Par¨ªs celebra sus esponsales con la ¨®pera
La temporada de los grandes aniversarios lleva presentando t¨ªtulos desde oto?o, pero alcanza todo su sentido con el inicio del 2019, y casi parece un festival
Cuando Luis XIV inaugur¨® la Acad¨¦my Royal de Musique en 1669, la ¨®pera como g¨¦nero apenas llevaba cuatro d¨¦cadas de vida comercial. Dejemos a un lado los balbuceos, incluso los geniales de Monteverdi, la ¨®pera nace al espectador en Venecia en la d¨¦cada de los treinta de ese siglo XVII que los franceses quisieron suyo. Pese a su continuidad, la ?pera de Par¨ªs se ha mudado hasta en trece ocasiones hasta llegar al presente en que cuenta con dos magnos teatros, el Palais Garnier, abierto en 1875, y su reciente nueva sede de la Place de la Bastille, inaugurada en 1989, en plena euforia por el bicentenario de la Revoluci¨®n. Sede que tambi¨¦n est¨¢ de aniversario, los 30 a?os de una vida cargada de dudas, hasta el punto de convertirse en la m¨¢s pol¨¦mica realizaci¨®n de Mitterrand.
Pero los franceses sienten pasi¨®n por sus instituciones y todo est¨¢ pensado para durar y encontrar sentido en su proyecci¨®n hist¨®rica. As¨ª que el doble aniversario se ha convertido en la ocasi¨®n de lanzar una temporada l¨ªrica de alt¨ªsimo rango. Ni siquiera han necesitado recordar los momentos de gloria de la capital francesa en materia oper¨ªstica. Tantos y tan c¨¦lebres que har¨ªan de la efem¨¦ride casi un escaparate de lo que hace cualquier teatro l¨ªrico mundial: desde el barroco de Lully o Rameau, pasando por el clasicismo de Gluck, la supremac¨ªa de Par¨ªs en la ¨®pera a lo largo de todo el siglo XIX, el bel canto y los italianos que se asentaron en Par¨ªs, Rossini, Bellini, Donizetti, gran parte de Verdi, ese Meyerbeer pronto destronado, y as¨ª hasta alcanzar el siglo XX en el que todo se puso patas arriba. Solo se ha recordado a Berlioz y a su aniversario, tambi¨¦n el suyo, 150 a?os de su muerte (1869), con su gigantesca ¨®pera Les Troyens, que inaugur¨® el edificio de la Bastilla, que se quer¨ªa como la nueva ¨®pera del pueblo y hoy es uno de los dos pilares de la magna instituci¨®n.
La temporada de los grandes aniversarios lleva, en realidad, presentando t¨ªtulos desde oto?o, pero alcanza todo su sentido con el inicio del a?o 2019, y casi parece un festival. As¨ª Les Troyens se entremezcla con Rusalka, de Dvorak, ambas en Bastilla, y una incursi¨®n al barroco, Alesandro Scarlatti, uno de los padres de la ¨®pera napolitana, y su Il primo omicidio, premier en Garnier, todo ello en cuatro d¨ªas.
As¨ª que vayamos con las dos primeras ¨®peras presentadas en d¨ªas sucesivos en el chaparro edificio de la plaza en que comenz¨® la Revoluci¨®n Francesa. Les Troyens es una ¨®pera temible, cinco horas de representaci¨®n. De hecho, el propio Berlioz no la vio nunca ¨ªntegramente representada y se tuvo que conformar con una versi¨®n partida en dos de las que pudo asistir a la segunda. El propio Berlioz era tan consciente de las dificultades que afirm¨® en sus Memorias: ¡°¡para que pueda organizar convenientemente la ejecuci¨®n de una gran obra como esta tengo que ser due?o absoluto del teatro¡¡±. Lo mismo pens¨® Wagner por las mismas fechas, la d¨¦cada de los sesenta del siglo rom¨¢ntico, pero el alem¨¢n lo consigui¨®. El argumento es una selecci¨®n de Cantos de la c¨¦lebre Eneida, con momentos tan conocidos como el caballo de Troya y la consiguiente destrucci¨®n de la ciudad, el episodio amoroso de Dido y Eneas, ya plasmado en ¨®pera por Cavalli y Purcell, y los inicios de la profec¨ªa de los dioses que llevar¨ªa a Eneas a la fundaci¨®n de Roma. Pese a ser apenas una parte del can¨®nico texto de Virgilio, Berlioz no encontr¨® la manera de parar y convirti¨® su ¨®pera magna en un mamotreto que necesit¨® m¨¢s de un siglo para funcionar. De hecho, se alcanza este mi¨¦rcoles otro aniversario, el centenario que va desde la muerte del compositor (1869) a la grabaci¨®n de Sir Colin Davis, que ofreci¨® la primera integral de esta ¨®pera en 1969, as¨ª como el cincuentenario de esa grabaci¨®n.
