¡®Helter Skelter¡¯ o todo lo que siempre quiso saber sobre la familia Manson
A pocos meses de cumplirse 50 a?os de la noche en que se perpetr¨® el primero de sus asesinatos m¨²ltiples, regresa en espa?ol el ensayo definitivo sobre el tema, el libro de ¡®true crime¡¯ m¨¢s vendido de todos los tiempos
La noche del s¨¢bado 9 de agosto de 1969, Tim Ireland, un monitor que no pod¨ªa sospechar que iba a convertirse en uno de los primeros secundarios del libro de true crime m¨¢s le¨ªdo de la historia, supervisaba una acampada de una noche en Beverly Hills. Las ni?as hab¨ªan acampado en mitad del bosque, a m¨¢s o menos un kil¨®metro del 10050 de Cielo Drive, es decir, de la mansi¨®n en la que la familia m¨¢s disfuncional de todos los tiempos, la hippie macabra familia Manson, iba a cometer sus cinco primeros asesinatos. Uno de los primeros agentes que puso un pie en ella a la ma?ana siguiente calific¨® el lugar de ¡°matadero humano¡±. Hab¨ªa llegado all¨ª, como el resto, alertado por el ama de llaves, Winnifred Chapman, que hab¨ªa descubierto los cad¨¢veres al disponerse a iniciar su jornada laboral. Se dice que sali¨® corriendo, haciendo batir a sus espaldas la puerta en la que alguien hab¨ªa escrito PIG ¨C CERDO ¨C con la sangre de Sharon Tate. Chapman corr¨ªa y gritaba: ¡°?Asesinato! ?Muerte! ?Sangre! ?Cad¨¢veres!¡±.
Si Ireland se convirti¨® en personaje secundario de Helter Skelter (Contra), el mencionado true crime, o non fiction novel, el monumental ensayo, suerte de pormenorizado A sangre fr¨ªa sobre el caso, publicado en 1974 y obra del fiscal del caso, Vincent Bugliosi y el escritor Curt Gentry, fue porque aquella noche, alrededor de la una menos veinte, oy¨® a un tipo gritar: ¡°?Por Dios, no, por favor! ?No, no, no, por Dios!¡±. Su testimonio, unido al del reloj parado ¨Cpasada la medianoche¨C que se encontr¨® junto al cad¨¢ver del primer asesinado, un chaval llamado Steve, que se hab¨ªa pasado a saludar al guardia ¨Cy primer sospechoso¨C William Garretson, dieron a los investigadores una idea de la hora en que hab¨ªa empezado a producirse la pesadilla. Porque lo que all¨ª hab¨ªa ocurrido ten¨ªa la l¨®gica sin sentido de una pesadilla.
En cualquier crimen macabro de la ¨¦poca, y m¨¢s si se trata de un crimen macabro que incluye a personajes extremadamente famosos y en el caso de Tate, con el morbo a?adido del avanzado embarazo, peri¨®dicos e informativos se mueren, literalmente, porque alguien los rescate del hast¨ªo estival ¨Cen el caso de Los ?ngeles de las informaciones de incendios: de hecho, en un primer momento, se pens¨® que los muertos eran a causa de un incendio, y el propio Polanski lleg¨® a creer que hab¨ªa sido cosa de uno de esos desprendimientos de tierra tan propios de la ciudad de las estrellas¨C. En este en concreto, las fake news no tardaron en cubrir los huecos que dejaba la poca informaci¨®n que del caso decidieron dar las autoridades por miedo a que los interrogatorios se convirtieran en un suplicio de tipos que sab¨ªan demasiado del caso y pod¨ªan incluso fingirse culpables. Lo primero que ocurri¨® es que se relacion¨® el caso con alg¨²n tipo de ritual sat¨¢nico. Se inventaron capuchas ¨Cblancas y negras¨C, mutilaciones genitales y hasta se dijo que el beb¨¦ de Tate hab¨ªa sido arrancado del ¨²tero.
El caso m¨¢s extra?o
Nada de eso era, evidentemente, cierto. Aunque el escenario con el que se encontraron los agentes era grotesco y horrible, ten¨ªa m¨¢s de improvisado, como dec¨ªan, matadero, que de cualquier tipo de ritual. Eso s¨ª. Nada parec¨ªa tener sentido. Lo que menos, la cuerda de 13 metros que un¨ªa el cad¨¢ver de Tate ¨Cen posici¨®n fetal, el cuerpo embadurnado en su propia sangre¨C con el de su exnovio, el estilista Jay Sebring, pateado y acuchillado ¨Cmuri¨® desangrado¨C. Tampoco la bandera estadounidense que cubr¨ªa, desmadejadamente, el sof¨¢. Ni la navaja ni las gafas con montura de carey que alguien hab¨ªa dejado caer en alg¨²n lugar. Bugliosi y la prosa musculosa de Gentry cuentan que la muerte sorprendi¨® a Abigail Ann Folger y Wojciech Frykowski, leyendo en la cama. ¡°Cuando entraron, y antes de disparar, Abigail salud¨® a los chicos, creyendo que eran amigos de los Polanski¡±, cuentan.
