El Nadal, espejo de las letras espa?olas
El galard¨®n, que se concede ma?ana, cumple 75 a?os. De Laforet a Matute, Ferlosio o Ma?as, la n¨®mina de premiados sirve para contar una historia de la literatura de ese tiempo
Como estaba esa noche de guardia en el diario, no paraba de ir, hecho un flan, a la sala de teletipos. A la 1.45 de la madrugada, el ¨²ltimo escupi¨® que era finalista. Lo grit¨® a pleno pulm¨®n en la redacci¨®n, donde nadie sab¨ªa nada. El director inici¨® gestiones telef¨®nicas, averigu¨® y s¨ª, aquel subordinado hab¨ªa hecho algo m¨¢s que quedar finalista: hab¨ªa ganado. ¡°Cog¨ª corriendo la bicicleta y me fui a casa, donde me esperaba mi mujer y mi hijo de once meses. Nos abrazamos locos de alegr¨ªa¡±, evocar¨ªa tiempo despu¨¦s Miguel Delibes a ese joven de 27 a?os, ¨¦l mismo, entonces redactor de El Norte de Castilla, que aquella noche del 6 de enero de 1948 ganar¨ªa, con La sombra del cipr¨¦s es alargada --su primera novela reci¨¦n acabada el verano anterior--, la cuarta convocatoria del premio Nadal. Efectivamente, hubo un tiempo en el que los escritores conoc¨ªan y celebraban as¨ª los galardones literarios, en especial el Nadal, el decano, que domingo celebra en Barcelona sus 75 a?os de vida; de alg¨²n modo, un espejo de las letras espa?olas contempor¨¢neas.
Ocurrieron sorpresas as¨ª otras veces, puesto que los premiados, hasta bien entrados los 80, no asist¨ªan a la cena de gala que ya pronto, en lo m¨¢s triste de la posguerra, tuvo siempre un car¨¢cter social que rivaliz¨® con lo literario. Jos¨¦ Mar¨ªa Gironella supo que gan¨® con Un hombre la convocatoria anterior a Delibes porque el secretario del jurado, Rafael V¨¢zquez Zamora, le envi¨® un telegrama esa misma noche; once a?os despu¨¦s, Carmen Mart¨ªn Gaite descubri¨® que su Entre visillos hab¨ªa sido la elegida al o¨ªrlo en la radio del comedor de casa.
Siempre ha tenido algo especial el Nadal. Su g¨¦nesis mismo, por ejemplo: el escritor Ignacio Agust¨ª, en labores de editor para Destino, tuvo que rechazar una novela de una joven de Sort, Aguas muertas, porque su trama se desarrollaba en plena Guerra Civil, pero eso le llev¨® a constatar la falta de obras aut¨®ctonas y actuales. Propuso entonces a sus socios fundadores del semanario y editorial Destino un premio para mitigarlo: Josep Verg¨¦s refunfu?¨® por la dotaci¨®n (5.000 pesetas; en 1948 ya ser¨ªan 25.000) y Joan Teixidor le puso el nombre: el del periodista Eugenio Nadal, redactor-jefe de la publicaci¨®n fallecido inopinadamente.
El primer anuncio apareci¨® en la revista el 5 de agosto de 1944 y el jurado lo completar¨ªa Juan Ram¨®n Masoliver, que reivindic¨® su papel fundacional para apartar al pintor Pere Pruna. El resto, ya es historia may¨²scula de la literatura espa?ola: de los 26 originales presentados, el que lleg¨® el ¨²ltimo in extremis, Nada, de una desconocida Carmen Laforet de 23 a?os, resultar¨ªa re?ida ganadora (tres votos a dos) ante En el pueblo hay caras nuevas, de Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez Bl¨¢quez. Un ofendido y favorito C¨¦sar Gonz¨¢lez-Ruano no qued¨® ni finalista en el galard¨®n que se fall¨® en el Caf¨¦ Suizo de La Rambla. Las angustias, silencios y medias verdades que rodean a la protagonista de Nada tra¨ªan aires de Sartre y Cam¨²s y el halo que llevar¨ªan poco despu¨¦s obras como La colmena y La familia de Pascual Duarte, de Cela, o la propia La sombra del cipr¨¦s¡, de aquel tambi¨¦n joven desconocido Delibes, quien con los a?os ser¨ªa muy amigo de Verg¨¦s¡ y el 25% de la facturaci¨®n de las ventas de Destino.
