La novela latinoamericana hoy
Babelia ofrece un extracto del Pre¨¢mbulo del libro de 'Disc¨ªpulos y maestros 2.0: Novela hispanoamericana hoy', que la editorial Iberoamericana-Vervuert publicar¨¢ pr¨®ximamente
Entre 1996 y 2018 no pas¨® mucho tiempo sin que se presentara otro libro de un flamante autor hispanoamericano sin fronteras en Madrid, alguna capital latinoamericana, o Miami. Se los celebra indiscriminadamente por creer que como anda el mundo ya no se podr¨¢ escribir historias que no sean inquietantes e ignoren ese mundo, la ¨¦tica de representarlo, o que distinguir entre creador y creaci¨®n es convenientemente tenue. Se tiende a ser poco cr¨ªtico con las novedades del nuevo establishment, por temor de que se crea que uno es anticuario, neoliberal, conservador, o sexista. Si por definici¨®n las obras desobedientes son de autores ind¨®ciles, hoy se trata de sortear desaf¨ªos, de superar lo atrayente o ef¨ªmero, de emular ciertos cl¨¢sicos, y evitar quedarse en un purgatorio con afanes de veracidad. En ese abismo, muestran las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, la novela solo tiene relaci¨®n con otros enredos de la f¨¢bula, u ocupa un limbo en que el yo de la narraci¨®n no es un extra?o al yo que narra. Verla as¨ª es creer en que sus autores se sienten mortificados por influencias y cambios culturales, o por su mito personal en un mundo digitalizado.
No obstante uno de ellos, Alejandro Zambra, le dice a Mauro Libertella en El estilo de los otros. Conversaciones con escritores contempor¨¢neos de Am¨¦rica Latina (2015): ¡°Estoy muy en contra de la angustia de las influencias. Creo que si las influencias te angustian es porque eres un pelotudo¡±. Si ya no se puede leer, hacer cr¨ªtica, o historia literaria como antes, es ingenuo creer que antes se le¨ªa sin oxigenaci¨®n, o mejor. Si en 2019 no se lee como en 1996 (polos que algunos cr¨ªticos subestiman, pero usan) no es porque las novelas actuales son mejores o peores sino porque la experiencia y tradici¨®n acumuladas, digamos desde el boom, exigen m¨¢s. No se puede seguir concentr¨¢ndose en rupturas y otras negaciones sin ver lo positivo. M¨¢s bien, se est¨¢ en la m¨¦dula de otro funcionamiento porque los nuevos y sus lectores leen sin importarles las rencillas cr¨ªticas o la volatilidad con que se expresa el desprecio del Mercado o la Academia.
Si uno se gu¨ªa por la actividad editorial, ferias, festivales y premios, la atenci¨®n de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas a los nuevos novelistas continuar¨¢. Esa progresi¨®n tiene paralelos y antecedentes en el inter¨¦s inicial por el boom de los a?os sesenta en el centro editorial que era y es Espa?a, aunque el n¨²mero de libros publicados haya disminuido un poco, mientras aumenta en Hispanoam¨¦rica. Hay que dar cuenta de varios problemas impl¨ªcitos en esos desarrollos, entre ellos resemantizar el gravamen de varios ¡°cl¨¢sicos¡± recientes (Piglia o Volpi, entre ellos) y de narradores u obras desconocidos, repensando los contextos porque no hay justicia literaria en una ¨¦poca polarizada. Tambi¨¦n vale ampliar el peso de los maestros en esas querellas para contextualizar las nuevas preceptivas, examinando c¨®mo la historia literaria se esfuerza por gobernar qu¨¦ ¨¢rea de su inter¨¦s podr¨ªa presentar como central o marginal. En un momento en que las etiquetas cr¨ªticas ¡ªentre ellas las de Benjamin, Blumenberg, Casanova y la literatura mundial, el cosmopolitismo, o la ¡°novela global aburrida¡± de Tim Parks¡ª benefician m¨¢s a los cr¨ªticos, es preciso desembarazarlas porque los antiguos maestros siguen sonando m¨¢s fuerte que los disc¨ªpulos. Es m¨¢s, la dependencia ciega en teor¨ªas no puede abolir la explicaci¨®n de la Obra Maestra, la celebridad o distinci¨®n, lo verdaderamente nuevo, el valor permanente, o qu¨¦ es un autor en las ant¨ªpodas.
