El amor es un baile desgarbado

Desde que se conocieron a principios de los 80, el belga Dominique Abel y la canadiense Fiona Gordon llevan explorando su relaci¨®n amorosa como una danza desgarbada en espect¨¢culos teatrales, cortometrajes y una serie de cuatro largometrajes codirigidos y protagonizados por ellos mismos, con la colaboraci¨®n de su compinche Bruno Romy -que, en esta ¨²ltima Perdidos en Par¨ªs, abandona la direcci¨®n para comparecer en un papel secundario-. El arte del d¨²o Abel & Gordon permite recordar que, en el origen, el slapstick habl¨® en franc¨¦s ¨CMax Linder- y reivindica no solo la universalidad y perdurabilidad de un humor visual que cada vez se ha ido marginalizando m¨¢s en el imaginario cinematogr¨¢fico, sino tambi¨¦n su cercan¨ªa con el tradicional arte del clown y con las posibilidades expresivas de la danza contempor¨¢nea.

En Perdidos en Par¨ªs, Gordon y Abel son, respectivamente, una bibliotecaria canadiense que viaja a la capital francesa al encuentro de su anciana t¨ªa ¨CEmmanuelle Riva en el pen¨²ltimo papel de su carrera- y el po¨¦tico vagabundo que, entre el tapiz de encuentros y desencuentros tejido por el azar, acabar¨¢ robando el coraz¨®n a ambas. La propuesta del t¨¢ndem parece suplicar a los espectadores su simpat¨ªa con la inquietante ternura de los ojos llorosos de un payaso en un cuadro de mercadillo. En sus mejores momentos, Abel y Gordon invitan a pensar en descendientes de Keaton o Tati a los que se les han perdido la escuadra y el cartab¨®n, pero en los peores recuerdan bastante el encanto filopublicitario del Jean-Pierre Jeunet de Am¨¦lie (2001).

Con todo, Perdidos en Par¨ªs est¨¢ lejos de ser una pel¨ªcula desde?able: la larga secuencia del resturante flotante hilvana muy bien sus gags, aunque se resiente del hecho de que el resto de actores no comparta la misma flexibilidad expresiva que la apayasada pareja protagonista.