El ¨²ltimo aliento de Gata Cattana
La familia se resiste a que su legado desaparezca y reedita ¡®La escala de Mohs¡¯ con dos poemas in¨¦ditos
Tres elementos distinguen a la catana de cualquier otro sable: su eficacia como arma, lo minucioso de su hechura y su aspecto representativo. Gata Cattana ten¨ªa algo de todo eso. ?gil en el desenvaine, a la rapera y poeta Ana Isabel Garc¨ªa Llorente (C¨®rdoba, 1991¨C2017) le gustaba poner m¨²sica a los conflictos sociales, a lo feo. Se aup¨® en referente por sus textos y manifestaciones revolucionarias, feministas y cr¨ªticas con la monarqu¨ªa o el capital. Dice su madre que ¡°si hab¨ªa una discusi¨®n dejaba a cualquiera sin argumentos¡±, que un corte era suficiente y pon¨ªa punto final a cualquier batalla. Pero en la manifestaci¨®n de este 8 de marzo, no estaba. Tampoco en la que hizo historia, el a?o anterior.
El d¨ªa 2 del mismo mes de 2017 muri¨®, a causa de un shock anafil¨¢ctico Ana Isabel Garc¨ªa, Ana Sforza, Gata Cattana. Ten¨ªa 25 a?os, se defin¨ªa como "una voz valquiria" y estaba llamada a ser la sucesora de La Mala Rodr¨ªguez. Desde ni?a hab¨ªa sido curiosa, un animalito de ojos hambrientos al que le encantaba detenerse en las librer¨ªas cordobesas y merendarse la historia; que estudi¨® Ciencias Pol¨ªticas y quer¨ªa ser senadora, aunque sus amigos le dec¨ªan que iba para presidenta de la Tercera Rep¨²blica. "Yo nunca fui ese tipo de princesa que se espera sentada a escuchar odas a su belleza ¨Cescribi¨® en La Satine, uno de sus poemas¡ª. Yo era m¨¢s una Teodora de Bizancio, que quebraba y administraba imperios con una palabra".
Ana Isabel Garc¨ªa no estaba entre las indignadas del 8 de marzo, pero Gata Cattana habitaba en ellas. "En las camisetas, en las pancartas, en la voz, en el alma". "Agarra¨ªta" en el pecho, como escribe la poeta de alias?Irene X en el pr¨®logo de La escala de Mohs (Aguilar, 2019), la versi¨®n ampliada del poemario que la rapera autoedit¨® en 2016 y que ahora se recupera. ¡°Este a?o fuimos todas a la mani contigo", le informa, como una amiga que llama por tel¨¦fono solo para charlar. Irene sabe, porque lo ha visto, que los versos de Lis¨ªstrata ¨Cdel disco Anclas (2015)¨C se han convertido en emblemas feministas; "un tributo a las musas que luchan", tal y como rezaban varios cartones garabateados en negro. Ya lo advirti¨® en Des¨¦rtico, su grito de guerra: "Que 10.000 oyentes bien usaos' son un ej¨¦rcito". Cattana tir¨® una piedra al lago sin saber cu¨¢ntas ondas crear¨ªa. Y ¡°es que Gata, guerrera, t¨² est¨¢s en todas partes", celebra su ¨ªntima.
De entre los c¨¢nticos y las consignas, la melod¨ªa de sus canciones se elev¨® entre los m¨¢s de 350.000 manifestantes y lleg¨® hasta los o¨ªdos de sus padres. La concentraci¨®n les hab¨ªa "pillado" en Madrid. "Cuando escuch¨¦ su voz, a lo lejos, cerca del Museo Reina Sof¨ªa, sent¨ª dos cosas encontradas: por un lado, la alegr¨ªa de saber que estaba ah¨ª todav¨ªa y, por otro, la nostalgia de que, a la vez, no estuviera". Ana Llorente, su madre, siente que tiene el deber de divulgar lo que ha legado Cattana porque, como dice, "se va lo que no se recuerda". Por ello, su familia y su compa?ero?Holden Centeno han aunado esfuerzos para lanzar una segunda edici¨®n a t¨ªtulo p¨®stumo de su principal libro de poemas.
Ampliado con dos textos in¨¦ditos y dos ilustraciones hasta ahora desconocidas, en sus primeras p¨¢ginas, a¨²n conserva los agradecimientos del poemario original: "A mi familia. A mi pueblo. A las personas justas que a¨²n quedan". Llorente recuerda que, cuando este libro vio la luz por primera vez, hace tres a?os, Cattana recit¨® este mismo enunciado, entre sollozos. La veintea?era hab¨ªa autoeditado 300 ejemplares que regal¨® y vendi¨® en su pueblo, uno por uno, a sus conocidos, amigos y seguidores. Para ella era un peque?o experimento. Para su madre, una herencia universal. ¡°Si su obra trasciende, ya no se ir¨¢ nunca. Digo adi¨®s a mi hija, pero digo hola a la artista¡±, se?al¨®, en un acto celebrado por el aniversario de su fallecimiento durante el que, adem¨¢s, record¨® una entrevista que tuvo Cattana en la que le preguntaron qu¨¦ era la eternidad. Ella respondi¨®: ¡°La eternidad es estar vigente incluso despu¨¦s de la muerte¡±.
De manera casi inexcusable, el tema de la permanencia planea sobre la obra como un ave negra anunciando la hora suprema. As¨ª, en?El cumplea?os,? la narradora revive c¨®mo su abuelo, un sexagenario, logr¨® enga?arla para que pensara que todo ser viviente muere al cumplir la veintena: "S¨ª, bueno, qu¨¦ m¨¢s dar¨¢ veinte a?os que cien, el caso es que te mueres, pens¨¦ yo. Sin embargo, surti¨® efecto y me dej¨® m¨¢s tranquila, porque yo ni siquiera sab¨ªa cu¨¢nto era un a?o, para m¨ª era una aut¨¦ntica eternidad", respira. Y sin embargo, ella hubiera querido morir a los sesenta, con todo vivido: "Al fin y al cabo, la gloria no es tanto / la gloria debe ser morirse / en una islita griega mirando el mar".
Cattana no era una rapera habitual. Era una mujer de letras, de arte. Hablaba de filosof¨ªa, historia, geopol¨ªtica, cultura cl¨¢sica¡ En sus rimas, complej¨ªsimas y referenciales, caminan con arriesgada pertinencia Cal¨ªgula, Ant¨ªgona, B¨¦cquer, Deleuze o al personaje de?Breaking Bad Walter White. Al margen de su poder¨ªo, de su lengua, del amor que adolece, de la muerte y de sus "formas de amazona", la rapera tambi¨¦n medita en La escala de Mohs sobre el oficio del poeta. Sobre ¨¦l advierte que no debe ser matem¨¢tico ni f¨ªsico, porque lo suyo es "dignificar a la especie", escoger las palabras de sus propias l¨¢pidas y reivindicar que "no todos los humanos eran prescindibles". Al final, la tarea del bardo es, como expres¨® en aquel verso inmortal por premonitorio: "Merecerte la vida hasta tal punto que tu muerte parezca una injusticia".
Babelia
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