Europa busca reconciliarse con su violento pasado del siglo XX
Historiadores y antrop¨®logos estudian y comparan c¨®mo afrontan su memoria pa¨ªses como Espa?a, Polonia y Bosnia en un ambicioso proyecto impulsado por la Comisi¨®n
?Qu¨¦ tienen en com¨²n los restos de fusilados tras la Guerra Civil exhumados hace unos a?os en el cementerio de Guadalajara con las fosas de guerrilleros anticomunistas de los a?os cuarenta en el camposanto militar de Powazki, en Varsovia, y con las de las v¨ªctimas civiles de la masacre de Srebrenica, en Bosnia, en los noventa? Que, cuando un pa¨ªs se tiene que enfrentar a la memoria de un pasado violento, resulta inevitable afrontar la espinosa decisi¨®n de qu¨¦ hacer con las fosas comunes, probablemente su recordatorio m¨¢s tangible. ¡°Incluso no hacer nada es ya una decisi¨®n¡±, explica de forma casi afor¨ªstica el antrop¨®logo del?del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) Francisco Ferr¨¢ndiz, que acaba de escribir, junto a la profesora de la Universidad de?Warwick (Reino Unido) Marije Hristova, un art¨ªculo sobre c¨®mo se afronta esa conflictiva memoria en los tres pa¨ªses. Esto es, entre los enconados debates p¨²blicos en torno la huella franquista en Espa?a, la instrumentalizaci¨®n institucional de la resistencia anticomunista en Polonia y las heridas que todav¨ªa supuran en Bosnia por m¨¢s que se le apliquen recetas de justicia internacional y derechos humanos.
¡°En Espa?a no somos unos locos por discutir estos temas, sino que formamos parte de un proceso global¡±, a?ade Ferr¨¢ndiz. De hecho, su art¨ªculo ¡ªque se incluir¨¢ en el libro Repensar el pasado: La memoria (trans)cultural Europea, que la editorial Dykinson est¨¢ a punto de publicar¡ª es solo el ¨²ltimo de todos los que ha hecho sobre el tema y que se engloban dentro de un proyecto de investigaci¨®n mucho m¨¢s amplio, financiado por la Comisi¨®n Europea con casi 2,5 millones de euros. En ¨¦l, una veintena de historiadores, antrop¨®logos y polit¨®logos de seis universidades y centros de investigaci¨®n de varios pa¨ªses buscan ¨Cestudiando las fosas y otras expresiones como los museos de guerra¡ª una alternativa te¨®rica y pr¨¢ctica capaz de contrarrestar, seg¨²n explican los impulsores del proyecto, las crecientes ¡°concepciones pol¨ªticas e identitarias combativas y antag¨®nicas frente a las que la memoria cultural europea parece en ocasiones impotente¡±. Es decir, memorias basadas m¨¢s en el mito que en la b¨²squeda de la verdad y que exacerban los sentimientos ultranacionalistas, de h¨¦roes y demonios sin matices.
Esta ¨²ltima forma de mirar al pasado es la que los te¨®ricos llaman antag¨®nica, la m¨¢s b¨¢sica, que parec¨ªa haberse quedado en un plano secundario desde que, tras la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn en 1989, otro modelo se convirti¨® en dominante. Uno m¨¢s anal¨ªtico y, de alguna manera, administrativo, surgido de la reflexi¨®n sobre el Holocausto, basado en los derechos humanos y en los principios de verdad, justicia, reparaci¨®n y garant¨ªa de no repetici¨®n, con las v¨ªctimas en el centro de todo. ¡°Pero despu¨¦s de todas las comisiones de la verdad, de todas las resoluciones de la ONU, de los tribunales internacionales resulta que estamos volviendo a nuevas formas de fascismo, a nuevos antagonismos muy primarios¡±, se?ala Ferr¨¢ndiz tratando de explicar la perplejidad de la que naci¨® el proyecto, que arranc¨® en 2016 y termina este a?o, bajo el nombre de UNREST, que en ingl¨¦s significa agitaci¨®n, inquietud, pero que en este caso responde a las siglas, tambi¨¦n en ingl¨¦s, de Memoria perturbadora y cohesi¨®n social en la Europa transnacional.
¡°Europa necesita por fin hacer las paces con su pasado violento¡±, se?ala la antrop¨®loga social Elisabeth Anstett, miembro del consejo consultivo de UNREST. Esta especialista de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS), en Par¨ªs, explica que se trata de construir ¡°espacios sociales, culturales, pedag¨®gicos¡± donde sea posible el an¨¢lisis cr¨ªtico. Porque, advierte, en estos tiempos de noticias falsas y resurgimiento de viejos extremismos, ¡°no es tanta la gente con acceso a hechos documentados y no solo a opiniones y sentimientos personales o colectivos¡±.
Para Stefan Berger, profesor de Historia Social de la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania, m¨¢s que hacer las paces, lo que Europa necesita es ¡°enfrentarse de una forma m¨¢s sincera a su pasado violento¡±. Berger, investigador principal de UNREST, opina que el modelo cosmopolita ha acabado despolitizando los procesos en torno a la memoria y que volver a colocarla en la discusi¨®n pol¨ªtica es imprescindible para enfrentar los nuevos desaf¨ªos.
El punto de partida del proyecto fue la creaci¨®n de una especie de tercera v¨ªa te¨®rica, que han llamado agon¨ªstica, consistente en ¡°aumentar la calidad democr¨¢tica de tal manera que puedan coexistir, siempre dentro de unos l¨ªmites legales y de respeto, distintas memorias en un mismo entorno¡±, explica Ferr¨¢ndiz. ¡°Y quer¨ªamos estudiar tambi¨¦n si eso puede ser una soluci¨®n para Europa a medio plazo¡±, a?ade.
