Fernando Savater, el fil¨®sofo en ba?ador
El escritor protagoniza la entrega de este domingo de 'Imprescindibles' en TVE
Titul¨® Mira por d¨®nde su autobiograf¨ªa (Taurus, 2003). Se la dedic¨® a Sara Torres, su mujer, con una prolongaci¨®n de ese t¨ªtulo (Sara, mira, mi vida). Sara muri¨® el 18 de marzo de 2015. Es una tristeza decisiva que mengu¨® su alegr¨ªa hasta los extremos m¨¢s graves de la tristeza.
Pero a Fernando Savater, nacido en 1947 en Donosti de padre notario y madre lectora, no se le ha borrado el desparpajo con el que tacha lo que no le gusta incluso de s¨ª mismo. El m¨¢s alegre de los fil¨®sofos contempor¨¢neos sigue en forma, incluso sigue nadando, con su ba?ador azul de pierna larga, en la playa de su vida, La Concha.
Esto se ve, y no solo se lee, porque ese Savater polifac¨¦tico que naci¨® ¡°con el firme prop¨®sito de no trabajar¡±, es protagonista de un documental que ma?ana (21.30) emite La 2 dentro de su serie Imprescindibles. Lo firman David Herranz y Fernando Sanju¨¢n. Sara est¨¢, c¨®mo no, presente: ante Savater est¨¢n sus retratos y en sus palabras hay referencias que transparentan el efecto que ha hecho en ¨¦l esa p¨¦rdida. ?l escrib¨ªa ficci¨®n para que la leyera Sara, ¡°y ya no escribo ficci¨®n¡±. En alg¨²n momento parec¨ªa que Savater iba a apagar todas las luces de la escritura, pero ah¨ª sigue, en EL PA?S, por ejemplo, ¡°donde escribo¡±, dice en el documental, ¡°desde el n¨²mero cero¡±.
Ya tiene 71 a?os. Aunque pueda parecer lo contrario por lo que se le escucha o se le lee a veces, mantiene su verbo juvenil y veloz, y acaso por eso los documentalistas le han dejado solo hablando, sentado en sus casas de Madrid y de Donosti. Y no solo aparece ah¨ª sentado; el fil¨®sofo de La infancia recuperada vuelve a la playa de su ni?ez, se quita con detenimiento sus sandalias, se despoja de la camiseta y entra con su ba?ador largo de color azul en el mar donostiarra con el desparpajo con el que Burt Lancaster entraba en las piscinas en El nadador.
Habla de sus pasiones (la h¨ªpica, la lectura, ¨¦l hubiera sido s¨®lo lector ¡°y si me hubieran pagado por eso ser¨ªa multimillonario¡±), de sus libros y de sus compromisos. ¡°Las cosas que he hecho¡±, dice, ¡°las he hecho para divertirme. No he hecho nada para sacar dinero¡±. Pero ha habido tiempos oscuros en su tiempo. Y de ello habla. El terrorismo lo puso en alerta contra todos los nacionalismos y a favor de instituciones como Basta Ya. Las im¨¢genes retrospectivas de los hechos que lo llevaron a la indignaci¨®n y a esa militancia est¨¢n en el filme como las heridas de su tiempo.
Dice a EL PA?S: ¡°Me incorpor¨¦ a la lucha social y cultural contra el terrorismo nacionalista (no todos los nacionalistas son terroristas pero todos los terroristas son nacionalistas) por defender la democracia que est¨¢bamos estrenando y sobre todo porque mi ciudad no me fuese arrebatada por los b¨¢rbaros. Una de las ocasiones duras fue cuando hace unos a?os el d¨ªa de San Sebasti¨¢n las calles aparecieron decoradas con fotos m¨ªas y de Consuelo Ord¨®?ez rodeadas por una diana¡±.
Savater fue acosado, amenazado, tuvo guardaespaldas; hasta que la fatiga le hizo pensar en abandonar Donosti. Cuenta en el documental que una se?ora se le acerc¨® un d¨ªa para decirle que su presencia en la ciudad le hac¨ªa a ella sentir que no todo estaba perdido. Y all¨ª sigui¨® Savater.
En este Imprescindibles hay mucho humor, como en su vida. ?C¨®mo se lleva con la alegr¨ªa y con los golpes de la vida? ¡°Ya sabes que siempre he sido de natural alegre, tirando a ganso. Como dijo Montaigne, 'no hago nada sin alegr¨ªa'. Ahora, tras la muerte de Sara, eso ha cambiado: he tenido que aprender a arregl¨¢rmelas sin alegr¨ªa, como los dem¨¢s¡±.
Toda la pel¨ªcula est¨¢ marcada por la presencia de escenas de imprenta que evocan su pasi¨®n por la lectura. ?l utiliza Internet, ¡°sus fabulosas posibilidades informativas y comunicacionales¡±. Pero sus amigos son los libros, ¡°Internet es s¨®lo el gran mercado de abastos¡±. Al final recupera el epitafio de uno de sus h¨¦roes h¨ªpicos: ¡°Siempre en¨¦rgico en los finales¡±. Esa energ¨ªa de escribir y re¨ªr, y de nadar, no abandona al fil¨®sofo en ba?ador.
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