Genialidad en vena
Una brillante producci¨®n esc¨¦nica marca el regreso de 'Falstaff' al Teatro Real
Quienes se acerquen en los pr¨®ximos d¨ªas al Teatro Real a disfrutar con esta muy disfrutable nueva producci¨®n del Falstaff de Verdi har¨ªan bien en ver en sus casas, preferiblemente antes, Campanadas a medianoche, la extraordinaria creaci¨®n de Orson Welles. ?pera y pel¨ªcula son dos caras de una misma moneda y, muy probablemente, las dos adaptaciones de Shakespeare m¨¢s logradas al margen del teatro hablado. Se necesitan mutuamente para que nos hagamos una idea cabal del inconmensurable personaje protagonista, trasquilado en ambas, pero no antes de que nos haya impartido ¨C¨¦l mismo o por personas interpuestas¨C algunas lecciones: m¨¢s amables unas y m¨¢s amargas otras, pero igualmente hondas y duraderas en las concepciones tan divergentes de Arrigo Boito y Orson Welles. Es curioso que uno y otro tuvieran exactamente la misma edad (rozaban la cincuentena) cuando escribieron su libreto y su guion. Verdi, en cambio, estaba a un paso de ser octogenario cuando se estren¨® su ¨²ltima ¨®pera en el Teatro alla Scala en 1893. Y no es casual que sean los j¨®venes (el pr¨ªncipe Hal y futuro Enrique V en Campanadas a medianoche, Nannetta y Fenton en Falstaff) quienes se erijan a la postre en beneficiarios, y estandartes, de aquellas lecciones.
M¨¢s de medio siglo despu¨¦s de haber cosechado con su anterior comedia, Un giorno di regno, un colosal fracaso, Verdi abord¨® la composici¨®n de Falstaff con la tranquilidad de quien sabe que no tiene nada que perder: los sinsabores de aquel melodramma giocoso quedaban muy atr¨¢s, el hijo espiritual que hab¨ªa encontrado en Arrigo Boito volv¨ªa a brindarle un libreto literaria y dramat¨²rgicamente portentoso, el ¨¦xito de Otello hab¨ªa disipado cualquier temor reverencial ante una nueva aproximaci¨®n a Shakespeare (fervientemente admirado por el compositor) y, como Robert Shallow, su viejo amigo de la infancia, dice a Falstaff en Enrique IV, Verdi ten¨ªa una edad en la que ya le hab¨ªa dado tiempo a verlo todo, adem¨¢s de haber podido o¨ªr, por supuesto, las campanadas a medianoche, esas mismas que suenan para Falstaff antes de protagonizar su segundo escarnio en la ¨²ltima escena de la ¨®pera.
'Falstaff'
M¨²sica de Giuseppe Verdi. Roberto de Candia, Daniela Barcellona, Maite Beaumont, Rebecca Evans, Joel Prieto, Ruth Iniesta y Simone Piazzola, entre otros. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Direcci¨®n musical: Daniele Rustioni. Direcci¨®n de escena: Laurent Pelly. Teatro Real, hasta el 8 de mayo.
Pero su avejentado h¨¦roe despert¨® en el anciano Verdi una profunda empat¨ªa y por eso Falstaff naci¨® pausadamente, en peque?os estallidos de creatividad, a su capricho, sin presiones. La correspondencia entre el m¨²sico, el caro Maestro, y su caro (o incluso carissimo) Boito nos hace part¨ªcipes de una g¨¦nesis infinitamente m¨¢s apacible que la de Otello. De piel oscura uno y barrig¨®n el otro, Il Cioccolato hab¨ªa dejado paso a Il Pancione, los apodos que ellos mismos dieron a los protagonistas en sus cartas. Verdi parece mimetizarse cada vez m¨¢s con Sir John y el 23 de mayo de 1890, haciendo un juego de palabras con uno de los versos de Boito para el coro final, escribe a su libretista: ¡°L¡¯uom ¨¨ nato poltrone¡±, gandul u holgaz¨¢n, en vez del original burlone. Contagiado del bon vivant que est¨¢ alumbrando, Verdi parece casi resistirse a poner punto final a la que sabe que ser¨¢ su ¨²ltima ¨®pera, disfruta como nunca de la libre actividad creadora, en las ant¨ªpodas del sinvivir y los plazos perentorios que le hab¨ªan impuesto los a?os de galeras, y en una carta fechada el 10 de septiembre de 1891 llega incluso a exclamar: ¡°??Qu¨¦ hermoso es el mundo!!¡± Y cuando por fin concluye la obra un a?o despu¨¦s, en la partitura que env¨ªa a Tito, el hijo de Giulio Ricordi, su amigo y editor, adjunta una nota con unas palabras que parafrasean un pasaje del libreto y que suenan a muchas despedidas en una: ¡°Las ¨²ltimas notas de Falstaff. Todo se ha acabado. Ve, ve, viejo John. Sigue tu camino mientras puedas. ?Un granuja divertido, eternamente aut¨¦ntico bajo m¨¢scaras diversas, en todo tiempo, en todo lugar! Ve, ve, camina, camina, ???adi¨®s!!!¡±.
