La marcha del horror que se repite cada a?o en Srebrenica
Una iniciativa ciudadana llev¨® a miles de personas a caminar hasta el cementerio de Potocari desde Nezuk, el recorrido inverso al que hicieron miles de musulmanes para escapar del genocidio en 1995
Ibrahim, con el ¨²nico diente que le queda en su boca, la ropa que conserva de su viejo trabajo de f¨¢brica que le ayuda a protegerse del fr¨ªo, y sus botas de agua, comenta orgulloso c¨®mo particip¨® en la primera marcha por la paz que se celebr¨® en el a?o 2005 en Srebrenica.
Los 13 a?os que han transcurrido le pesan en las rodillas hasta faltarle las fuerzas para salir a recibir a esos miles de caminantes que este a?o se apuntaron a caminar por el mismo motivo que le movi¨® a ¨¦l. Cada a?o, en julio, una iniciativa ciudadana promueve recorrer los 100 kil¨®metros que separan la ciudad bosnia de Nezuk y el cementerio de Potocari, en Srebrenica, donde reposan m¨¢s de 8.000 cuerpos fruto de la masacre acontecida en la ciudad en el a?o 1995, durante la guerra de los Balcanes. Hasta ese camposanto siguen llegando en la actualidad decenas de cuerpos rescatados de fosas comunes repartidas a lo largo de Bosnia.?
La marcha recuerda el camino que hicieron en 1995 miles de ciudadanos musulmanes hasta la siguiente zona segura, Nezuk, para escapar del genocidio. Srebrenica, localidad pegada a Serbia, hab¨ªa sido declarada como zona segura en 1993 por las Naciones Unidas. D¨ªas antes del 11 de julio de 1995, el ej¨¦rcito serbobosnio increment¨® bombardeos en la regi¨®n y miles de personas corrieron a refugiarse a una ciudad que ser¨ªa su tumba. Cuando el ej¨¦rcito de Ratko Mladic entr¨® a la ciudad con el prop¨®sito de acabar con todos los hombres de entre 12 y 77 a?os, se abri¨® por primera vez esa ruta que ahora es la marcha por la paz, pero que en esos momentos fue la marcha del horror.
Adil ten¨ªa 11 a?os y tuvieron que caminar por la noche aprovechando la oscuridad como escondite y resguardarse por el d¨ªa para evitar la muerte
Adil acompa?a sus pasos con semblante serio y solo. El barro ralentiza el ritmo y muchos caminantes se ayudan unos a otros a seguir. Y hablan. "Yo hice este camino en 1995 en la direcci¨®n contraria. Fueron 10 d¨ªas en los que hicieron todas las estaciones del a?o". Adil relata su historia sin llegar nunca a sonre¨ªr. Todos callan. ?l quiere hablar y los dem¨¢s le van a escuchar. La marcha por la paz es un espacio creado para ofrecer apoyo a las v¨ªctimas y acompa?arlas en su dolor.
Consigui¨® escapar con sus padres y dos hermanos. Adil ten¨ªa 11 a?os y tuvieron que caminar por la noche aprovechando la oscuridad como escondite y resguardarse por el d¨ªa para evitar la muerte. Aunque a mitad de camino, una granada acab¨® con la vida de su padre. Ahora, todos los a?os decide caminar de vuelta y por la paz. Muchos carteles rezan en el camino: ¡°Para que no se olvide¡± (Da ne se zaboravi).
Las 'madres de Srebrenica'
Son varias las ocasiones en las que esa marcha pasa por aldeas musulmanas donde habitan muchas de las mujeres y algunos hombres que consiguieron librar la muerte, pero que perdieron aquel 11 de julio de 1995 a varios miembros de sus familias. Reciben a los miles de caminantes con ollas enormes de caf¨¦ caliente, bebida nacional, ritual tradicional de la cultura bosnia. Y con dulces. Son aldeas pobres, de casas a medio construir. Y en esa marcha protagonizan una parte esencial, son la raz¨®n por las que los presentes han tomado d¨ªas libres de su trabajo para caminar.
