Un chivo expiatorio
No deja de resultar discutible que Brooks omita todo claroscuro en la descripci¨®n de buena parte de sus personajes
La presencia de la empresa Plantex ¨C¨²nica del pa¨ªs consagrada al ensamblaje y desensamblaje de armas nucleares- a tan s¨®lo 27 kil¨®metros del centro de Amarillo (Texas) motiva que la localidad haya recibido el nombre de Bomb City. Uno de los personajes de esta opera prima de Jameson Brooks menciona que la ubicaci¨®n de Plantex anticipa un fatal porvenir a la ciudad como eficaz objetivo militar en caso de guerra. Y sobre la fatalidad habla esta pel¨ªcula, aunque las tensiones que aborda tienen una mayor significaci¨®n social que geopol¨ªtica: el cineasta parte del asesinato del m¨²sico punk local Brian Deneke en 1997 para formular un insidioso interrogante sobre el funcionamiento de la justicia americana y, de paso, derribar la construcci¨®n de prejuicios sociales en torno a la frontera que separa a los apocal¨ªpticos de los integrados.
BOMB CITY
Direcci¨®n: Jameson Brooks.
Int¨¦rpretes: Dave Davies, Genn Morshower, Logan Huffman, Henry Knotts.
G¨¦nero: drama. Estados Unidos, 2017.
Duraci¨®n: 98 minutos.
En los primeros minutos de metraje, Brooks tiene una idea visual afortunada: hermanar a trav¨¦s del montaje la violencia visceral de un concierto punk con la violencia normalizada de un partido de futbol. El director decide fragmentar el relato, anticipando una escena judicial que no revelar¨¢ su verdadero sentido hasta que no se unan, en el desenlace, los puntos de sutura narrativos que exige el continuado recurso al fuera de campo. No deja de resultar discutible que Brooks omita todo claroscuro en la descripci¨®n de buena parte de sus personajes, convirti¨¦ndoles en una suerte de punkies de Famobil. Bomb City termina por ser una pel¨ªcula tan airada como afectada: su forma compromete sus razones.
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