Que dios los perdone
Mi cabeza se balanceaba peligrosamente viendo en soledad los Oscar m¨¢s sopor¨ªferos de los ¨²ltimos a?os
Durante varios e inolvidables a?os tuve la impagable fortuna de ver los Oscar con un grupo de periodistas deportivos. Hac¨ªamos quinielas y el ganador se llevaba una pasta. Se supone que ellos lo sab¨ªan todo del f¨²tbol y que yo ten¨ªa alg¨²n conocimiento del cine. Pues jam¨¢s acert¨¦. Mi nivel premonitorio siempre hac¨ªa el rid¨ªculo. Y no s¨¦ el tiempo que dedic¨® Einstein a descubrir la teor¨ªa de la relatividad, pero tengo claro que mis amigos llevaban todo el a?o acumulando datos y haciendo c¨¢lculo de probabilidades. Aunque la ceremonia fuera let¨¢rgica, la diversi¨®n y las carcajadas que se creaban en el grupo eran absolutas. El amanecer nos pillaba con un coloc¨®n memorable. Y, a veces, continuaba la fiesta.
Recordaba el antiguo esplendor en la hierba en la madrugada del lunes mientras que mi cabeza se balanceaba peligrosamente observando en soledad los Oscar m¨¢s sopor¨ªferos de los ¨²ltimos a?os. Lo ¨²nico positivo de esta lamentable fiesta del cine es que podr¨ªa sustituir a los barbit¨²ricos, que siempre acaban afectando al h¨ªgado. Se me olvid¨® engullir mis indispensables pastillas al terminar la ceremonia, pero he dormido como un pl¨¢cido beb¨¦.
Cualquier esp¨ªritu sensato y racional percibe que el fulano m¨¢s poderoso del planeta supone un peligro inminente para el cada vez m¨¢s deteriorado estado de las cosas. Tambi¨¦n que los prejuicios raciales y el deprimido Ku Klux Klan han recibido una inyecci¨®n de vitaminas con la llegada del indescriptible Donald Trump, pero eso no justificar¨ªa la abrumadora presencia de ciudadan¨ªa negra en el escenario, otorgando y recibiendo premios. No conoc¨ªa los m¨¦ritos de la mayor¨ªa de ellos para estar ah¨ª, aunque tampoco me sonaba la identidad de muchos blancos. En cualquier caso, desprovistos de gracia y de magnetismo la mayor¨ªa. Este a?o no hab¨ªa presentadores, pero sospecho que el tono plomizo no lo hubiera arreglado ni un genio como Groucho Marx. Tambi¨¦n escuch¨¦ varias veces los t¨¦rminos ¡°empoderamiento¡° e ¡°inclusivo¡±. Normal. Hollywood siempre ha sabido adaptarse a todas las modas que sean rentables y tranquilicen la mala conciencia. Pero creo recordar que la mayor¨ªa de ellos se mantuvieron calladitos en la siniestra caza de brujas que montaron McCarthy y otros miserables con poder. ¡°Lo m¨¢s triste de la izquierda estadounidense es que traicion¨® y delat¨® a sus compa?eros para salvar sus piscinas¡±, certific¨® Orson Welles.
Y Hollywood, que atraviesa tiempos duros, ha sido otra vez fiel a sus intereses, al otorgar el Oscar a la mejor pel¨ªcula a Green Book, hecha a la medida de determinado gran p¨²blico. Con solidez, astucia y c¨¢lculo, por supuesto. Pero el espectador medio, no ya el erudito, podr¨ªa adivinar todo lo que va a ocurrir en su viajero argumento, incluido ese desenlace navide?o que firmar¨ªa el sabio Capra y todos los productores que van a lo seguro, que consideran un delito el riesgo y la complejidad.
Y como hubiera resultado escandaloso que ignoraran una obra de arte mexicana, en blanco y negro, con textura y aroma, l¨ªrica y dura, pl¨¢stica y conmovedora, f¨ªsica y sensitiva, titulada Roma, le han concedido varios premios consoladores. Tambi¨¦n han ignorado en lo fundamental a la corrosiva, inquietante y pol¨ªtica (en el mejor sentido) El vicio del poder. Es justo el Oscar al extraordinario trabajo de Olivia Colman, actriz que desconoc¨ªa y que forma un tr¨ªo memorable con Emma Stone y Rachel Weisz en La favorita.
?Y el resto? No me sugiere nada agradable. No soporto la aclamada Bohemian Rapsody, ni a Queen, ni a Freddie Mercury. Ni esa tonter¨ªa tan pol¨ªticamente correcta de Black Panther. Y jam¨¢s le he pillado el punto al cine de Spike Lee. Y a¨²n menos a su irritante persona. Mont¨® el numerito. Como siempre. Bueno, hay quien le r¨ªe las presuntas gracias.
Babelia
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