La pol¨ªtica es una farsa
La clave de toda la pel¨ªcula est¨¢ en el recurso del inserto: planos ajenos a la acci¨®n principal, que llevan el discurso hasta una nueva y fascinante dimensi¨®n metaf¨®rica y humor¨ªstica
Paolo Sorrentino y Adam McKay han llegado a la conclusi¨®n, cada uno con su particular estilo, de que la pol¨ªtica contempor¨¢nea es una farsa, de que determinados personajes solo pueden ser dibujados a trav¨¦s de la comedia, de que se debe mantener una cuota de credibilidad, pero que lo esencial es el retrato deformante y caricaturesco de actitudes y situaciones que de otro modo ser¨ªan poco plausibles a pesar de ser reales.
EL VICIO DEL PODER
Direcci¨®n: Adam McKay.
Int¨¦rpretes: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell.
G¨¦nero: comedia. EE UU, 2018.
Duraci¨®n: 132 minutos.
Coinciden en la cartelera Silvio (y los otros), del director italiano, sobre Berlusconi, y El vicio del poder, de McKay, sobre el exvicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney, y ambos acuden al simbolismo, a una sustituci¨®n de la realidad por una suerte de espect¨¢culo grotesco. Ya desde el primer minuto, y a trav¨¦s de una serie de frases sobreimpresionadas, casi como en una novela de no-ficci¨®n, la pel¨ªcula ofrece explicaciones jocosas sobre el modo de abordar la figura de la mano derecha de George W. Bush. As¨ª, McKay, tambi¨¦n guionista en solitario, ha compuesto una pel¨ªcula que, al mismo tiempo, es un reportaje de investigaci¨®n y una denuncia, una hip¨®tesis y una comedia desvergonzada. Un trabajo formidable con el que incluso supera la ya excelente La gran apuesta (2015).
Y lo hace con un poderoso lenguaje cinematogr¨¢fico en el que se acumulan recursos de distintos g¨¦neros y hasta formatos. Hay t¨¦cnicas del documental pol¨ªtico contempor¨¢neo; de hecho, el tono utilizado y la continua asistencia de planos y m¨²sicas que en principio nada tienen que ver con el devenir de la secuencia recuerdan sobremanera al estilo de Michael Moore en sus diatribas cinematogr¨¢ficas. Y ah¨ª la clave de toda la pel¨ªcula, que abarca desde la juventud juerguista y alcoh¨®lica de una figura aparentemente gris dentro del organigrama de los republicanos de Washington, est¨¢ en el recurso del inserto: planos ajenos a la acci¨®n principal, que llevan el discurso de la pel¨ªcula hasta una nueva y fascinante dimensi¨®n metaf¨®rica y humor¨ªstica, sin dejar de hincar el diente al personaje, en sus gracias y en sus desgracias, en sus desprop¨®sitos, su desmesura y su puntual calidez.
?Una pel¨ªcula de gente de izquierdas para gente de izquierdas? Ni mucho menos. McKay sabe lo que ha hecho, y ofrece una sobrehumana defensa a su criatura, en el mismo tono procaz, junto a los t¨ªtulos de cr¨¦dito finales. Un mon¨®logo mirando a c¨¢mara donde el impresionante Christian Bale culmina su recital interpretativo. M¨¢s all¨¢ de maquillajes, esfuerzos puramente f¨ªsicos y gestos imitativos, el actor logra plasmar la mirada de Cheney. Y entonces la caricatura trasciende hasta lo m¨¢s profundo del personaje.
Babelia
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