La noble levedad de Jean Becker

Desde el ¨¦xito en el a?o 1999 de La fortuna de vivir, la carrera del franc¨¦s Jean Becker, hijo del cl¨¢sico Jacques Becker, autor de Par¨ªs, bajos fondos, adquiri¨® una gran coherencia expresiva, gen¨¦rica, ambiental y tonal dentro de un universo sin excesivas ambiciones. Hasta entonces director de pel¨ªculas con predominio del policiaco y el criminal, Becker se fue especializando a partir de aquel melodrama de corte moral en una suerte de relato ambientado (casi) siempre en la campi?a francesa, donde personajes de traum¨¢tico pasado se redim¨ªan consigo mismos y con los dem¨¢s tras hallar un sistema de valores asentado en el sentido com¨²n, la experiencia, la nobleza, la capacidad para el perd¨®n y la sabidur¨ªa del terru?o.

Y ah¨ª sigue en la brecha, a los 85 a?os de edad, con El collar rojo, indiscutible heredera de las posteriores Conversaciones con mi jardinero (2007), Dejad de quererme (2008), Mis tardes con Marguerite (2010) y Mi encuentro con Marilou (2012), todas ellas de corte melodram¨¢tico, la mayor¨ªa con un metraje inferior a la hora y media, sin demasiado desarrollo de personajes ni profundidad tem¨¢tica, pero con el toque suficiente para conectar con un arco de p¨²blico muy t¨ªpico de los cines espa?oles de versi¨®n original: en busca de la caricia y de la confirmaci¨®n de su delicadeza, pero con cierta aversi¨®n a los verdaderos problemas morales y a las complejidades narrativas.

Ambientada en 1919, en torno a las consecuencias de la I Guerra Mundial, y narrada a trav¨¦s de variados flashbacks que la van llevando desde una prisi¨®n militar hasta las embarrizadas trincheras de la contienda, El collar rojo es una pel¨ªcula tan leve como segura en su materializaci¨®n de los dos conflictos principales: el honor a la patria y la fidelidad de las relaciones sentimentales. Nunca se desv¨ªa de lo que se espera de ella, una pel¨ªcula de imagen bonita que no plantee desequilibrios en las certezas de la existencia. Y acaba en apenas hora y veinte minutos con las disputas resueltas m¨¢s por inercia que por convicci¨®n.