Sue?os de locos, almas de piedra
Quiz¨¢ sea el momento de plantearse el uso y mantenimiento de esos edificios que son de todos
75 templos ¡ªsin contar los dobles, el nuevo y el viejo, de los que algunas ciudades pueden presumir¡ª integran el inventario de las catedrales espa?olas, es decir, las iglesias en las que tienen sus c¨¢tedras los obispos de las distintas di¨®cesis episcopales en las que ha dividido nuestro territorio la Iglesia cat¨®lica espa?ola. Los obispados son algunos menos, pero los hay con m¨¢s de una catedral de resultas de la evoluci¨®n hist¨®rica del territorio en cuesti¨®n, casos de La Rioja o Ja¨¦n, o por alguna circunstancia excepcional: Zaragoza, por ejemplo, tiene dos catedrales, la Seo y el Pilar, por deferencia especial hacia este ¨²ltimo templo por parte del Vaticano, dado su significado para Arag¨®n y para Espa?a entera.
75 catedrales se reparten, pues, nuestra geograf¨ªa, cuyos variados paisajes dominan desde la arboladura de sus elevadas torres, visibles desde muy lejos la mayor¨ªa de ellas por estar normalmente en el punto m¨¢s alto de las ciudades sobre las que se levantan. Las hay de todos los estilos, de todos los tama?os y de la m¨¢s variada riqueza. Sue?os de locos, almas de piedra, libros alzados al cielo como trasuntos de la Jerusal¨¦n celeste que se incardina en la imaginer¨ªa cristiana, las catedrales espa?olas, hoy como ayer, contin¨²an siendo las referencias arquitect¨®nicas de nuestras ciudades, de cuya navegaci¨®n hist¨®rica son las cajas negras, as¨ª como iconos sentimentales y paisaj¨ªsticos de primer orden, lo que explica la vinculaci¨®n a ellos por parte de unas poblaciones cada vez menos religiosas pero que consideran esos edificios suyos por m¨¢s que de un tiempo ac¨¢ su privatizaci¨®n por parte de los obispos y su musealizaci¨®n creciente con la excusa de su costoso mantenimiento les obligue a pagar por verlos. Las im¨¢genes de los parisinos llorando ante Notre Dame en llamas ¡ªcomo ante los destrozos de otros templos a causa de alg¨²n incendio, terremoto o guerra los ciudadanos de otros lugares en otros momentos¡ª ilustra a la perfecci¨®n ese sentimiento de propiedad de los habitantes de cada ciudad respecto de unas construcciones que representan para la mayor¨ªa de ellos mucho m¨¢s que un lugar religioso; representan la propia historia de la ciudad y su esencia misma.
El desgraciado incendio de Notre Dame, la principal catedral de Francia por ser la de Par¨ªs, aunque no la m¨¢s bella ni la mejor (las de Reims, Amiens o Chartres son superiores en arquitectura y riqueza art¨ªstica), ha puesto de actualidad la situaci¨®n de esos viejos templos y su estado de conservaci¨®n no solo en Francia, sino en todos los pa¨ªses europeos, en especial aquellos que, como Espa?a, los cuentan por docenas, lo cual es un privilegio. En una ¨¦poca de desacralizaci¨®n de la sociedad, quiz¨¢ sea el momento de plantearse el mantenimiento y la utilizaci¨®n de esos edificios que son de todos pero a los que cada vez m¨¢s muchos ciudadanos est¨¢n dando la espalda convencidos de que se los han arrebatado para d¨¢rselos a un turismo que parece la religi¨®n de este tiempo. Lo dice alguien que los ha visitado todos, uno detr¨¢s de otro, y pasado un d¨ªa entero en cada uno de ellos.
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