Les Troyens es, sin duda, el plato fuerte de los actos. Se trata de una puesta en escena de riesgo y finalmente triunfadora. El director de escena Dmitri Tcherniakov ha recogido el testigo de Pier Luigi Pizzi y Herbert Wernike y sale ganador con una visi¨®n de la ¨®pera sorprendente. Tcherniakov muestra todos los rasgos que me irritan, y sin embargo aqu¨ª funcionan de modo admirable. En la primera parte de la ¨®pera, la ca¨ªda de Troya, destaca al personaje de Casandra, siguiendo a Berlioz, en un entorno de guerra sucia moderna, un escenario que podr¨ªa ir desde Beirut hasta los Balcanes o Ucrania. No hay ¨¦pica, la familia real troyana aparece como un grupo dirigente decadente y solo Casandra alcanza la dignidad del suicidio tras no ser escuchada en sus advertencias. Pero un suicidio brutal, quem¨¢ndose a lo bonzo, una protesta ontol¨®gica contra la cultura de la violaci¨®n. La segunda parte de la ¨®pera, el episodio de Dido y Eneas, lo sit¨²a Tcherniakov en un centro de rehabilitaci¨®n de soldados, todo es vulgar, y Dido y Eneas son dos pacientes m¨¢s que imaginan su improbable historia de amor, mientras que los soldados troyanos sufren alucinaciones en las que unos supuestos dioses les ordenan marchar a Italia para fundar Roma. Es una historia de amor marcada por la impotencia, Eneas es un melanc¨®lico inseguro que parece refugiarse en el abandono de Dido por su propia inhibici¨®n amorosa. Y Dido ejecuta hist¨¦ricamente el segundo suicidio femenino de la ¨®pera. Todo le funciona bien a Tcherniakov. Lo mismo le sucede a Robert Carsen en su apuesta por una Rusalka marcada por el terror a la consumaci¨®n sexual, y tercer suicidio femenino en dos d¨ªas. ?Malos tiempos aquellos para la mujer!
Tambi¨¦n Rusalka es un excelente logro. La ¨®pera m¨¢s popular de Dvorak ped¨ªa a gritos una visi¨®n psicoanal¨ªtica que analizara tantas ondinas, diosecillos de lasaguas, etc.
En fin, con dos t¨ªtulos nada sencillos, la casa que dirige Stephan Lisner ha conseguido recuperar lo mejor del legado de Mortier eliminando todos sus excesos. Queda la parte musical. Les Troyens est¨¢ muy bien dirigido por otro hombre de la casa, el titular Philippe Jordan. Rusalka, por su parte, brilla en manos de una de las mejoras directoras orquestales actuales, la finlandesa Susanna M?lkki. La que fuera titular del Ensemble Intercontemporain, deja las erizadas piezas contempor¨¢neas para zambullirse en un tardo romanticismo lleno de arpas y trompas. Y como la m¨²sica de Dvorak es extraordinaria y la salvaci¨®n de esta ¨®pera de Sirenita y hadas del bosque, M?lkki dicta una lecci¨®n de referencia.
En cuanto a los cantantes. Un notable muy alto en l¨ªneas generales. En Les Troyens, St¨¦phanie d'Oustrac se lleva la mejor parte con su impresionante Casandra. Brandon Jovanovich y Ekaterina Semenchuk afrontan sus papeles de Eneas y Dido razonablemente bien aunque quiz¨¢s pagan el tributo de venir como sustitutos. El ¨¦xito de la noche estuvo en el coro casi tanto como la bien probada orquesta. En cualquier caso, se trata de un ¨¦xito global que consigue que las cinco horas de ¨®pera pasen sin pesar. Berlioz gana en cualquier caso.
En Rusalka, adem¨¢s de los citados Carsen y M?lkki, lograron sonoros aplausos Camilla Nylund, como Rusalka, Karita Mattila, como su rival, la princesa extranjera, as¨ª como el desvencijado pr¨ªncipe que acomete el tenor Klaus Florian Vogt, con un centro de voz sugestivo y algunos agudos problem¨¢ticos.
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