Disc¨ªpulos y maestros 2.0: Novela hispanoamericana hoy comienza preguntando qu¨¦ es central y provee plenitud en la novela y para qui¨¦n, no qu¨¦ es circunstancial, concentr¨¢ndose en la problem¨¢tica del ¡°escritor representativo¡±. Para tomar un ejemplo, si se agotan las analog¨ªas, comparaciones y superlativos para describir la obra y trayectoria de Roberto Bola?o, entonces toda novela que no se centre como las de ¨¦l en la experiencia del nomadismo ling¨¹¨ªstico transcontinental, el terrorismo de estado, la naturaleza artesanal y l¨²dica de la literatura, el exilio voluntario, o muestre temor de serrucharle el piso a lo pol¨ªticamente correcto con gran humor, se percibir¨ªa como marginal o inexistente. A la vez, considerar la popularidad de bestsellers como Isabel Allende y varios m¨¢gico realistas renovados para lectores europeos y estadounidenses; o la retraducci¨®n y comercializaci¨®n de narradores ¡°latinounidenses¡± (t¨¦rmino de Ambrosio Fornet) como Junot D¨ªaz, Daniel Alarc¨®n, Ernesto Qui?onez [sic] y Jaime Manrique, cierta historia de la novela (algo que no pretendo) pone la marginalizaci¨®n en perspectiva. Propiciamente el desarrollo de la novela actual es paralelo a otros avatares de aquel mundo complejo, irreducible a las modas de ¡°la naci¨®n¡± o un malhadado entendimiento de ¡°la pol¨ªtica¡±.
Si en 2019 no se lee como en 1996 no es porque las novelas actuales son mejores o peores sino porque la experiencia y tradici¨®n acumuladas, digamos desde el boom, exigen m¨¢s
Me explayo al respecto sobre C¨¦sar Aira y otros autores de una generaci¨®n intermedia, olvidada o postergada (Javier V¨¢sconez, el m¨¢s y m¨¢s recuperado Mario Levrero), algunos nacidos alrededor del boom; m¨¢s otros de los a?os cincuenta a sesenta, entre ellos novelistas dispares y logrados como Carlos Franz, Alan Pauls, Horacio Castellanos Moya, Rodrigo Rey Rosa, H¨¦ctor Abad Faciolince, Andr¨¦s Caicedo, Juan Villoro, Arturo Fontaine, Pedro Juan Guti¨¦rrez y Carlos Cort¨¦s. Tengo en cuenta que con la red mundial los medios adquieren un papel instant¨¢neo para fijar el valor de esa novel¨ªstica, aunque digitalmente los hechos son m¨¢s elusivos, y el debate instruido sobre c¨®mo la literatura.com provee m¨¢s contenido que formas es dif¨ªcil de hallar. Como muestro, el conocimiento basado en lecturas reales no es remplazado por los medios sociales que separan a¨²n m¨¢s a los que tienen puntos de vista diferentes con su macartismo intern¨¢utico.
Ese dilema y la historia literaria m¨¢s amplia revelan que algunas interpretaciones son centrales para un ¨¢rea o autor secundario vendido como justamente recuperado. Pero el problema m¨¢s grande son los destiempos y desencuentros causados por la recepci¨®n extranjera (y su rebote a nuestra lengua), como fue el caso de Bola?o y es el de Aira; por no decir nada de autores de pa¨ªses ¡°menores¡± o perif¨¦ricos condenados a la edici¨®n nacional, o de los traducidos por editoriales menores o universitarias. Por eso la cr¨ªtica de la cr¨ªtica, un elemento crucial para mis reparos, deber¨ªa admitir que es principalmente arbitraria, y no solo su sinn¨²mero de contraargumentos. Estos tienen una relaci¨®n directa con c¨®mo se interpreta la nueva (¡°joven¡±, ¡°¨²ltima¡± o ¡°reciente¡± ) novela en su cultura de producci¨®n, o en el lugar donde m¨¢s se comercializa. Por estas ambivalencias un gran n¨²mero de autores desfila por Disc¨ªpulos y maestros 2.0, yuxtaponiendo sucesos dispares que recalcan interconexiones subyacentes para sugerir una nueva manera de pensarlas.
