Fin de raza
A este paso, van a desaparecer los aut¨¦nticos libreros de viejo que han nutrido de joyas nuestras bibliotecas personales
01. Eleg¨ªa
Cuando llegu¨¦ a mi casa tuve que recurrir a dos benzodiacepinas y, poco a poco, la angustia fue dejando paso a la melancol¨ªa. El motivo de mi aflicci¨®n: de camino a unas gestiones me top¨¦ con una de esas librer¨ªas low cost que se han establecido en los ¨²ltimos tiempos en algunas ciudades espa?olas, y me soliviant¨® la certeza de que la gente de mi generaci¨®n somos fin de raza gutenbergiana. En ese establecimiento venden los libros (1,?por 3 euros; 3, por 10) que compran (?a 20 c¨¦ntimos cada uno!, de cualquier tama?o o tem¨¢tica, y siempre que est¨¦n en buen estado, no sean de texto o enciclopedias y est¨¦n editados ¡°a partir de los a?os noventa¡±): ese es su negocio. Venden a lectores corrientes y, tambi¨¦n, en bloque (a precio negociable) a decoradores, interioristas, escaparatistas, hosteleros que precisen llenar con ellos estanter¨ªas vac¨ªas para hacer bonito (por tama?o, por color, ¡°por lo que sea¡±).
El negocio tiene mucho que ver con la desvalorizaci¨®n del objeto libro desde que lo digital irrumpi¨® en nuestras vidas: el libro (viejo) vale ya muy poco porque nadie lo quiere. Y lo malo es que, a este paso, tambi¨¦n van a desaparecer los aut¨¦nticos libreros de viejo que han nutrido de joyas nuestras bibliotecas personales; por eso, y quiz¨¢s en un intento desesperado de reivindicar su oficio, los bouquinistes del Sena tratan de conseguir el marchamo de ¡°patrimonio inmaterial de la humanidad¡±, frente a la a¨²n humeante Notre Dame.
En todo caso, la tienda low cost a la que me refiero tiene un pat¨¦tico motto en el que se revela el oportunismo de quien sabe ver ¡°ventanas de oportunidad¡± para el negocio: ¡°Mi libro huele mejor que tu tableta¡±. Lo ¨²nico positivo de ese paseo por el lado salvaje fue que, en un banco urbano situado a escasos metros del lugar, alguien con dignidad hab¨ªa dejado los libros que le sobraban para que los cogiera, gratis, quien quisiera. No me resist¨ª a hacer un an¨®nimo homenaje al donante llev¨¢ndome un ejemplar de El caso del c¨®mplice nervioso. Una aventura de Perry Mason, de Erle Stanley Gardner, publicada en 1961 por Plaza & Jan¨¦s. Gracias, amigo.
02. Mola (mola)
Lo m¨¢s llamativo en torno a la elusiva Carmen Mola es que a (casi) nadie le importa un ardite qui¨¦n se esconda tras ese seud¨®nimo; lo ¨²nico que de verdad cuenta es que siga publicando novelas. La tal Carmen Mola ¡ªaunque estoy seguro de que, a pesar de alguna cortina de humo, se trata, m¨¢s bien, de ¡°el tal¡±¡ª irrumpi¨® hace un a?o en el sobrepoblado universo de la serie ¡°negra¡± espa?ola con La novia gitana (Alfaguara), un escalofriante thriller del que todav¨ªa me persigue la imagen de una joven a la que horadan el cr¨¢neo para introducirle gusanos que le devoren el cerebro,?puaj! Morbo aparte, la historia se apoyaba en una intriga absorbente, unos personajes suficientemente complejos, una atm¨®sfera opresiva con suspense controlado y un ritmo que solo ocasionalmente deca¨ªa.
Ahora la se?ora (o no) Mola regresa a las mesas de novedades con La red p¨²rpura (Alfaguara), otro thriller negr¨ªsimo en el que se modera ligeramente la inclinaci¨®n del autor/a hacia lo siniestro (muy presente, en todo caso) y se gana en intriga, reflexi¨®n y cercan¨ªa emocional. La novela se inicia con la inspectora Elena Blanco y la Brigada de An¨¢lisis de Casos siguiendo la pista de una organizaci¨®n criminal que comercia en el c¨ªrculo m¨¢s abisal de Internet con im¨¢genes siniestras y ultraviolentas de cuerpos torturados hasta la muerte. Blanco, que alimenta una terrible sospecha acerca una posible v¨ªctima y/o verdugo de esos espect¨¢culos snuff, inicia su nuevo un viaje al coraz¨®n del mal irrumpiendo en una vivienda de gente bien en la que un adolescente se entretiene con la contemplaci¨®n en directo de la tortura de una joven a cargo de encapuchados. Solo que esta vez el mal se acerca demasiado a la biograf¨ªa de la inspectora y amenaza con ahogarla en su trama de horror y culpa. Sea quien sea, Mola se ha superado a s¨ª mismo/a.
03. Populismos
Con la derecha partida en tres y cada vez m¨¢s escorada hacia su extremo, la izquierda fraccionada en dos (y hasta en tres: Catalu?a) y las peculiaridades de nuestra norma electoral ¡ªque convierten en irrisorio el principio de ¡°una persona, un voto¡±¡ª, la verdad es que a los indecisos (e incluso a los que, cansados de ponerse la pinza en la nariz, siguen dudando entre votar o, simplemente, botar su voto) no se lo han puesto nada f¨¢cil.
La derechona m¨¢s a?eja ha contaminado a la derecha y fagocitado al viejo centro, y las muchas izquierdas (alguna, entre comillas) siguen acical¨¢ndose sus personalistas ombligos, pero me dicen mis amigos ¡ªy, sin duda, aciertan¡ª que esta vez la gravedad de lo que se dirime prima sobre esa ambigua forma de protesta individual que es la abstenci¨®n. Mientras tanto, la expansi¨®n de los populismos me parece lo m¨¢s significativo del momento pol¨ªtico planetario, lo que obliga a un esfuerzo de comprensi¨®n.
Entre lo m¨¢s interesante que sobre el asunto ha llegado a las librer¨ªas, solo en la ¨²ltima quincena, destaco Populismo (Alianza), de Cas Mudde y Crist¨®bal Rovira Kaltwasser, una breve introducci¨®n al tema; Nacionalpopulismo (Pen¨ªnsula), de Roger Eatwell y Matthew Goodwin, un ensayo que analiza, sin demonizaciones previas, los motivos por los que un n¨²mero creciente de ciudadanos se decanta por las opciones populistas en las democracias liberales sostenidas por partidos tradicionales; por ¨²ltimo, Del fascismo al populismo en la historia (Taurus), de Federico Finchelstein, se centra en las diferencias y afinidades entre ambos y, especialmente, en el an¨¢lisis de los ¡°modernos¡± populismos latinoamericanos, desde los sucesivos (de derecha o izquierda) de Juan Per¨®n, hasta los de Ch¨¢vez, Correa, Morales o Maduro.
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