Una de las mayores virtudes de la nueva producci¨®n de Laurent Pelly es que sabe reflejar la ¨¢gil comicidad de la obra sin desde?ar sus tonos sombr¨ªos o la cr¨ªtica ¨¢cida para retratar a algunos de sus protagonistas: en contraste con el blanco y negro de Welles, hay muchos colores (una se?a de identidad del director franc¨¦s), pero son tanto vivos como apagados. Falstaff se nos aparece casi como un sin techo, ajado, sucio y desastrado, de rostro enrojecido por el alcohol y apoltronado en el barucho de la posada en que (mal)vive y donde intriga con Bardolfo y Pistola, dos personajes salidos de un lumpen amacarrado y m¨¢s bien cutre (estupendos Mikeldi Atxalandabaso y Valeriano Lanchas) que contrasta con el ambiente pulcramente burgu¨¦s, lleno de convenciones y falsedades, de los rivales de Sir John, que har¨¢n befa de ¨¦l al tiempo que revelan sus propias miserias.
La excelente escenograf¨ªa de Barbara de Limburg se metamorfosea con naturalidad, agrandando o empeque?eciendo el escenario, sin traicionar nunca la dramaturgia original y brindando en la casa de los Ford espacios en diferentes alturas y escondites suficientes para que puedan maniobrar unos y otros. En la escena final, un claro homenaje a la conclusi¨®n de Le nozze di Figaro de Mozart, el bosque como tal no existe, pero luces y sombras enmarcan el enredo. Y lo que ya se hab¨ªa anticipado en el segundo acto (la comitiva de sosias que le crecen a Ford a su alrededor) y confirmado en el tercero (a estos se unen ahora las dobles de Alice, su mujer), se pone crudamente de manifiesto cuando una pared reflectante muestra fugazmente a los espectadores en sus butacas: los enga?ados somos todos. La burgues¨ªa es una enfermedad contagiosa y sus juegos se vuelven contra ellos mismos.
Falstaff no es una ¨®pera de individualidades, pero todos los cantantes tienen que sumar en los pocos compases que tienen concedidos para conseguir que el complej¨ªsimo mecanismo de relojer¨ªa impacte como tal, algo a lo que ayuda much¨ªsimo la extraordinaria direcci¨®n de actores de Laurent Pelly, un indiscutible maestro de la comedia que planea y ejecuta sus gags en absoluta consonancia y sincron¨ªa con la partitura. Nadie destaca ni nadie desentona en el reparto. Roberto de Candia, que se conoce el papel del derecho y del rev¨¦s, ha saltado al grupo del estreno tras la desdichada cancelaci¨®n de Nicola Alaimo. Es un Falstaff eficiente y suficiente, pero ni sobresaliente ni imponente, como pide a gritos este personaje que Welles ten¨ªa por el papel m¨¢s dif¨ªcil que hab¨ªa representado en toda su carrera. Al italiano le sobra oficio, pero le faltan voz, vis c¨®mica, variedad musical y esa desmesura que, como se dice gr¨¢ficamente en ingl¨¦s, debe hacer parecer a Sir John larger than life. Sus dos grandes mon¨®logos pasaron sin pena ni gloria, quiz¨¢ por un exceso de rutina. Mejor la Alice maquinadora de Rebecca Evans que la Meg algo agazapada de Maite Beaumont, suficiente el Ford de Simone Piazzola, de emisi¨®n vocal algo estrangulada, y m¨¢s disfrutables las intenciones que la realidad vocal actual de Daniela Barcellona, a lo que le ayudan sus credenciales rossinianas en una ¨®pera que tambi¨¦n homenajea al maestro de P¨¦saro. En los concertantes r¨¢pidos hubo, por regla general, poca claridad en la dicci¨®n del texto, a menudo insuficientemente audible. Falstaff es una alfombra m¨¢gica, s¨ª, pero est¨¢ tachonada de dificultades.
Algo encogida e inexpresiva Ruth Iniesta como Nannetta y sorprendentemente poco juvenil ¨Cen timbre vocal y en ardor amoroso¨C el Fenton de Joel Prieto, que no ha logrado mejorar ni ahora ni en Street Scene la excelente impresi¨®n que caus¨® en su debut en el Teatro Real como Tamino en La flauta m¨¢gica. Esos mismos encogimiento e inexpresividad son de alguna manera extensivos a la direcci¨®n de Daniele Rustioni, un joven valor al alza en los teatros de ¨®pera, que ha preferido primar el control y la eficacia en la concertaci¨®n sobre una direcci¨®n m¨¢s personal, libre y desenfadada. Se echan en falta incursiones m¨¢s decididas en ambos extremos fuera de la zona de confort (el del lirismo reposado y el de las descargas de energ¨ªa y vitalidad), aunque muchos detalles hacen pensar que la prestaci¨®n orquestal (y, muy probablemente, tambi¨¦n la vocal), va a ir a m¨¢s, ganando en personalidad y frescura cuando la ¨®pera siga rod¨¢ndose en las siguientes representaciones.
Un mes despu¨¦s del estreno de la ¨®pera, un Boito exultante escrib¨ªa a Verdi: ¡°Nuestros buenos milaneses han pasado a ser ya todos ciudadanos de Windsor y pasan su vida en la posada de la Jarretera y en casa de Ford y en el parque. Y no recuerdo, y creo que no se ha visto nunca, una ¨®pera que haya sabido penetrar como esta en el esp¨ªritu y en la sangre de un pueblo. De esta transfusi¨®n de alegr¨ªa, de fuerza, de verdad, de luz, de salud intelectual debe derivarse un gran bien para el arte y el p¨²blico¡±. La ¨²ltima creaci¨®n de Boito y Verdi lleva d¨¦cadas transfundiendo bienes entre el p¨²blico que la admira. No es nada f¨¢cil traducir su constante genialidad y aqu¨ª se ha logrado solo a medias. Pero un poco de Falstaff es mucho.
Babelia
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