Ferlosio y las palabras
El autor decidi¨® que la palabra ser¨ªa modo de vida gracias a los art¨ªculos que escrib¨ªa en EL PA?S el fallecido Premio Cervantes
Fue a finales de los a?os noventa cuando, siendo a¨²n adolescente, empec¨¦ a leerlo en EL PA?S. Descubr¨ª entonces, sin comprender bien a bien todo lo que Rafael S¨¢nchez Ferlosio escrib¨ªa, que hab¨ªa encontrado mi ideal de vida: las palabras. No ser escritor, ni dedicarme al estudio de este u otro tema, ni ense?ar, ni editar, ni traducir. Todo eso era secundario, una consecuencia mundana, si acaso, de lo que realmente importaba: las palabras. Le¨ªa ese caudal embelesador de letras y descubr¨ªa que yo quer¨ªa vivir alrededor de eso. No sab¨ªa si gracias a eso o a pesar de eso. Pero s¨ª rodeado de eso: las palabras. Y as¨ª es como recos¨ª el rostro de Ferlosio en mi imaginaci¨®n: p¨¢lido, demacrado y feliz mientras persegu¨ªa el alma de las palabras a su alrededor.
Yo quer¨ªa, en mi ingenuidad adolescente, lidiar con las palabras como lo hac¨ªa Ferlosio. Yo quer¨ªa poder levantar frases en las que decir ¡°ira¡± como lo hac¨ªa Ferlosio; yo quer¨ªa engendrar en mi cabeza p¨¢rrafos que terminaran con ¡°carne de horca¡±; yo tambi¨¦n quer¨ªa odiar a Espa?a, los toros, el folclore, las identidades; poder decir que las drogas que yo tomaba eran lo mejor que se hab¨ªa inventado en qu¨ªmica desde Lavoisier; y discutir, como ¨¦l hizo, de t¨² a t¨² con Max Weber. Ahora, habiendo dejado hace ya a?os la adolescencia, y a¨²n a sabiendas de que el fracaso ser¨¢ implacable, sigo queriendo exactamente las mismas cosas.
Debe de haber pocas cosas que en los ¨²ltimos tiempos le haya preguntado m¨¢s veces a Miguel Aguilar, el ¨²ltimo editor de Ferlosio, que si este segu¨ªa escribiendo. Miguel alimentaba mi esperanza: quiz¨¢s escribe a¨²n alg¨²n pecio, me dec¨ªa. Y ese ¡°quiz¨¢s me hac¨ªa feliz. Se trataba de la felicidad de saber que Ferlosio segu¨ªa escribiendo. Era la felicidad de saber que Ferlosio segu¨ªa vivo. Era la felicidad de saber que la pura nata de la que est¨¢n hechos los h¨¦roes segu¨ªa rebosando la copa de la vida.
Ahora ya solo queda releer y releer al mejor. No es poca felicidad, pero no es la que yo vampirizaba de las palabras de Miguel. Esa felicidad peculiar y misteriosa ya no volver¨¢.?
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