A partir de ah¨ª, ¨¦l y su equipo eligieron tres pa¨ªses con contextos muy distintos ¡ªuno de guerra civil previa a la Segunda Guerra Mundial, otro vinculado a esta y el otro de guerra de implosi¨®n m¨¢s reciente de un Estado¡ª para estudiar qu¨¦ tipo de memoria predomina en cada uno. Y lo primero que destacan es que ¡°los discursos abstractos globales en cada pa¨ªs aterrizan de una manera distinta¡±.
Por ejemplo, en Polonia ¡°el cosmopolitismo es una forma de disfrazar su antagonismo¡±. Es decir, que bajo un discurso de derechos humanos, justicia y reparaci¨®n, se deja de lado a unas v¨ªctimas ¡ªlas del Holocausto y las comunistas¡ª para centrarse en otras, en los ¡°soldados malditos¡±, un grupo paramilitar que en 1945 sigui¨® la lucha contra el comunismo. La profesora Hristova explica que el partido en el poder ¡ªLey y Justicia (PiS), encabezado por Jaroslaw Kaczynski¡ª ha construido a partir de este grupo una especie de ¡°mito fundacional del anticomunismo¡±, convirtiendo en h¨¦roes a algunos que los fueron realmente, ¡°como Witold Pilecki (que fue a Auschwitz voluntariamente para sacar informaci¨®n y crear una resistencia desde dentro), pero tambi¨¦n a criminales de guerra como J¨®zef Kuras, responsable de la muerte de muchos eslovacos, jud¨ªos y lemkos¡±. No quedan muchos descendientes de los soldados malditos, pero algunos de ellos se han pronunciado en contra de la instrumentalizaci¨®n de su memoria, a?ade la investigadora.
En Bosnia, ponen el ejemplo de la fuerte pol¨¦mica que caus¨® en 2011 la construcci¨®n de una iglesia ortodoxa a solo unos metros de las tumbas de las v¨ªctimas exhumadas en una de las 14 fosas comunes en las que los serbios repartieron los cuerpos de la matanza de Srebrenica en la que perecieron unos 8.000 musulmanes en 1995. Lo usan para explicar c¨®mo, pese a haberse hecho todo el proceso bajo el paraguas de la ONU, a trav¨¦s del tribunal internacional de la antigua Yugoslavia que ha condenado a los perpetradores y con actos de reparaci¨®n, la pr¨¢ctica sigue siendo muy antag¨®nica al nivel de los gobiernos locales y de los ayuntamientos.
En Espa?a, por ¨²ltimo, hablan de un movimiento social y asociativo que, desde el a?o 2000 y despu¨¦s de dos d¨¦cadas del pacto de la Transici¨®n, empuj¨® hasta conseguir una ley de memoria hist¨®rica con financiaci¨®n y ha seguido haci¨¦ndolo sin ayuda en los momentos que ha escaseado el apoyo institucional, como en el caso de las exhumaciones en el cementerio de Guadalajara entre 2016 y 2017 de 50 cuerpos de fusilados tras la Guerra Civil. Con todo, pese a los enconados debates que suscita en Espa?a la memoria hist¨®rica, Ferr¨¢ndiz y sus colegas concluyen que existe ¡°una convivencia de modelos con mayor fuerza del cosmopolitismo, incluso, con el discurso de la Transici¨®n, del olvido consciente¡±.
En los pr¨®ximos meses, el proyecto UNREST ir¨¢ elaborando sus conclusiones finales. De momento, Ferr¨¢ndiz adelanta las suyas: ¡°En la Europa contempor¨¢nea no hay un problema de memoria, sino muchos, y las manifestaciones son m¨²ltiples y cambiantes. Por eso necesitamos nuevos modelos para entenderlo y afrontarlo¡±. Su propuesta, a?ade, ha encontrado dificultades, en cuanto a los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n o qu¨¦ hacer con la voz de los perpetradores, entre otros. ¡°Estamos marcando el camino, pero hay que seguir estudiando¡±. Pero no solo: ¡°Todo este conocimiento te¨®rico tiene que plasmarse ya en pol¨ªticas p¨²blicas que fomenten debates m¨¢s abiertos, m¨¢s sofisticados¡± en un contexto de mensajes que explican la realidad en blanco y negro. ¡°Cuando nos llaman las instituciones siempre vamos. No tenemos la raz¨®n pero si podemos diagnosticar problemas¡±, a?ade.
La fuerza transmisora del teatro y el arte
El proyecto UNREST sobre la traum¨¢tica memoria de Europa tiene unos socios no acad¨¦micos. Se trata de la compa?¨ªa de teatro espa?ola Mimomicon, que, encabezada por Laila Ripoll y Mariano Llorente, estren¨® en 2017 la obra Donde el bosque se espesa, un viaje de dos mujeres en busca de la memoria de su abuelo que les llevar¨¢ de Santander a Bosnia. La Comisi¨®n Europea tambi¨¦n ha financiado otros proyectos de investigaci¨®n vinculados a la memoria y la cultura. Por ejemplo, Traces, en el que acad¨¦micos, artistas y trabajadores culturales de Noruega, Alemania, Italia, el Reino Unido y Polonia, entre otros, investigan nuevas maneras de transmitir la herencia m¨¢s traum¨¢tica, desde el Holocausto al pasado colonialista o al terrorismo en Irlanda del Norte, a trav¨¦s del arte
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