La narrativa ne¨®fita muestra cambios genuinos, avances peque?os y grandes retiradas, victorias y p¨¦rdidas, valores permanentes y logros t¨¦cnicos comparativamente pasajeros. Entre esos vaivenes conocidos y relativos la narrativa posmoderna pierde su hegemon¨ªa, aunque queden se?as de su identidad y de cr¨ªticos que valorizan su presencia sin examinar la de hoy. Lo mismo ocurre con el compromiso, la cultura para las masas que amenaza con reformular la cultura de las masas, y el esteticismo intransigente, eternos gajes del oficio. Al volver a la palestra la literatura en la literatura sus ejes librescos ocasionan mayores rechazos debido a su larga historia. Esa ¡°autobiograficci¨®n¡±, err¨®neamente considerada posmoderna y mayoritariamente de origen angl¨®fono, ignora la influencia de la rica veta espa?ola que va de Cervantes y Unamuno a los influyentes Vila-Matas y Cercas, confundiendo la autoexpresi¨®n con el arte. Estos embrollados impulsos no desaparecen completamente, desarrollo inevitable en una cultura con mayores medios para fijar lo perenne que puede producir la literatura.
La nueva narrativa muestra cambios genuinos, avances peque?os y grandes retiradas
Por eso a unas dos d¨¦cadas de sus inicios es menos cierto el impacto de estos nuevos y sus obras en la acogida de la novela que el de los grandes narradores (¡°boomistas¡± y anteriores); que todav¨ªa ocupa el centro de maestr¨ªa en la pr¨¢ctica misma y ante el p¨²blico 2.0. Los reci¨¦n venidos llevan poco m¨¢s de veinte a?os empe?ados en establecerse, en armar una agenda en que su autenticidad personal no se relegue a un segundo plano en la telenovela de la posverdad. Con alguna salvedad, siempre ha sido as¨ª con los integristas de un gremio. Disc¨ªpulos y maestros 2.0 cree necesario examinar entonces el papel mayor de la habitualmente breve vida fructuosa de los libros, aunque algunos literatos reclamen que los ne¨®fitos simplemente replican la posici¨®n que otros grupos de narradores han ocupado. No es as¨ª. Pi¨¦nsese en que el boom dur¨® unos diez a?os, ha cumplido m¨¢s de medio siglo de influencia, a pesar de que los cambios que surgieron de ¨¦l hab¨ªan empezado antes.
De la novela publicada hace m¨¢s de medio siglo las obras con cierta vigencia para un cr¨ªtico angl¨®fono serio (John Brushwood, en 1975) eran Coronaci¨®n, El acoso, Bal¨²m Can¨¢n, Los motivos de Ca¨ªn, La regi¨®n m¨¢s transparente y Los r¨ªos profundos. Recordamos al Donoso posterior y frustrado, al Carpentier sobrevalorado por Harold Bloom, a Rosario Castellanos por precursora, a Fuentes y la Gran Novela Latinoamericana que como otras posteriores se qued¨® en el Gran Borrador, a Arguedas por Vargas Llosa, e ideol¨®gicamente a Jos¨¦ Revueltas. Dicho de otra manera, ese pasado sirve como experiencia de l¨ªmites que enfatiza a los autores, no las experiencias en s¨ª. Maestros y disc¨ªpulos han tenido como misi¨®n cambiar o fragmentar los n¨²cleos, aprendiendo a manejar los intersticios y su ¨¦tica de otra manera. Desde hace una d¨¦cada varias compilaciones cr¨ªticas y ensayos sueltos se han dedicado a proveer historias confusas y aisladas de esos cambios, pero sirven como hilos conductores insuficientes para entender esas negociaciones.