Las madres de Srebrenica, apostadas en la orilla del camino de tierra o piedras son las protagonistas de todo. Con sus pa?uelos a la cabeza (blanco, como es el luto musulm¨¢n) atados con un nudo al cuello, sus ropas de colores, sus arrugas, tan amigas del paso de los a?os y los sufrimientos y un cigarrillo que pasea entre sus dedos y su boca, siendo fumar el segundo ritual m¨¢s t¨ªpico bosnio, de la mano del caf¨¦, lloran. Muestran su emoci¨®n y agradecimiento en un espacio que se ha creado para ellas, para respetar su dolor y apoyarlo. Cuando llega el grueso de la gente a Potocari, en el tercer d¨ªa del evento, son m¨¢s y m¨¢s mujeres quienes los reciben. Y de nuevo se comparten las l¨¢grimas y el silencio, de quienes aguardan y de quienes caminan.
Durante el trayecto, tambi¨¦n hay paradas para aprender y en las que se ofrece al micr¨®fono a las v¨ªctimas. Estas hablan, cuentan su testimonio y los dem¨¢s escuchan. Muchos de los que caminan no vivieron Srebrenica, pero todos tienen una historia detr¨¢s. ¡°En Gorazde quisieron hacer lo mismo¡±, cuenta Senaid, nativo de esa ciudad donde se sucedi¨® el terror, sin llegar a protagonizar un genocidio.?
La dif¨ªcil paz en Bosnia y Herzegovina
En esta Bosnia de posguerra, la paz parece colgada de un hilo endeble que cualquier movimiento puede romper y activar as¨ª un interruptor que desemboque en la siguiente cat¨¢strofe. Los acuerdos de Dayton son, para muchos, un remiendo a un problema m¨¢s intr¨ªnseco, donde el racismo y el odio hacia el que practica otra religi¨®n se mantienen en muchas personas. Y siguen siendo discursos muy recurrentes para que los pol¨ªticos actuales consigan sus votos.
Ratko Mladic, responsable del genocidio de Srebrenica, fue condenado apenas hace un a?o, por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) de 10 de los 11 cargos en su contra, incluyendo genocidio y delitos contra la humanidad por la muerte de m¨¢s de 8.000 hombres y ni?os. Sin embargo, los representantes de la Rep¨²blica Srpska, una de las dos entidades pol¨ªticas en las que se divide Bosnia (Dayton hizo de un pa¨ªs, casi dos, para remendar el embrollo), se niegan a aceptar el acontecimiento como un genocidio, a pesar de las sentencias internacionales, y as¨ª se ense?a en las escuelas y as¨ª lo creen muchos de los ciudadanos serbobosnios.
Adil vive ahora en Srebrenica. Esa ciudad era de mayor¨ªa musulmana hasta el a?o 1995, ahora est¨¢ poblado casi en su totalidad por ciudadanos serbobosnios. Este hombre asegura que la vida es dif¨ªcil, que nadie quiso contratarlo porque su nombre indica que es de familia musulmana y tuvo que montar su propio negocio. Toda la marcha se desarrolla en territorio de la Rep¨²blica Srpska y eso supone un amplio despliegue del ej¨¦rcito.
¡°Yo no soy nacionalista¡± explica Adnan. Es un joven alto, rubio y risue?o de Sarajevo que participa en la marcha por segundo a?o y asegura que repetir¨¢ siempre que pueda: ¡°Mis abuelos y mis padres dicen que no quieren juntarse con personas de etnia serbia, pero yo tengo amigos que son serbios, y tanto ellos como yo ya no queremos nada m¨¢s de ese pasado¡±.
Adnan habla de mirar hacia adelante, de trabajar juntos para construir un nuevo pa¨ªs que deje atr¨¢s el terror. No todos los j¨®venes piensan como ¨¦l. El discurso del miedo que manejan los pol¨ªticos, muchas veces causa efecto llevando a que muchas personas se nieguen a unirse a personas de otras etnias. Muchos de los pertenecientes a la generaci¨®n millenial que nacieron entre bombas, escapes nocturnos a lugares escondidos y sensaci¨®n de nerviosismo, est¨¢n cansados de la historia de enfrentamientos bosnia.
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