Lo que una partida que acab¨® a cuchilladas en casa del barbero en 1799 nos dice sobre la historia de Espa?a
Un estudio analiza la sociedad del siglo XVIII a partir de causas judiciales en una peque?a comarca cordobesa por saltarse la prohibici¨®n de apostar jugando a las cartas
El d¨ªa de Todos los Santos de 1799, Juan de Lanzas, un jornalero de 22 a?os, se estaba jugando el dinero a las cartas junto a su compa?ero Juan Cord¨®n, contra Jos¨¦ de Campos y Miguel Cuadrado. Estaban en la parte de atr¨¢s de la barber¨ªa de Domingo de la Luz, en el peque?o pueblo cordob¨¦s de Rute. Tal vez acababan de llegar o quiz¨¢ llevaban jugando toda la noche, el caso es que sobre las nueve de la ma?ana la cosa se calent¨®, De Campos y Cord¨®n se liaron a mamporros y, Lanzas, que se meti¨® por medio a defender a su compa?ero, se acab¨® llevando una pu?alada en el pecho que le dej¨® herido.
Esta reyerta podr¨ªa parecer poco m¨¢s que un suceso de hace 219 a?os, pero el joven historiador Miguel Mohedano se ha molestado en recomponer el relato ¡ªy el de otras ocho partidas de naipes que acabaron en los tribunales a finales del siglo XVIII¡ª a partir de la documentaci¨®n de la Justicia Local de Rute conservada en el Archivo Hist¨®rico Provincial de C¨®rdoba, porque asegura que da muchas pistas sobre c¨®mo era aquella sociedad, cu¨¢les eran las relaciones de los individuos de la ¨¦poca, entre ellos y con los poderes y las leyes. ¡°La primera conclusi¨®n es que todo el mundo jugaba a las cartas a pesar de que estaba prohibido jugar apostando¡±, se?ala Mohedano, estudiante ahora en Salamanca de un m¨¢ster en Estudios Avanzados de Historia, que ha publicado su trabajo de fin de grado ¡ªLos juegos de naipes: resistencias cotidianas en Rute (C¨®rdoba) en la segunda mitad del siglo XVIII¡ª en la revista ?mbitos de Ciencias Sociales y Humanidades.
Mohedano describe un contexto social que navegaba entre las apariencias, representadas por esa prohibici¨®n legal, y la realidad cotidiana, con una extensi¨®n de la pr¨¢ctica tan grande que ten¨ªa que existir cierta permisividad: ¡°En un contexto rural como aquel, donde predominaban las clases populares, los jornaleros, la gente necesitaba una v¨¢lvula de escape, como las fiestas o el juego, para compensar un sueldo bajo y una vida miserable¡±, explica el historiador. Y destaca, adem¨¢s, otro de los casos que ha estudiado, en el que dos mercaderes jugaban en una taberna contra dos ¡°ministros ordinarios¡±, algo as¨ª como polic¨ªas de la ¨¦poca. ¡°Eso pone de manifiesto que todo el mundo jugaba a los naipes y todo el mundo apostaba y todo el mundo incurr¨ªa en delito. Es decir, que el delito en s¨ª era absurdo, pero como era una tradici¨®n...¡±.
Una tradici¨®n que se remonta al Derecho Romano y que, ya en ¨¦poca medieval, vetaba el juego de los dados en muchos puntos de la pen¨ªnsula ib¨¦rica. ¡°Ya en la Edad Moderna la legislaci¨®n sobre los juegos de naipes ir¨¢ ampli¨¢ndose y evolucionando¡± y, con la llegada de la dinast¨ªa Borb¨®nica al trono espa?ol, en el siglo XVIII, llegar¨ªan los cambios m¨¢s importantes. Sobre todo, en 1771, con una pragm¨¢tica sancionada por Carlos III en la que se insist¨ªa en los problemas del juego ¡ªruina de muchas familias, distracci¨®n de los s¨²bditos, conflictos y pendencias al mezclarse con el alcohol¡ª y se admit¨ªa ¡°la ineficacia de todas esas normativas precedentes¡±.
Ambig¨¹edad del texto legal
Sin embargo, esta norma tampoco lleg¨® a solucionar las cosas, como ha podido comprobar Mohedano en el archivo de Justicia Local de Rute, cuyo fondo incluye tambi¨¦n las villas de Benamej¨ª, Izn¨¢jar, Palenciana y otros municipios adscritos como los malague?os Cuevas de San Marcos y Cuevas Bajas. Para empezar, por la propia ambig¨¹edad del texto legal. ¡°En la ley se prohib¨ªan ciertos juegos en concreto (la banca, el fara¨®n, la gaceta¡), pero luego se les sumaban ¡®otros qualesquiera de naypes que sean de suerte y azar, o que se jueguen a envite [que se apueste], aunque sean de otra clase y no vayan aqu¨ª especificados¡¯. Es decir, en principio, cualquier juego de cartas en el que se apostase estaba prohibido, pero m¨¢s adelante se dec¨ªa que estaba prohibido apostar m¨¢s de dos reales, lo cual era absolutamente contradictorio¡±, explica.
Tampoco estaban permitidos los establecimientos que acogieran las partidas, con multas ¡ªque, de no pagarse, significaban c¨¢rcel¡ª mayores para los due?os de los garitos que para los jugadores. En uno de los casos, un hombre admite que dejaba jugar en su casa, a cambio de que le pagasen una ¡°coima¡±, por pura necesidad.
Sin embargo, a Mohedano le llaman la atenci¨®n dos procesos, probablemente los m¨¢s claros, en los que a los presuntos gariteros ¡°apenas se les menciona, ni se les toma declaraci¨®n ni se les castiga¡±. Son los de Pablo Valbuena ¡ªen cuya casa Juan Antonio de Campos, Pedro de Mangas y Juan Pulido estuvieron jugando al can¨¦ en septiembre de 1791¡ª?y el barbero Domingo de la Luz. ¡°Suponemos, conociendo la Edad Moderna y la justicia rural de aquella ¨¦poca, que el corregidor o alguien vinculado al tribunal pod¨ªa tener alguna relaci¨®n con ¨¦l, que era gente importante ¡ªquiz¨¢ simplemente porque era el ¨²nico barbero del pueblo¡ª, y tendr¨ªa alguna preeminencia social y econ¨®mica. Vamos, que no conven¨ªa ni tomarle declaraci¨®n ni castigarle¡±, aventura el investigador.
En su caso, lo que se deduce de todas las declaraciones, es que ¨¦l estaba en la barber¨ªa, se supone que afeitando a muchos clientes en un d¨ªa tan agitado como el de Todos los Santos. Mientras, en la parte de atr¨¢s, en alguno de los cuartos de la casa particular, estaban los jugadores, alguna persona m¨¢s de miranda, as¨ª como la esposa de Domingo de la Luz y su hijo, ¡°que parece ser que eran los que llevaban el negocio oculto de dar cabida a los juegos de naipes¡±. En ese momento, cerca de las nueve de la ma?ana, es cuando comienzan los gritos, los insultos ¡ªel expediente judicial habla de ¡°palabras sucias¡±¡ª, la pelea y la cuchillada a Juan de Lanzas, que fue expulsado de la casa por la mujer y el hijo del barbero, seg¨²n algunos de los testigos. La herida, en todo caso, no debi¨® ser terrible, ya que seg¨²n otros el joven tuvo energ¨ªas para tirarle unas cuantas piedras a la casa antes de retirarse.?
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