Los olvidados egipcios

A pesar de su fulminante salida de la cartelera mexicana, masacrada por las denuncias de los sectores m¨¢s reaccionarios del pa¨ªs, Los olvidados, de Luis Bu?uel, fue seleccionada unos meses despu¨¦s por el Festival de Cannes de 1951, certamen enamorado de su cruel visi¨®n de la pobreza, de sus despojos de la sociedad y sus tullidos, con el valor a?adido de poder presentar una pel¨ªcula alejada de las cinematograf¨ªas reinantes en el mundo. Bu?uel gan¨® el premio a la mejor direcci¨®n, recuper¨® una carrera entonces a la deriva, y el resto es historia.

Sesenta y siete a?os despu¨¦s, Yomeddine, otra obra de cinematograf¨ªa alejada del poder, la egipcia, protagonizada por seres humanos despreciados por su propia comunidad, y con personajes de innegables parecidos con los de Bu?uel, tambi¨¦n fue premiada con el prestigio de poder participar en su secci¨®n oficial a concurso, a pesar de estar dirigida por un primerizo: A. B. Shawky. La acogida, sin embargo, fue bien distinta el pasado a?o. Donde en Bu?uel hab¨ªa cuchillo largo, aqu¨ª hay pincel corto. Habr¨¢ quien prefiera la caricia a la pu?alada, y la pel¨ªcula y su presencia en Cannes son, desde luego, s¨ªntoma de los tiempos. Pero la ¨®pera prima de Shawky no pasa de la ex¨®tica curiosidad. Eso s¨ª, con un bell¨ªsimo instante en su desenlace, quiz¨¢ el ¨²nico donde los valores cinematogr¨¢ficos se imponen a los pol¨ªticosociales, que s¨ª que son obvios y amplios. Un maravilloso susurro de cine, un compendio de imagen y texto en off, el mejor augurio de un artista quiz¨¢ por llegar.

Pel¨ªcula de carretera protagonizada por un leproso cristiano y un ni?o hu¨¦rfano, en busca de la familia del primero, que lo cree muerto, Yomeddine est¨¢ narrada a trav¨¦s de un esp¨ªritu que siempre busca el confort a pesar de la dureza del camino. Entre su acumulaci¨®n de situaciones dram¨¢ticas, siempre hay una serie de circunstancias felices, emp¨¢ticas y casi c¨®micas, lo que provoca que en su relato no haya gama de grises y s¨ª simples blancos y negros vitales poco plausibles.

Y ah¨ª, en sus paralelismos con Los olvidados, resalta la lucha por una esquina para la mendicidad entre el leproso y el hombre sin piernas que, como el de Bu?uel, anda sostenido por la fuerza de sus manos contra el suelo. Una secuencia que ejemplifica cu¨¢n distintas son ambas pel¨ªculas, y la opuesta mirada art¨ªstica de sus autores.