Desde 1944, lo han ganado?15 mujeres y ha quedado desierto en la edici¨®n de 1989
Con Laforet (mujer joven y desconocida), Gironella (que, con los a?os, dar¨ªa una respuesta a las novelas de Malraux, Barea o Bernanos sobre la Guerra Civil que consideraba el autor ¡°partidistas¡±) o Delibes (joven y debutante), el premio arrancaba con un gran capital literario, como constata el catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola Germ¨¢n Gull¨®n en un op¨²sculo conmemorativo del premio. Entre 1944 y 1960, el Nadal ser¨¢ la plataforma natural de los nuevos novelistas y su objeto de deseo. Especialmente, de las escritoras: Mart¨ªn Gaite y la Ana Mar¨ªa Matute de Primera memoria (vestido negro y collar de perlas en la gala en la que gan¨® en 1959) reconocieron el influjo del fen¨®meno Laforet. Al premio llegaron tambi¨¦n pronto Elena Quiroga (1950, Viento del Norte) o Luisa Forrellad (1953, Siempre en capilla, con pol¨¦mica por posible plagio). Hasta hoy, 15 mujeres: un 20% de los galardonados.
El Jarama, de Rafael S¨¢nchez Ferlosio, reforzaba al premio, en 1955, en su raz¨®n de ser: novedades t¨¦cnicas y discurso sutilmente discordante al oficial en pleno auge del realismo social, que hab¨ªa enterrado el tono existencialista y la obra de personaje individual de la d¨¦cada anterior. El Nadal, en la que quiz¨¢ sea su mejor virtud, estuvo atento a los aires de los tiempos, posiblemente por el radar de V¨¢zquez Zamora, cr¨ªtico de la revista. Lo vio pronto, con la infravalorada La noria (1951) de Lu¨ªs Romero: la original estructura con sus 37 personajes y la acci¨®n en un solo d¨ªa fue castigada por la aparici¨®n, pocos meses antes, de la tambi¨¦n coral La colmena. Un efecto quiz¨¢ inverso al que vivi¨® ?lvaro Cunqueiro con Un hombre que se parec¨ªa a Orestes, ganador de la edici¨®n de 1968, realismo m¨¢gico menos de un a?o despu¨¦s de la publicaci¨®n de la medi¨¢tica catedral del g¨¦nero, Cien a?os de soledad, de Garc¨ªa M¨¢rquez.
En aquella d¨¦cada, en concreto en 1967, al Nadal se le escap¨® el Volver¨¢s a Regi¨®n de Juan Benet, que ni lleg¨® a los ojos del jurado. Quiz¨¢ fue un aviso, porque la editorial, como el que fuera el hom¨®nimo semanario, el m¨¢s prestigioso de Espa?a, entr¨® en los 70 y sigui¨® con la primera democracia desnortado. Excepci¨®n hecha del Francisco Umbral de Las ninfas (1975), la apuesta por una supuesta calidad (Carlos Rojas, en 1979; Fernando Arrabal, un poco m¨¢s all¨¢, en 1982) se desvel¨® ni muy comercial ni muy transgresora; y la de la honorabilidad facilit¨® que se concediera a autores semidesconocidos. Eran armas estrat¨¦gicas para luchar contra el premio Planeta, pero no daban el calibre. El desconcierto (si bien tuvo un repunte en 1989, ¨²nica edici¨®n declarada desierta por el jurado) se fren¨® en 1986 con Balada de Ca¨ªn, de Manuel Vicent, primero de una serie de autores que estaban en el cat¨¢logo de Alfaguara (Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, que gan¨® con La soledad era esto, en 1990; Alejandro G¨¢ndara, en 1992 con Ciegas esperanzas¡) que desembarcaban en Destino sus tem¨¢ticas de ilusiones perdidas tras la Transici¨®n y los cambios sociales de la Espa?a europeizada gracias a la editora Felicia Ramos, que hab¨ªa estado en Alfaguara y trabajado con el m¨ªtico Jaime Salinas.
