Generalato

Viendo con notable inter¨¦s la mod¨¦lica serie El d¨ªa de ma?ana, dirigida por Mariano Barroso, me encuentro con una secuencia en la que una manifestaci¨®n de curas en la Barcelona de 1966 se enfrenta a la polic¨ªa y los grises les aporrean, pr¨¢ctica habitual en aquella Espa?a s¨®rdida. Alguien no da cr¨¦dito a lo que est¨¢ pasando y pregunta con estupor: ?desde cu¨¢ndo a lo largo de toda su historia los curas han protestado al poder y han exigido libertad? Comparto la sensatez de ese interrogante, aunque sepa que existi¨® la revolucionaria teolog¨ªa de la liberaci¨®n y que el Vaticano la decapit¨® a toda hostia.

Tampoco he tenido claro jam¨¢s que el concepto de democracia, palabra que empieza a resultarme estomagante porque los pol¨ªticos de cualquier signo abusan de ella hasta la n¨¢usea, son incapaces de construir una frase sin que aparezca la dichosa democracia, forme parte de las esencias sagradas de los ej¨¦rcitos, ancestralmente jer¨¢rquicos y autoritarios. Por ello, resulta absurdo que los esp¨ªritus c¨¢ndidos se escandalicen porque cinco generales y un coronel (y sospecho que habr¨¢ m¨¢s, une mucho en el gremio lo de salvar a la patria), en vez de disfrutar de su merecida jubilaci¨®n se presenten como candidatos de Vox. Es l¨®gico que la inmensa a?oranza por un tipo que lleg¨® a ser general¨ªsimo no haya desaparecido nunca entre los guardianes de la naci¨®n, y que entre los jefes de esta casta exista consecuente adicci¨®n a esas grotescas banderas que enarbola Vox reivindicando Las Navas de Tolosa, la Reconquista y no s¨¦ cu¨¢ntas cosas m¨¢s.

Y, por supuesto, existen gloriosas excepciones. Es grandiosa la imagen del general Guti¨¦rrez Mellado enfrent¨¢ndose en el Congreso a aquellos delincuentes con tricornio, resistiendo las zancadillas que le pon¨ªa aquel bellaco armado, exponi¨¦ndose a morir. Ese general s¨ª cre¨ªa en la democracia.