Mariah Carey: lo peor de la navidad ya ha pasado
La diva estadounidense, que llevaba nueve a?os sin pisar Espa?a, regresa con un espect¨¢culo anticuado y delirante
Entre los efectos colaterales de la navidad se encuentra la eventualidad de los conciertos navide?os. El peligro existe, en consecuencia, por definici¨®n, por la pura l¨®gica de la terminolog¨ªa, as¨ª que no podremos imputarle a Mariah Carey la responsabilidad ¨ªntegra de un espect¨¢culo como el que lleg¨® ayer empaquetado y con lacito al Wizink Center madrile?o. A la neoyorquina solo habremos de juzgarla por hacer confluir sus propios excesos con los caracter¨ªsticos de la inminente transici¨®n estacional, y en ese sentido la diva rubia no hace nada por evitar ante 7.500 devotos una colisi¨®n de las mayores proporciones.
El concierto-navide?o-de-Mariah-Carey no termin¨® siendo lo que ya la mera sucesi¨®n de estas cinco palabras har¨ªa sospechar; fue mucho m¨¢s terrible. La mente, en ese esfuerzo denodado por encontrar consuelo hasta en las situaciones m¨¢s inquietantes, acaba queriendo pensar que todo el espect¨¢culo respond¨ªa a un ejercicio autopar¨®dico. Pero barruntamos que no, que esta desmesurada soprano de la m¨²sica popular m¨¢s pomposa, enjoyada, recargada y delirante quer¨ªa ofrecernos exactamente lo que nos suministr¨®. Sin complejos, como se dice ahora. Sin miramientos. Incluso sin una migajita de ese sentimiento tan navide?o que es la piedad.
Mariah ha ejercido desde siempre como diva divina, as¨ª que asumiremos detalles como ese vestido inaugural, con lucecitas navide?as bajo los pliegues, que parece una intersecci¨®n entre Farah Diba y las princesas de Disney. Un somero repaso al archivo de la memoria nos lleva a sospechar que el WiZink habr¨¢ vivido much¨ªsimas noches mejores, pero pocas tan disparatadas. Y el disparate siempre da juego como tema de conversaci¨®n en las comidas familiares, si queremos aplicarnos el pensamiento positivo propio de estas fechas.
La tentaci¨®n de enfundarse el gorrito de Pap¨¢ Noel es demasiado poderosa entre los mortales, como en su d¨ªa, y para nuestro estupor, nos demostr¨® hasta el mism¨ªsimo Dylan. Pero digamos que el perfil art¨ªstico de Mariah encaja mejor con la tradici¨®n, la convenci¨®n y el oropel: ella no tiene el menor reparo en montarnos el bel¨¦n completo. Y as¨ª fue, sin que faltara detalle: bolitas, estrellas, copos, cenefas, chimeneas humeantes, mu?ecos de nieve, galletas antropom¨®rficas, chavalas de sonrisa quer¨²bica y baile pizpireta y hasta un coro g¨®spel de movimientos tan espasm¨®dicos que los anuncios de esa bebida carbonatada en la que est¨¢ usted pensando parecer¨ªan en comparaci¨®n un ejercicio de cine gore.
Y as¨ª, villancico va, espumill¨®n viene, el espect¨¢culo oscila entre el musical de temporada, el especial televisivo para el s¨¢bado por la noche, el abierto desprop¨®sito y la constataci¨®n, por si queremos a?adir el factor patri¨®tico, de que el cutrer¨ªo no es un concepto privativo de las galas de OT. Y todo ello, por mucho que Carey profiera aqu¨ª y acull¨¢ sus c¨¦lebres grititos ultras¨®nicos o aproveche para exhibir poder¨ªo en el ¨¢mbito del maquillaje y estilismo, inenarrable en el caso concreto de los pompones la capucha blanca exhibidos para ir a juego con el horror de Silent night.
La navidad, qu¨¦ les vamos a contar, tiene sus cositas. Despu¨¦s de nueve a?os sin visitar Espa?a, una estrella de renombre internacional puede anunciarnos con mucho pompo que su invitado especial del d¨ªa es el mism¨ªsimo Santa Claus (en persona, como en las mejores promociones de los supermercados). En paralelo, sus vestidos tambi¨¦n van ganando en intensidad: el tercero, a partir de Oh Holy night, rojo roj¨ªsimo; el cuarto y definitivo, para el bis de All I want for Christmas, cual jefa de pista circense, lo que permite presumir de buenos muslos. Pero todo es tan cargante que el ef¨ªmero par¨¦ntesis no navide?o suena a nuestros o¨ªdos, en t¨¦rminos comparativos, como si Aretha hubiera decidido bajar un ratito a echar un vistazo. Sobre todo en el caso de Emotion, una d¨¢diva fuera de guion derivada de que nos encontr¨¢bamos ante el ¨²ltimo bolo de 2018 y la gran dama quiso hacer su buena obra de fin de a?o.
Pero volvamos a lo nuestro, a que un oso y un mu?eco de nieve irrumpieran, como en un sal¨®n de actos infantil, para darle color a la ¨²nica canci¨®n de la noche. Al estallido final de confeti. A un Hero en ingl¨¦s con la promesa de que ¡°quiz¨¢ para la pr¨®xima¡± nuestra hero¨ªna nos la interpretar¨¢ en castellano. Pero hagamos acopio de buenas noticias. La primera, que la serenata, incluso con la generosidad fuera de guion, se qued¨® en una prudente hora y cuarto. Y la segunda, que con un poco de suerte, y sin haber abordado a¨²n ni siquiera la Nochebuena ni los reencuentros con los cu?aos, puede que lo m¨¢s dif¨ªcil de digerir de estas navidades haya pasado ya. ?No es como para que se nos escape una sonrisa?
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