Londres se da un ba?o de Sorolla
La National Gallery inaugura la primera exposici¨®n del pintor valenciano en el Reino Unido en m¨¢s de un siglo. La muestra es el definitivo paso para su rehabilitaci¨®n internacional
¡°Cuando se entra en el estudio de Joaqu¨ªn Sorolla parece que se sale a la playa y al cielo; no es una puerta que se cierra con nosotros, es una puerta que se abre al mediod¨ªa¡±. La misma sensaci¨®n que ten¨ªa Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, que pos¨® para el artista, se tiene ahora al entrar en la National Gallery de Londres. Desde el pr¨®ximo lunes y hasta el 7 de julio el museo de Trafalgar Square alberga la exposici¨®n Sorolla, maestro espa?ol de la luz, compuesta por 63 cuadros que en agosto recalar¨¢n en la Galer¨ªa Nacional de Irlanda, en Dubl¨ªn. Es la avanzadilla de lo que Gabriele Finaldi, director de la pinacoteca y antiguo subdirector del Museo del Prado, denomin¨® este jueves ¡°la temporada espa?ola¡±: el pintor medieval Bartolom¨¦ Bermejo tomar¨¢ el relevo a un maestro del XIX del que solo existe, record¨® Finaldi, una obra ¡°representativa¡± en las colecciones p¨²blicas brit¨¢nicas: el retrato de la princesa Beatriz de Battenberg, que no forma parte de la muestra pero que el mi¨¦rcoles fue trasladado fugazmente desde la vecina National Portrait Gallery y expuesto en un caballete durante la visita inaugural de la reina Letizia y el pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra.
Joaqu¨ªn Sorolla (1863-1923) ha tardado m¨¢s de un siglo en volver a lo grande al Reino Unido. En 1902, con 39 a?os y convertido en una incipiente estrella internacional, cruz¨® el Canal de la Mancha para contemplar la Venus del espejo de Vel¨¢zquez, que por entonces colgaba todav¨ªa en Rokeby Park, en Durham, al norte de Inglaterra. Si ese mismo a?o pint¨® un sensual desnudo femenino que ahora puede verse en la muestra de Londres, en 1908 volvi¨® a la capital brit¨¢nica con todos los honores cuando las Grafton Galleries organizaron una exposici¨®n de casi 300 cuadros en la que se le publicitaba como ¡°el mejor pintor vivo del mundo¡±. Si el hiperb¨®lico entusiasmo de sus anfitriones le pareci¨® excesivo, la acogida de los coleccionistas ingleses le pareci¨® tibia. Sobre todo porque dos a?os antes hab¨ªa triunfado en Par¨ªs con el doble de obras y con unas ventas que le permitieron comprar el solar en el que hoy se levanta el museo madrile?o que lleva su nombre.
?El impresionista espa?ol?
En 1894 Joaqu¨ªn Sorolla escribi¨® desde Par¨ªs a un amigo: "Sigo el camino normal de la pintura genuinamente espa?ola, cerrando ojos y o¨ªdos a todo impresionismo y puntismo (sic), beatos nosotros que aqu¨ª no tenemos esa plaga de holgazanes". Delante de un cuadro que roza la abstracci¨®n como La siesta (1911), Christopher Riopelle recuerda que Sorolla fue amigo de Monet y conoc¨ªa bien su t¨¦cnica, pero ¨¦l evita la palabra impresionismo para referirse a la obra de un artista "dotado como pocos" para pintar "cualquier cosa" pero sobre todo "el agua, la luz y los juegos de la luz en el agua, el instante". Us¨® la fotograf¨ªa para documentar su trabajo y pint¨® continuamente al aire libre ¡ªa veces el viento mezclaba la arena de playa con el ¨®leo¡ª pero no quiso jugar la baza de moderno. "Estaba satisfecho con el mundo que hab¨ªa creado y con el ¨¦xito que ten¨ªa, sobre todo en Am¨¦rica", explica Riopelle. Eso en vida. Una vez muerto, su propio talento le pas¨® factura: "En 1923, cuando ¨¦l muere, el rey absoluto es Picasso. A?adimos a Mir¨®, a Dal¨ª y a Bu?uel y solemos olvidarnos de Sorolla como artista espa?ol". ?A qu¨¦ se debe su recuperaci¨®n actual? En el cat¨¢logo, Finaldi habla de una relectura de los regionalismos europeos y de una interpretaci¨®n del impresionismo no exclusivamente francesa. Christopher Riopelle a?ade dos razones m¨¢s prosaicas: "Por un lado, en tiempos de realidad virtual vuelve a fascinarnos la destreza t¨¦cnica de los que saben hacer cosas con las manos, el oficio. Por otro, nos interesa mucho c¨®mo se forja y promociona una carrera art¨ªstica. En ambos aspectos Sorolla era un fen¨®meno".