Kiko Amat, escritor, lector infatigable del cl¨¢sico instant¨¢neo ¨Chasta cinco veces confiesa haberse internado en el trepidante laberinto investigador que propone Helter Skelter¨C sentencia, en el did¨¢ctico y adictivo pr¨®logo, que si a¨²n, 60 a?os despu¨¦s, se sigue hablando del caso Manson y no se habla, por ejemplo, de Patrick Kearney, ¡°el llamado Trash Bag Killer, quien entre 1963 y 1977 presuntamente asesin¨® a 43 personas¡± y reparti¨® sus restos en bolsas de basura, es porque, aunque otros cr¨ªmenes hayan tenido m¨¢s impacto social o hayan sido m¨¢s sangrientos, los de Manson siguen siendo los m¨¢s raros. Un absoluto misterio. Algo que secunda, en el posfacio (a?adido a la edici¨®n de 1994), el propio Bugliosi. Hay que tener en cuenta que a estos asesinatos de la familia Manson debemos sumar las muertes, al d¨ªa siguiente, de Leno y Rosemary LaBianca, no muy lejos de all¨ª, en el barrio de, curiosa paradoja, Los Feliz, a cuchillazos: hasta 41 heridas de arma blanca ten¨ªan sus cuerpos.
Como escribe el propio Curt Gentry: ¡°En la literatura a menudo se compara el lugar del crimen con un rompecabezas¡±, se da a entender que ¡°si uno tiene paciencia y persevera, al final todas las piezas encajan¡±. Pues bien, a?ade Gentry, ¡°los agentes veteranos saben que no es as¨ª¡±, saben que una analog¨ªa mejor ser¨ªa ¡°de dos rompecabezas, o tres, o m¨¢s, ninguno est¨¢ completo en s¨ª mismo¡±. Adem¨¢s, en el caso Manson interven¨ªa el asunto social. Recordemos que la secta creci¨® en torno al Rancho Sphan, los a?os sesenta, los psicotr¨®picos, la desobediencia por sistema, todos esos chavales que no quer¨ªan, para nada, ser como sus padres, chavales que quer¨ªan seguir la consigna beatnik a la new age, y a los que le parec¨ªa bien creer que un exconvicto treinta?ero, con un enorme magnetismo y poder de seducci¨®n, era, por qu¨¦ no, Jesucristo. Despu¨¦s de todo, Manson no hab¨ªa tocado ni un solo cuchillo, era una mente asesina. Hab¨ªa hecho de la promesa de diversi¨®n y desarraigo, muerte y destrucci¨®n, porque ¨¦l solo era un tipo que odiaba el mundo y a todos los que lo habitamos.
Repartiendo amor
Helter Skelter, el libro que le debe el t¨ªtulo a la canci¨®n de los Beatles que puso en marcha la org¨ªa sangrienta mansoniana?vale, primero, para repasar, minuto a minuto, lo que ocurri¨® aquella noche, y los d¨ªas que siguieron a aquella noche, las detenciones, los interrogatorios ¨Cs¨ª, es como sentarse ante cada uno de ellos y escucharles confesar, orgullosos, ¡°?Te acuerdas de lo de Tate? Yo estuve all¨ª, lo hicimos nosotros¡±, y mucho, mucho m¨¢s¨C, el juicio, todo lo dem¨¢s. Pero tambi¨¦n para entender hasta qu¨¦ punto el azar, un azar fatal, puso en el camino de un pu?ado de j¨®venes convertidos en ni?os, ni?os crueles, una variable atroz, el propio Manson, que sirvi¨® de catalizador y disparador, de una masacre perpetrada por tres chicas y un chico: Manson dio la orden a Tex Watson de llevarse a Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel a ¡°esa casa donde Melcher ¨CTerry Melcher, el productor que no hab¨ªa querido lanzarle a la fama¨C sol¨ªa vivir¡± y ¡°destruir totalmente a todo el mundo de la manera m¨¢s horripilante¡± que pudiera.
En el pr¨®logo, de obligada lectura ¨Cpara iniciados y, sobre todo, no iniciados¨C Amat cuenta c¨®mo los propios a?os sesenta tienen algo de responsabilidad en los cr¨ªmenes de la familia Manson. ¡°Aquel ensimismamiento mimado y rebeld¨ªa imprecisa que forjaron los beats una d¨¦cada antes abri¨® los diques para que se colara, y se convirtiese en mayoritaria, una filosof¨ªa tontuna, anti-no-s¨¦-muy-bien-qu¨¦, oriental de postal, infantiloide y pueril, que en los buenos momentos adoptaba paridas inofensivas como los primeros libros de Richard Brautigan, el I-Ching o los interminables salmos boogie de Grateful Dead, pero que en un d¨ªa malo pod¨ªa tomar un tinte decididamente oscuro. Ego¨ªsta y nihilista¡±. Los a?os sesenta, dice Amat, ani?aron a la gente, pero ¡°reh¨²yamos la neutralidad de dicha afirmaci¨®n: si le das un rev¨®lver cargado a un ni?o, a lo mejor te pega un tiro en la cara¡±. Manson, el tipo que acu?¨® m¨¢ximas del calado de ¡°ning¨²n sentido tiene sentido¡±, detect¨® eso de inmediato, y lo us¨® para su propio ¡°desquite¡±. ¡°Charlie quer¨ªa vengarse de un mundo que lo transform¨® en monstruo¡±. Y para hacerlo, utiliz¨® piezas, especialmente vulnerables, de ese mismo mundo. Cre¨® sus propios monstruos y les hizo creer que estaban ¡°repartiendo amor cada vez que hincaban el pu?al¡±.
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