Vivir dentro de la cat¨¢strofe
En las narraciones de Magal¨ª Etchebarne hay una voz personal¨ªsima que logra que sintamos que todo est¨¢ siendo nombrado por primera vez
Magal¨ª Etchebarne coge el l¨¢piz y adopta la postura id¨®nea para escribir. Maneja los resortes ortodoxos del cuento y, a la vez, consigue hacerlos ins¨®litos. Detecto la aplicaci¨®n de esta joven escritora argentina y las seguridades de su buena letra literaria, pero lo maravilloso es que, por debajo de las ense?anzas del taller de escritura, hay una voz personal¨ªsima que logra que sintamos que todo est¨¢ siendo nombrado por primera vez. Para que reparemos en ello. En ¡®Capit¨¢n¡¯, magn¨ªfico cierre, la narradora busca una imagen hasta que surge m¨¢s all¨¢ del t¨®pico: ¡°El Delta es una huella digital de un gigante¡±. Antes el Delta se ha nombrado con otras met¨¢foras. Descartadas una a una.
A menudo las narradoras de Etchebarne escriben a trav¨¦s de voces de ni?as que han crecido, que comprenden m¨¢s tarde lo que no se ha comprendido en su momento ¡ªsexo, religi¨®n, deslealtad, cansancio¡ª y se ven obligadas a saltar con destreza sobre la l¨ªnea del tiempo narrativo; voces que, a la ingenuidad ¡ª¡°torres de alta tensi¨®n con forma de hombres del futuro¡±¡ª, suman la experiencia, la felicidad del desencanto, las adicciones literales o figuradas ¡ªtodas son literales¡ª o la certidumbre de que, desde el hueso de melocot¨®n de cada familia ¡ªcada fundaci¨®n de un v¨ªnculo¡ª, emana una tristeza biliosa, un leve sarcasmo, una luz oscura: ¡°Lo que vemos son estrellas muertas, muertas hace siglos, que siguen brillando¡±, le revela una madre, loca de lucidez, a su hija en ¡®Tsunami¡¯. Las met¨¢foras se hacen realidad: una abuela habla del amor que prende fuego y la palabra ¡°involuntariamente po¨¦tica¡± se convierte en un incendio en la casa. Pinget escrib¨ªa en Se?or sue?o: ¡°Repetir escabiosa acacia tr¨¦bol de olor amarillo, y m¨ªralo el verano en mi p¨¢gina¡±. As¨ª, igual, opera Etchebarne.
Esa manera primigenia de nombrar nos indica que los cuentos, adem¨¢s de lo que cuentan, cuentan la escritura en s¨ª misma; por eso, las narradoras escriben, incluso se ganan la vida, como negras, escribiendo para otros: en ¡®Como animales¡¯ percibimos una concepci¨®n c¨®mica del relato de la vida en el paralelismo que se establece entre los hijos no biol¨®gicos ¡ªde d¨®nde vendr¨¢n¡ª y esas historias que no nos pertenecen y, no obstante, contamos. Etchebarne tiende hilos que conectan las narraciones y juega con la imprevisibilidad, a trav¨¦s de la inclusi¨®n de personajes que aparentemente fracturan el todo ¡ªNatacha y su babero¡ª, de la mezcla de elementos dis¨ªmiles y de una forma de narrar que presenta dos planos distintos: en ¡®Cosita preciosa¡¯ la enfermedad de una madre se emborrona ¡ªquiz¨¢ refulge¡ª por los amores de la narradora con Ram¨®n. En este cuento reconocemos el extra?amiento carveriano, del que Etchebarne se apropia con particular sentido del humor: los amantes conservan una radiograf¨ªa dental de la protagonista del mismo modo que en ¡®Plumas¡¯, el cuento que abre Catedral, aparece el molde dental de Olla, la esposa del amigo que invita a cenar al narrador.
Cuentos de lo fallido, lo trunco, de mujeres que escriben y barruntan que su amor ser¨¢ una cat¨¢strofe mantenida en el tiempo (¡®Que no pase m¨¢s¡¯) o de mujeres que no escriben, tienen hijos y saben que podr¨ªan vivir un amor bello y extra?o que, sin embargo, nunca llegar¨¢n a vivir (¡®Buena madre¡¯). Se puede vivir dentro de la cat¨¢strofe. Lo hacemos casi siempre con bastante pundonor.
Los mejores d¨ªas.?Magal¨ª Etchebarne. Las Afueras, 2019. 128 p¨¢ginas. 16,95 euros.
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