El tr¨¢gico final de Granados: naufragio por tocar en la Casa Blanca
Un documental ahonda en la vida del compositor que muri¨® tras ser torpedeado su barco en el canal de la Mancha por los alemanes
Si el presidente Woodrow Wilson no se hubiese empe?ado en invitarle a dar un recital en la Casa Blanca, la ruta de regreso hubiera sido distinta para Enrique Granados y Amparo Gal, su esposa. Pero el honor merec¨ªa un cambio de billetes. Quer¨ªan agasajarle en Washington tras su ¨¦xito con la ¨®pera Goyescas en Nueva York. Lo que es el mal fario¡ El transatl¨¢ntico para el que compr¨® pasaje directo a Barcelona no se hundi¨®. En cambio, s¨ª qued¨® hecho pedazos el Sussex, aquel ferri que debieron coger para no hacerle un feo al mandatario estadounidense. Se embarcaron a bordo tras una escala en Londres y naufrag¨® el 24 de marzo de 1916, cuando atravesaba el canal de la Mancha.
La Primera Guerra Mundial dictaba su ley. Fue torpedeado por el submarino comandado por el temible capit¨¢n Herbert Pustkuchen, perteneciente a la armada alemana, tras un acto de frialdad asesina injustificado, a juicio del bi¨®grafo de Granados, Walter Aaron Clark. As¨ª fue como se trunc¨® su ¨¦xito creciente a los 49 a?os y dej¨® hu¨¦rfanos a seis hijos.
¡°No debi¨® morir, volv¨ªa de Estados Unidos con nuevas ideas que sin duda habr¨ªan dado un paso adelante importante para la m¨²sica espa?ola¡±, asegura Torres-Pardo.
El temor del m¨²sico hacia un destino tr¨¢gico result¨® m¨¢s que justificado. Parec¨ªa una exageraci¨®n por parte de quienes trataban de aplacar su pavor a viajar por mar. Dudaba regresar del viaje obligado al estreno de Goyescas. Granados detestaba las traves¨ªas marinas. La fuerte tormenta que les agarr¨® a la ida le aterroriz¨®. Intu¨ªa una desgracia. Y cuando dej¨® de temerla a su regreso, ocurri¨®.
Lo cuenta El amor y la muerte. Historia de Enrique Granados, el documental que ha rodado Arantxa Aguirre en colaboraci¨®n con la pianista Rosa Torres-Pardo. ¡°Su final, aparte de una tragedia personal y nacional, representa un s¨ªmbolo de la fuerza bruta del destino. Me parece tan expl¨ªcito y contundente que me he esforzado en contarlo de la manera m¨¢s limpia posible, sin a?adir ni subrayar, para dejar a los espectadores solos con su emoci¨®n y sus preguntas¡±, afirma la cineasta.
Y as¨ª quedan quienes acuden a verlo estos d¨ªas al C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid ¡ªla pr¨®xima proyecci¨®n es este domingo, 25 de noviembre¡ª: con el agujero de la maldici¨®n revoloteando mientras, al tiempo, degustan las apariciones de m¨²sicos y bailaores rindi¨¦ndole homenaje. El cartel re¨²ne, entre otros a Arc¨¢ngel, Roc¨ªo M¨¢rquez o Juan Manuel Ca?izares, al director de orquesta Jaime Mart¨ªn y chelista Adolfo Guti¨¦rrez Arenas, a los cantantes Carlos ?lvarez y Nancy Fabiola Herrera, al Cuarteto Bret¨®n o al pianista ruso Evgeni Kissin, encargado de demostrar la vigencia de Granados a escala global.
¡°No debi¨® morir, volv¨ªa de Estados Unidos con nuevas ideas que sin duda habr¨ªan dado un paso adelante importante para la m¨²sica espa?ola¡±, asegura Torres-Pardo. Caminos que ahondaban en el mestizaje y el acercamiento a la m¨²sica popular. ¡°De alg¨²n modo, Falla fue el continuador de su trabajo y el de Alb¨¦niz. Tambi¨¦n quien m¨¢s se acerc¨® al flamenco y a los inicios de un sonido m¨¢s pr¨®ximo al de hoy¡±, a?ade. ¡°Aun as¨ª, Granados fue un hombre de su tiempo. Vivi¨® aquel cambio al modernismo a partir de Wagner, Faur¨¦ o Debussy. Tambi¨¦n ellos le contagiaron su m¨²sica y ¨¦l supo hacerla convivir con danzas espa?olas, como la de Antonia Merc¨¦ o tonadillas para ser cantadas por int¨¦rpretes de copla¡±.
La modernidad de su propuesta mestiza es algo que pone en valor el documental. ¡°Por eso resulta tan enriquecedor hacer una revisi¨®n con el cante o la danza flamenca o con su interpretaci¨®n a la guitarra, ni m¨¢s ni menos que una b¨²squeda del origen de esta m¨²sica pero tambi¨¦n un deseo de mirar hacia delante¡±, asegura la pianista.
Unir m¨²sica y cine siempre lleva su cuota de audacia. Pero adictiva, a juzgar por la experiencia de Arantxa Aguirre. Lo ha probado en propuestas anteriores como Dancing Beethoven, junto a Zubin Mehta o Una rosa para Soler, tambi¨¦n con Torres-Pardo. ¡°Las historias sobre m¨²sicos conllevan siempre un gran riesgo. Su arte resulta autosuficiente y te preguntas qu¨¦ sentido tiene llevarlo al cine. Pero cuanto mayor es el riesgo, m¨¢s crece para m¨ª el aliciente. Siempre he intentado que las im¨¢genes no se limiten a ilustrar la m¨²sica, porque no lo necesita. Prefiero que dialoguen con ella y que de ah¨ª nazca un tercer lenguaje, el del cine, un arte de s¨ªntesis, un crisol de elementos¡±, afirma Aguirre.
Todo para contar una historia con final no deseado. Si Wilson no lo hubiera invitado a la Casa Blanca, Granados y Amparo Gal no habr¨ªan cambiado el billete que les hubiera trasladado directamente de Nueva York a Barcelona. Cuando atravesaban el canal de la Mancha, Herbert Pustkuchen andaba al acecho. No necesit¨® confirmar que el Sussex era un buque civil. Sab¨ªa que si lo alcanzaba convocar¨ªa fuerzas de rescate militares y asestar¨ªa as¨ª un doble golpe traum¨¢tico al enemigo.
Con el impacto, los Granados se arrojaron al mar y se ahogaron. Sus cad¨¢veres reposan en alg¨²n lugar del fondo del Atl¨¢ntico. Ese mismo d¨ªa, Arthur Rubinstein tocaba en el Palau de la M¨²sica unas Goyescas. Sus hijos asistieron al concierto sin conocer a¨²n la noticia. Ni el pianista polaco ni sus descendientes sab¨ªan lo que hab¨ªa ocurrido a la altura de la costa francesa. Lo que surgi¨® como un gui?o de admiraci¨®n a un compositor vivo se convirti¨® en un homenaje f¨²nebre.
Babelia
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