Por qu¨¦ lloramos por Notre Dame
Universitarios y expertos analizan las reacciones pasionales frente al incendio de la catedral, que inscriben en la noci¨®n de ¡°emoci¨®n patrimonial¡±
A muchos les cayeron las l¨¢grimas. La primera reacci¨®n ante el incendio que arras¨® Notre Dame fue la conmoci¨®n. La ca¨ªda de la aguja de la catedral fue vivida con desgarro e incluso comparada con el 11-S, pese a la diferencia flagrante en el n¨²mero de v¨ªctimas (3.000 muertos contra ninguno). La hipot¨¦tica destrucci¨®n de un fragmento de la supuesta Cruz del Calvario fue vivida como una tragedia por ciudadanos plenamente agn¨®sticos. Hubo abnegadas muestras de apoyo, presupuestos p¨²blicos desbloqueados en cuesti¨®n de segundos y cuantiosas donaciones de multimillonarios en aras de su reconstrucci¨®n. ?Por qu¨¦ lloramos por Notre Dame? ?Por qu¨¦ la sociedad se moviliza por unanimidad por la p¨¦rdida de una catedral, pero no por otras causas? Universitarios franceses llevan estudiando desde los noventa este fen¨®meno, bautizado como ¡°emoci¨®n patrimonial¡± por el antrop¨®logo Daniel Fabre.
¡°Se trata de una globalizaci¨®n de las reacciones emotivas respecto a los edificios en peligro, que ya no responden solo a una cuesti¨®n de proximidad¡±, se?ala la historiadora Isabelle Saint-Martin, profesora de la Escuela Pr¨¢ctica de Estudios Superiores de Par¨ªs. Recuerda que, en 2001, cuando los tres budas esculpidos en la roca en un lejano valle de Afganist¨¢n fueron destruidos por el r¨¦gimen talib¨¢n, muchos lamentaron su p¨¦rdida pese a no haber visitado el lugar ni conocer su existencia. Lo mismo sucedi¨® con la inundaci¨®n de Florencia, la desaparici¨®n de Tombuct¨², la destrucci¨®n de Palmira o el terremoto que arras¨® Bagan, la ciudad birmana de las mil pagodas. ¡°Es un sentimiento que surge con la Sociedad de Naciones en los a?os 30 y que se termina de imponer con la noci¨®n de patrimonio de la humanidad, que la Unesco adopt¨® en 1972¡±, afirma Saint-Martin.
Ese dolor se pronuncia cuando el monumento es conocido o est¨¢ sobrecargado de s¨ªmbolos, como la catedral parisina. ¡°En el caso de Notre Dame, la emoci¨®n patrimonial es evidente. Se asimila la desaparici¨®n de un monumento a la de un ser humano¡±, indica Anne-Marie Thiesse, investigadora del prestigioso CNRS y especialista en historia cultural. ¡°Adem¨¢s, su reputaci¨®n est¨¢ ligada al libro de Victor Hugo, con su historia extremadamente tr¨¢gica y sus personajes marginales. Esta semana se ha despertado el recuerdo de las emociones vividas durante la lectura o al descubrir sus adaptaciones cinematogr¨¢ficas¡±, considera Thiesse. En la d¨¦cada previa a la publicaci¨®n de Nuestra Se?ora de Par¨ªs en 1831 y al fenomenal ¨¦xito que consigui¨®, existieron distintos proyectos para derribar la iglesia. ¡°Se encontraba en mal estado y su renovaci¨®n se consideraba excesivamente cara. Entonces no exist¨ªa un gusto por el arte g¨®tico. Fue la novela la que suscit¨® un nuevo gusto por lo antiguo¡±, a?ade la historiadora.
Para la soci¨®loga del arte Nathalie Heinich, profesora de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS), el sentimiento de p¨¦rdida es m¨¢s simb¨®lico que material y va mucho m¨¢s all¨¢ de lo propiamente religioso. Por eso no solo los cat¨®licos y creyentes han lamentado el incendio. ¡°Lo que est¨¢ en juego es la transmisi¨®n de un bien com¨²n, perteneciente a todo un colectivo. En este caso, la naci¨®n¡±, se?ala Heinich. ¡°La destrucci¨®n de ese patrimonio hace imposible que haya una transmisi¨®n, lo que explica las reacciones dolorosas y traum¨¢ticas que vemos desde el lunes¡±. A la soci¨®loga le parece significativa nuestra insistencia a la hora de afirmar que se logr¨® evitar lo peor y que la nave de la catedral pudo ser salvada. ¡°Cuando hay un accidente de carretera, siempre es mejor que haya dos muertos que cuatro. En las situaciones de luto, se positivan los hechos para evitar verse devastado por ellos. Es un pensamiento m¨¢gico que sirve para consolarse¡±, argumenta Heinich.
Al gran medievalista franc¨¦s Jean-Claude Schmitt, Notre Dame le parece una catedral g¨®tica como otra cualquiera. ¡°No es la m¨¢s bella ni la m¨¢s importante. Ni siquiera en t¨¦rminos religiosos: los reyes eran coronados en Reims y enterrados en Saint Denis. Hasta el siglo XVII, Notre Dame ni siquiera tuvo una archidi¨®cesis propia¡±, recuerda. Su importancia procede del hecho de ser la catedral de Par¨ªs, justo cuando la ciudad se convert¨ªa en capital de Francia. Impulsada en 1160 por el obispo Maurice de Sully, Notre Dame fue ¡°un proyecto conjunto de la Iglesia y la monarqu¨ªa¡±, dos sedes del poder vecinas en la min¨²scula isla de la Cit¨¦, para asentar el poder de esa nueva capital. ¡°A partir del siglo XIX, con el ¨¦xito de la novela de Hugo, Notre Dame dejar¨¢ de ser un monumento religioso y se convertir¨¢ en uno de tipo nacional¡±. En una catedral de consenso, casi ecum¨¦nica, en la que cada ciudadano, franc¨¦s y del mundo, puede identificarse a un nivel distinto. ¡°Por eso la emoci¨®n es tan fuerte. Con la catedral de Estrasburgo nunca hubiera pasado lo mismo¡±, opina Schmitt.
Ese registro emotivo tambi¨¦n ha invadido el discurso pol¨ªtico. En su discurso televisivo del martes, Emmanuel Macron rememor¨®, con voz tr¨¦mula, la noche de los hechos. ¡°Los franceses temblaron, conmovidos. Los extranjeros lloraron¡±, expres¨®. El subtexto, no siempre sutil, es que esa catedral somos todos. ¡°Desde el punto de vista de la historia del arte, es un hecho deplorable. Desde el punto de vista social, puede tener una utilidad¡±, apunta el arquitecto jefe de los monumentos hist¨®ricos franceses, Fran?ois Chatillon, a cargo de la restauraci¨®n del Grand Palais. ¡°La arquitectura g¨®tica es un juego de pliegues en el que los elementos se sostienen los unos contra los otros. Es como la propia sociedad: as¨ª logramos vivir cosas inmundas sin perder totalmente el equilibrio¡±.
Babelia
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