Rafael, en el paisaje de Coria

Rafael S¨¢nchez Ferlosio siempre form¨® parte del paisaje de Coria; de su parte antigua; de la plaza de la catedral (¡°el mueble principal¡±, como la llamaba), donde sigue a¨²n su casa con las iniciales R. S. en el picaporte (de otro Rafael S¨¢nchez, antepasado incluso de su padre y tambi¨¦n hom¨®logo, Rafael S¨¢nchez Mazas). Un d¨ªa alguien le pregunt¨® que qui¨¦nes hab¨ªan sido sus mejores amigos y no dud¨® en contestar: sus compa?eros corianos del colegio San Jos¨¦ de Villafranca de los Barros, donde pas¨® el bachillerato, y la cuadrilla con la que cazaba en las dehesas.

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Desde que en los a?os 40 se afincara en Coria con su madre, Liliana, o la italiana, como le dec¨ªan en el pueblo, y sus hermanos, tras heredar parte del antiguo patrimonio de los duques de Alba, Rafael form¨® parte de sus calles y sus campos. All¨ª pasaba largas temporadas, que se fueron achicando con la edad. A¨²n el verano pasado, con muchas dificultades para andar, acudi¨® a su cita estival.

Siempre un tanto distante, pero cort¨¦s, los corianos (seg¨²n ¨¦l, eso de caurienses era un invento de alg¨²n alcalde cursi) se hab¨ªan acostumbrado, con admiraci¨®n tambi¨¦n distante, a verle deambular con su extravagante desali?o. Una de sus mayores aficiones, que practic¨® mientras se lo permitieron sus piernas, fue la de patear las orillas del r¨ªo Alag¨®n, afluente hermano del Jarama (?ay, su amor por los r¨ªos!). Ferlosio siempre neg¨® la leyenda de que el cauce del Alag¨®n, a su paso por Coria, se hab¨ªa desviado como consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755, que s¨ª hundi¨® la c¨²pula de la catedral y dej¨® su marca en dos grandes grietas. Se trat¨®, en su opini¨®n, de una desviaci¨®n lenta y progresiva por la sedimentaci¨®n de la arena en las pilastras del puente de piedra.

Nunca quiso homenajes ni bautizar nada con su nombre, ¡°eso para luego¡±, ven¨ªa a decir. Y as¨ª se respet¨® hasta que sus mejores amigos (Jes¨²s Dom¨ªnguez, Milagros Cort¨¦s o Pedro y Miguel Guti¨¦rrez) le convencieron, no se sabe c¨®mo, de que la nueva biblioteca municipal, construida en la antigua alh¨®ndiga, llevara su nombre.

En cierta ocasi¨®n, alguien le llam¨® para preguntarle si no tendr¨ªa inconveniente en recibir un premio, y ¨¦l le contest¨®: ¡°Hombre, yo soberbio no soy, pero humilde tampoco¡±. Por su fama de hura?o y poco dado a la gloria se podr¨ªa creer que hoy no habr¨ªa soportado tanta necrol¨®gica laudatoria. Pero como ya es luego y ¨¦l humilde tampoco era, ah¨ª va mi homenaje y el de la gente de Coria, ese que nunca quiso en vida.

Tu memoria, Rafael, seguir¨¢ deambulando por las calles vac¨ªas de la ciudad antigua y las riberas del Alag¨®n.