Machado, querido maestro
Concha Ram¨ªrez, ¨²ltima alumna viva del poeta en un instituto de Madrid, vivi¨® tambi¨¦n el exilio en Francia
Del profesor afable es apenas capaz de recordar su torpe ali?o indumentario y c¨®mo "le ca¨ªa la ceniza sobre el gab¨¢n, de tanto que fumaba". El resto es una nebulosa en la que se confunden nombres, ciudades, bombas y represi¨®n. Son curiosos los caprichos de la memoria, que van desdibujando fechas, rostros y datos, pero conserva intactas las emociones: "Hac¨ªa mucho fr¨ªo y mi madre no dejaba de llorar, le desesperaban las bombas". Es imprecisa, pero as¨ª ordena sus recuerdos Concha Ram¨ªrez Naranjo (Melilla, 95 a?os), la ¨²ltima alumna viva del profesor Antonio Machado y exiliada espa?ola cuyo periplo vital coincidi¨® con el peregrinaje del autor de Soledades hasta llegar a Francia. Hija del coronel republicano ?ngel Ram¨ªrez Rull y de Concepci¨®n Naranjo Arjona, ambos originarios de Sevilla, Concha fue evacuada de Madrid en el verano de 1936 y se instal¨® provisionalmente en Valencia con su familia, donde coincidi¨® de nuevo con Machado, y luego en La Jonquera antes de cruzar la frontera hacia el exilio lacerante: el del poeta con destino a Colliure, donde muri¨® al poco de pisar suelo franc¨¦s; el de su alumna con parada final en Burdeos, donde permaneci¨® casi cuatro d¨¦cadas (1939-1979).
A donde no llega su memoria, s¨ª lo hace un peque?o cuaderno que custodia con mimo en la casa de Dos Hermanas (Sevilla) en la que reside desde que regres¨® a Espa?a, una vez muerto el dictador. El diario de Concha Ram¨ªrez ofrece un relato impagable: el de una ni?a de 13 a?os que fue testigo consciente del episodio m¨¢s terrible de la historia contempor¨¢nea del pa¨ªs. Nacida en Melilla en 1923, uno de los muchos destinos de la carrera militar de su padre, era la segunda de seis hermanos. Cuando estall¨® la Guerra Civil, la familia se encontraba en Madrid, donde su padre hab¨ªa sido destinado como integrante del Cuerpo de Seguridad de la Rep¨²blica.
"En Madrid fui muy feliz, pero antes de la guerra, en los ¨²ltimos a?os de la Rep¨²blica, porque la ciudad estaba muy bonita, y las ni?as ¨ªbamos al colegio", recuerda. Estudiaba segundo de bachillerato (curso 1935-1936) en el instituto Calder¨®n de la Barca de la capital. All¨ª, Machado impart¨ªa clases de franc¨¦s. "Era muy amable, todo el mundo lo ten¨ªa por una gran persona y los alumnos lo paraban a la salida para hablar con ¨¦l".
Ella sab¨ªa que era alguien importante, aunque no entendi¨® su verdadera dimensi¨®n hasta que, en sus primeros a?os de exilio, fue de las primeras espa?olas en viajar a Colliure para visitar su tumba. "Aquello es un s¨ªmbolo de todas las barbaridades que se hicieron", dice enfadada.
Su padre, un coronel que hab¨ªa rechazado la advertencia del general Varela ("colabora con la derecha, siempre estar¨¢s defendido y favorecido") porque hab¨ªa jurado fidelidad a la Rep¨²blica, se despidi¨® de su esposa y sus hijos. Estos, tras un viaje "penoso y muy duro", lograron instalarse como inquilinos de una familia de origen espa?ol en Burdeos. All¨ª Concha conoci¨® al que ser¨ªa su marido, Gabriel Torralba, un joven militante del Partido Comunista que fue enviado al campo de concentraci¨®n nazi de Auschwitz en 1942. A sus 95 a?os, Concha conserva a¨²n la chispa en la mirada cuando lo recuerda: "Volvi¨® [de Auschwitz] como mudo, pesando 42 kilos. Pero a m¨ª me gustaba, yo lo quer¨ªa solo a ¨¦l". Gabi, como le llamaba, no se integraba en la vida normal. "Nunca quiso hablar de su pasado, dec¨ªa que no quer¨ªa revivir todas las cosas horribles que hab¨ªa visto", cuenta.
Tuvieron dos hijas y pudieron rehacer sus vidas en Francia. "A Espa?a no pod¨ªamos volver, mi marido segu¨ªa militando en el Partido Comunista", relata. Hasta que lleg¨® la democracia y decidieron comprar un terreno en las afueras de Sevilla, adonde Machado no pudo volver.
Pese a su avanzada edad, conduce su propio coche, hace gimnasia y colabora en una asociaci¨®n sobre la memoria hist¨®rica. "El d¨ªa 28 de abril tengo que ir a votar", asegura. "Hay que frenar a esta derecha o nos vamos a tener que ir otra vez", lamenta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.