Los restos tras el naufragio
Richard Stern disecciona en su obra cumbre, ¡®Las hijas de otros hombres¡¯, el proceso de?aniquilaci¨®n de la familia de un profesor tras su infidelidad con una alumna
En toda narrativa de un pa¨ªs hay libros que tienen, entre otras, la cualidad de ser singulares, ¨²nicos. Singular respecto a la ¨¦poca que narra es El gran Gatsby, pero tambi¨¦n lo es como pieza literaria; lo mismo cabe decir de El guardi¨¢n entre el centeno, que tambi¨¦n se corresponde con una ¨¦poca americana. Las novelas singulares, como su propio nombre indica, no son corrientes, pero tampoco tienen por qu¨¦ ser una cumbre literaria (el libro de Scott s¨ª lo es; el de Salinger, no tanto) aunque siempre son textos de primera. Lo que los singulariza es la capacidad de representar un modo de escribir y de registrar la vida (o una ¨¦poca) con tanta naturalidad expresiva como carga simb¨®lica, raz¨®n por la cual suelen quedar en la memoria de los lectores. Tal cualidad puede atribuirse sin duda a la novela objeto de este comentario, Las hijas de otros hombres, de Richard Stern. En su ¡°feliz peque?a escala¡±, como precis¨® Philip Roth, es una novela singular que se desarrolla en un momento clave de la historia norte?americana, los a?os sesenta, los a?os de la libertad de costumbres, de la corriente hippy, del ¡°haz el amor, no la guerra¡± y el choque de generaciones que sacudi¨® seriamente la moral y costumbres de aquella sociedad. Un profesor de 42 a?os, Robert Merrywether, un cient¨ªfico, se ve arrastrado por aquella corriente y se deja llevar por su tumultuoso caudal sin acabar de entender lo que est¨¢ sucediendo, mientras participa de ese momento hist¨®rico en los brazos de una alumna 20 a?os menor que ¨¦l.
Richard Stern (1928-2013) fue un neoyorquino de pura cepa. Estudi¨® en la Universidad de North Carolina donde era un Phi Beta Kappa, y se gradu¨® con magna cum laude en 1947. Ense?¨® en varias universidades antes de culminar su carrera en la Universidad de Harvard como profesor de literatura inglesa. Ampliamente elogiado por escritores y cr¨ªticos como Anthony Burgess, Flannery O¡¯Connor, Richard Ellmann, Howard Nemerov y Philip Roth, fue amigo de Samuel Beckett, Ezra Pound, Robert Lowell, Lillian Hellman, Saul Bellow y Jorge Luis Borges. Intelectual nada ostentoso, dedicado a su trabajo, ajeno a la popularidad, fue definido por un periodista como ¡°casi famoso por no ser famoso¡±. En 1985 obtuvo la medalla al m¨¦rito de la American Academy of Arts and Letters. Las hijas de otros hombres est¨¢ considerada un¨¢nimemente como su obra maestra.
Desde la magn¨ªfica presentaci¨®n del profesor Merrywether, su manera de estar en el mundo, su mentalidad intelectual, su sentido del humor y su aparentemente sana autoconfianza externa conviven con su paulatina corrupci¨®n moral y el fondo de dolor y de culpa (pero ¨¦sta escondida en su reivindicaci¨®n personal). Stern va a desarrollar el encuentro de un hombre de 42 a?os con una alumna 20 a?os m¨¢s joven. ?l pertenece a la ¨¦lite acad¨¦mica, ella es hija de una familia de clase media acomodada y es una muchacha inteligente, adelantada a su edad y receptiva al cambio de modo de vida que se est¨¢ produciendo entre los j¨®venes de finales de los sesenta.
La novela tiene un impecable look sesentero que incluye la magn¨ªfica, ¨¢gil y sugestiva escritura, fiel reflejo del decenio. Merrywether tiene esposa y cuatro hijos, y, naturalmente, el romance con su alumna Cynthia Ryder incide en su vida familiar. ?l es consciente de que no desea romper la relaci¨®n con Sarah, su esposa, ni que aquella afecte a sus hijos, sobre todo a los dos peque?os, pero el deterioro, como el de la polilla en la madera, es innegable y avanza despacio pero implacablemente. No quiere da?ar, pero el da?o es inevitable. La descripci¨®n de este deterioro es una obra maestra de penetraci¨®n y agudeza, graduada paso a paso con agudeza y sugerencia. Si en la primera mitad el ¡°nuevo¡± amor del profesor y Cynthia domina el relato, en la segunda ¨¦ste se bifurca entre el ¡°viejo amor¡± por Sarah y la pasi¨®n por Cynthia. Paso a paso, en su esposa aparece por fin el odio acumulado, y en ¨¦l, sumido en una inconsciente satisfacci¨®n, el miedo y la inseguridad que le siega la hierba bajo los pies. La realidad exige su tributo y la duda se introduce de manera irremisible en la vida de todos. El divorcio es el encuentro con lo inevitable, pero tambi¨¦n con sus consecuencias.
El libro bascula sobre la segunda parte, central, soberbia, que se asienta en dos planos consecutivos: la vida de la apasionada pareja dentro de un congreso, seguida del espl¨¦ndido relato del encuentro entre Merrywether y el padre de Cynthia, un reto del que el autor sale con toda gloria. A partir de aqu¨ª, la tercera parte pone las cartas sobre la mesa y el conflicto afecta seriamente a los hijos, a la nostalgia inevitable de lo que fue su vida con Sarah, a una Cynthia amortizada y al adi¨®s a una parte de s¨ª, todo a la vez. Pocas veces he le¨ªdo algo tan bueno sobre la ruptura de un matrimonio y su aplicaci¨®n a la vida cotidiana de todos los personajes. Un libro sobre las caras del amor contado con el uso de la realidad como bistur¨ª. Cuando sus vidas siguen, quedan los pecios y un futuro tembloroso; y la desgarradura consiste, sobre todo, en que la vida sigue, con un peso a?adido.
Las hijas de otros hombres.?Richard Stern. Traducci¨®n de Laura Salas. Siruela, 2019. 248 p¨¢ginas. 19,95 euros.
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