiempo preciso a mirar. Todas estas referencias al pasado art¨ªstico, que he espigado seg¨²n me ven¨ªa a la memoria, no significan, sin embargo, que Balthus fuera un artista acad¨¦mico, tradicionalista o, como gusta decir hoy, ecl¨¦ctico; por el contrario, su implicaci¨®n con el arte de vanguardia del XX fue igualmente intensa. ?C¨®mo si no habr¨ªa obtenido el apoyo de personalidades como las que antes se han citado? Balthus estuvo muy pr¨®ximo al surrealismo 'maldito', el heterodoxo, a la vez que mantuvo una relaci¨®n art¨ªstica muy estrecha con alguna de las figuras claves de la vanguardia hist¨®rica, como Andr¨¦ Derain. Pero, c¨®mo decirlo, era un 'independiente', voluntariamente emplazado en los m¨¢rgenes de la vanguardia organizada y, por supuesto, nada 'modista', nada complaciente con el ritual de las novedades de temporada.
En cualquier caso, y por encima de todo, Balthus pose¨ªa un mundo propio, era muy radical y, mientras conserv¨® el caudal de energ¨ªa necesario, de una intensidad casi violenta. Esto hac¨ªa que su portentoso y muy refinado talento para el sincretismo, que tambi¨¦n se extendi¨® -?y c¨®mo!- a la asimilaci¨®n del arte oriental, nunca nos resulte un empalagoso juego de erudici¨®n, sino algo inquietante, cargado de tensi¨®n, profundamente misterioso y, en ocasiones, peligroso, amenazante. En sus cuadros aflora el mal, lo prohibido, pero entre figuras adormecidas, l¨¢nguidas, n¨²biles, cotidianas. Por si fuera poco, en estos casi siempre interiores en los que el tiempo parece suspendido, la soterrada libido acechante queda como 'esculpida' por una capa de materia calc¨¢rea, que congela los gestos, las emociones, el cruce sesgado de las miradas. En este sentido, no es extra?o que la producci¨®n de Balthus fuera, como se apunt¨®, comparativamente corta.
En realidad, realiz¨®, todo lo m¨¢s, medio centenar de cuadros, siendo el resto como aproximaciones, ensayos, apuntes, bocetos, variantes, lo que no quita que bastantes de ¨¦stos y, sobre todo, sus soberbios dibujos no dejen de producirnos por igual escalofr¨ªos. Sea como sea, esta retrospectiva del Palazzo Grassi, la m¨¢s ambiciosa jam¨¢s acometida, nos dar¨¢ la oportunidad ¨²nica de comprobar el alcance de esta sobrecogedora intensidad a trav¨¦s de la extensi¨®n: lo nunca visto en Balthus.
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