La gracia de la depresi¨®n
Componer una buena comedia sobre la depresi¨®n es muy improbable, pero Gilles Lellouche sale bien parado en al menos dos tercios de la pel¨ªcula
Componer una buena comedia sobre la depresi¨®n es tan improbable como meter un cuadrado en un c¨ªrculo en esos juegos psicomotrices de guarder¨ªa con piezas de madera. Y aunque la met¨¢fora del juego educativo la utilice Gilles Lellouche en El gran ba?o como imagen para la inverosimilitud narrativa de la parte final de la pel¨ªcula, bien podr¨ªa servir tambi¨¦n para expresar el may¨²sculo reto art¨ªstico y profesional que se plantea como guionista y director de un relato con prop¨®sitos de simpat¨ªa acerca de una de las lacras m¨¢s tristes de la vida contempor¨¢nea. Y sale bien parado durante al menos dos tercios de la historia. Lo que no es poco.
EL GRAN BA?O
Direcci¨®n: Gilles Lellouche.
Int¨¦rpretes: Mathieu Amalric, Guillaume Canet, Beno?t Poelvoorde, Virginie Efira.
G¨¦nero: comedia. Francia, 2018.
Duraci¨®n: 110 minutos.
Lellouche, un cl¨¢sico de la interpretaci¨®n en Francia, ya con 47 a?os, se ha animado a debutar en solitario como realizador, y adem¨¢s ejerciendo de coguionista, tras codirigir Narco en el a?o 2004 y participar en la pel¨ªcula colectiva Los infieles en 2012. Y los primeros minutos de El gran ba?o son sorprendentemente maduros en un cineasta primerizo. Hay cierto estilo visual, seguramente con la vista puesta en la elegante extravagancia del Wes Anderson de Los Tenenbaums, pero sobre todo hay riesgo a la hora de abordar un tema peliagudo con cordialidad, con momentos c¨®micos (negros), y sin que la amargura desaparezca por excesivo blanqueo. El grupo de hombres y una ¨²nica mujer que protagonizan los dos primeros tercios de pel¨ªcula, hundidos en el socav¨®n de la ruina econ¨®mica, el paro, la soledad, el alcoholismo, los delirios de grandeza, la separaci¨®n sentimental, el dolor por la enfermedad mental de una madre o la discapacidad de un hijo, la indolencia, la inseguridad y, en fin, la tristeza, est¨¢ confeccionado a partir del trazo esquinado. Donde a un momento de evidente simpat¨ªa puede suceder, en apenas unos segundos, un doloroso sentimiento de derrota.
Ayudado por un formidable conjunto de int¨¦rpretes masculinos tan distintos como se exige en las buenas pel¨ªculas, tanto en el f¨ªsico como en la personalidad (Mathieu Amalric, Guillaume Canet, Beno?t Poelvoorde, Jean-Hugues Anglade), y un grupo de mujeres de apariencia m¨¢s fuerte que sus maridos, padres y amigos, Lellouche lleva su historia, de cauces complicados, con tono de sentido y muy serio disparate: todos ellos expulsan su desconsuelo por medio de unas ins¨®litas clases de nataci¨®n sincronizada masculina.
Sin embargo, hacia la hora de pel¨ªcula, tras una reca¨ªda, el gran personaje de la entrenadora alcoh¨®lica y acosadora deja paso a otro rol femenino, este monol¨ªtico, con poca gracia, e interpretado de una forma excesivamente gritona y antip¨¢tica por la habitualmente encantadora Le?la Bekhti. A partir de ah¨ª, el tono inicial, casi de comedia independiente americana, amparado por la inconfundible banda sonora de Jon Brion, cede terreno. Y lo hace a favor de un ¨²ltimo tercio de notorias ¨ªnfulas de comedia popular francesa, que, de todos modos, es muy posible que haya sido la clave para llevar a cuatro millones de espectadores a los cines. Pero Lellouche, sin llegar a estropear del todo su obra, confunde el triunfo personal con el t¨ªtulo colectivo en un desenlace demasiado impostado.
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