La estrategia enlaz¨® hasta 1994, cuando la noticia no estuvo tanto en la ganadora, Rosa Reg¨¤s (Azul), como en el finalista, un desconocido Jos¨¦ ?ngel Ma?as que carg¨® sus Historias del Kronen con una tierna violencia contracultural a lo Raymond Carver o, mejor, a lo Brett Easton Ellis. Vender¨ªa 80.000 ejemplares, m¨¢s que Reg¨¤s. Ser¨ªa la senda por donde transitar¨¢n Ray Loriga, Francisco Casavella, Benjam¨ªn Prado¡ Ma?as ten¨ªa la misma edad que Laforet cuando gan¨® el Nadal, coincidencia que exteriorizaba la simb¨®lica: de nuevo el galard¨®n conectaba, como en los a?os 40, con la m¨¢s rabiosa y joven actualidad literaria espa?ola. A rebufo de ese finalista venci¨® en 1996 Pedro Maestre (Matando dinosaurios con tirachinas) y, dos ediciones despu¨¦s, Luc¨ªa Etxebarria (Beatriz y los cuerpos celestes).
El riesgo acab¨® ah¨ª porque los tiempos de la industria editorial, desde principios de los a?os 90, le ped¨ªan a la literatura algo m¨¢s de fulgor medi¨¢tico y entretenimiento. A ese enfoque no era ajeno que Verg¨¦s hab¨ªa vendido en 1986 su 50% de Destino, que tres a?os despu¨¦s acabar¨ªa en manos de Planeta. El alquimista impaciente (2000), de Lorenzo Silva, con su pareja de detectives de la Guardia Civil, ratificar¨ªa una tendencia a premiar una narrativa m¨¢s ligera y a la novela de g¨¦nero (negro, en gran parte), salvo alguna notable excepci¨®n (Ll¨¢mame Brooklyn, de Eduardo Lago, en 2006). As¨ª ha seguido hasta ahora: la ¨²ltima edici¨®n se la llev¨® Alejandro Palomas por Un amor, ¡°primera novela emocional del premio¡±, la califica Gull¨®n. Muy de hoy: sentimiento por encima de la raz¨®n. El Nadal, un galard¨®n siempre atento al esp¨ªritu literario de los tiempos.
Novelas que marcaron tendencia
Se ha dicho del Nadal que es un premio m¨¢s de novelistas que de novelas: muchas de las vencedoras no son la mejor obra de su autor. Pero algunas s¨ª han marcado a fuego el galard¨®n.
Nada (1944). La de Carmen Laforet le dio, a la primera, el tono al premio: joven, desconocida y aire literario fresco.
La sombra del cipr¨¦s es alargada (1947). Descubri¨® a Miguel Delibes, vital para las letras espa?olas¡ y para Destino: sus libros llegaron a ser el 25% de la facturaci¨®n.
El Jarama (1955). El c¨®ctel de tem¨¢tica social y est¨¦tica literaria que amas¨® Rafael S¨¢nchez Ferlosio cimbre¨® la novela espa?ola y afianz¨® el sentido del premio en plena ¨¦poca de realismo social.
Balada de Ca¨ªn (1986) / La soledad era esto (1990). Las obras de Manuel Vicent y Juan Jos¨¦ Mill¨¢s aportaron aire fresco y en¨¦simo acoplamiento del galard¨®n al latir de los tiempos.
Historias del Kronen (1994). Nunca un finalista tuvo tanto impacto: Jos¨¦ ¨¢ngel Ma?as abri¨® una v¨ªa que siguieron Pedro Maestre y Luc¨ªa Etxebarria y que devolvi¨® el premio a sus or¨ªgenes: descubrir a nuevos y j¨®venes autores. Dur¨® poco.
El alquimista impaciente (2000). La que era segunda entrega de las bien acogidas pesquisas de la pareja de la Guardia Civil Bevilacqua-Chamorro ideadas por Lorenzo Silva ratific¨® la tendencia a la literatura de g¨¦nero negro y m¨¢s entretenida.
Babelia
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