La desapacible primavera londinense de 1908 tuvo, sin embargo, tres recompensas. La Venus de Vel¨¢zquez se exhib¨ªa ya en la National Gallery ¡ªa unos metros del ala Sainsbury que acoge estos meses su retrospectiva¡ª y Sorolla envi¨® a su esposa, Clotilde Garc¨ªa del Castillo, una postal con el retrato de la diosa en el que se refer¨ªa a ¨¦l como ¡°el trozo de carne m¨¢s humano del museo¡±. Clotilde hab¨ªa sido la ¡®an¨®nima¡¯ modelo del c¨¦lebre desnudo que ahora abre la exposici¨®n y que pertenece a una colecci¨®n particular de la que el comisario ¡ªChristopher Riopelle, conservador de pintura posterior a 1800 de la National Gallery¡ª solo se permite revelar que es ¡°espa?ola¡±. ¡°Sorolla quiso medirse con Vel¨¢zquez¡±, explica Riopelle. ¡°Ten¨ªa claro que era el int¨¦rprete de la tradici¨®n espa?ola justo cuando empezaba a ser decisiva para los artistas modernos gracias sobre todo a Manet, que la conoc¨ªa bien¡±.
La segunda recompensa de aquella agridulce temporada en las islas vino del estudio de los m¨¢rmoles del Parten¨®n que se conservan en el Museo Brit¨¢nico. ¡°El maravilloso movimiento de sus famosos ni?os corriendo por la playa de Valencia debe mucho a esas visitas¡±, subraya el comisario delante de uno de los cuadros m¨¢s reconocibles de Sorolla, dedicado a uno de los motivos que lo convirtieron en una estrella en Estados Unidos. Y en un hombre rico. Tambi¨¦n Londres tuvo algo que ver con ese ¨¦xito transatl¨¢ntico. Entre los visitantes de las Grafton Galleries estaba un millonario estadounidense llamado Archer M. Huntington que acababa de fundar la Hispanic Society of America. Entusiasmado, Huntington compr¨® varias obras y propuso a su autor una muestra en Nueva York que se convertir¨ªa en gira triunfal por Estados Unidos con visita a la Casa Blanca incluida. Aunque Sorolla y su mecenas no coincidieron en la capital brit¨¢nica, el artista resumi¨® su propio entusiasmo en otra carta a Clotilde: ¡°Creo que he conocido a Dios¡±. Tres a?os m¨¢s tarde firmaron el contrato para un proyecto que ocupar¨ªa al pintor en su ¨²ltima d¨¦cada de vida: ejecutar para la sede de la Hispanic Society en Manhattan un mural de 70 metros de largo por 3 de alto sobre las distintas regiones espa?olas. En la National Gallery pueden verse varios estudios preparatorios para un friso que algunos consideran una grandiosa s¨ªntesis de la Espa?a plural y otros, un tropiezo que tuvo a Sorolla ocho a?os viajando por todo el pa¨ªs y lo entretuvo en motivos folcl¨®ricos mientras la modernidad vanguardista llamaba a las puertas de Europa. El mismo a?o que firm¨® con Huntington, se refiri¨® a Matisse como ¡°disparate gracioso y rid¨ªculo¡±.
¡®Sorolla, maestro espa?ol de la luz¡± es un paso m¨¢s en la rehabilitaci¨®n definitiva del artista espa?ol m¨¢s internacional entre Goya y Picasso pero que, tras su muerte en 1923, pas¨® por un purgatorio del que lo sac¨® definitivamente la gran exposici¨®n que en 2009, hace justo una d¨¦cada, le consagr¨® el Museo del Prado. En una muestra que se nutre sobre todo de la colecci¨®n del Museo Sorolla de Madrid pero que cuenta con aportaciones clave del Museo d¡¯Orsay de Par¨ªs (La vuelta de la pesca), el Metropolitan de Nueva York (Clotilde con traje negro), la Fundaci¨®n Bancaja (Triste herencia) o el propio Prado (Chicos en la playa), la National Gallery presenta a un creador total cuyo precoz virtuosismo le permiti¨® ser a la vez un dram¨¢tico pintor de tem¨¢tica social, un enorme continuador del retrato espa?ol y, por supuesto, un maestro que supo atrapar como nadie la luz del Mediterr¨¢neo.
Babelia
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