El meollo de esas permutaciones, que tambi¨¦n son b¨²squedas de originalidad en teor¨ªa y pr¨¢ctica, obliga al int¨¦rprete a no distanciarse de la rencilla irresoluta entre maestros o disc¨ªpulos y sus guardianes en un momento de relativismo cultural que tergiversa esos roles, cuando no los rechaza abiertamente. Con el culto al autor y el altar de los que le adoran puestos en perspectiva por los nuevos medios, o porque quedan pocos templos, los nuevos navegan entre varios intereses potencialmente peligrosos, y no es el menor de ellos el cansancio del p¨²blico ante una narrativa que habla de ¡°mi cuarto, mi pareja, mi obra, mi sufrimiento¡±, o que no sabe si Picasso hablaba de artistas malos, buenos, grandes o genios al decir que unos copiaban y otros robaban. Por eso, querer ser ¡°El Se?or Narrador¡± choca con querer ser ¡°El Se?or Rebelde¡±, y varios de los ¡°macondistas¡± o ¡°crackeados¡± examinados participan de esa contradicci¨®n. El culto del autor aficionado o diletante que quiere ser tema candente en los medios sociales se basa en m¨¢s informaci¨®n, opiniones, perspectivas, en m¨¢s de todo; y sin filtros reales, como si no tuvieran fecha de caducidad.
Seg¨²n Bola?o, la nueva literatura latinoamericana viene del miedo de aburguesarse, de estar metido en una oficina o vendiendo baratijas, y del ¡°deseo de respetabilidad, que solo encubre al miedo¡±
Varios temas de la novel¨ªstica actual se deben a preocupaciones poco literarias que complican la depuraci¨®n conceptual y tem¨¢tica de ella, y criticarlos refleja los anhelos y aprensiones de sus autores. Entender a los noveles requiere convocar ¨¢reas laterales porque un subtexto de su historia es integrarse a la tradici¨®n para proveer formas imaginables a su pasado, el caso de Juan Gabriel V¨¢squez, Leonardo Valencia o ?lvaro Enrigue. Disc¨ªpulos y maestros 2.0 muestra c¨®mo se vislumbra esas formas en una cultura literaria; cuando el culto de ¡°lo m¨¢s nuevo de lo nuevo¡± es parte de una convicci¨®n est¨¦tica, no un renovado rechazo del arte burgu¨¦s. Creo, con la cr¨ªtica Amy Hungerford, y su estudio Making Literature Now que la cultura literaria sigue viva pero no es compartida con los que no pueden ganarse la vida por su participaci¨®n en ella, y por eso hay que promover la cooperaci¨®n necesaria para tener un objeto de estudio llamado cultura literaria del tard¨ªo siglo veinte y temprano veintiuno. Cada d¨ªa se ensucia el lenguaje y las ideas, y nadie quiere limpiarlo. Como concluye Claudia Gilman, prefieren dar una nueva capa de pintura sobre lo que ya estaba pintado. Y por supuesto hay que elegir el color de la pintura y ponerle un nombre. Todo eso lleva tiempo y ah¨ª est¨¢n los acad¨¦micos discrepando sobre c¨®mo definir el nombre de la nueva capa de pintura, para hacer un cuadro a lo Jackson Pollock, con tinta china invisible para otros.
No esbozo entonces un canon de una nueva forma; y tejo la din¨¢mica de sus tipos para sopesar teor¨ªas o sistemas predispuestos a construir un canon, consciente de que el problema de esa abstracci¨®n es qu¨¦ obra o libros fetiche se deja o saca, y que no se puede ampliar porque uno nunca sabe exactamente qui¨¦n est¨¢ en ¨¦l. Aparte de sus necesariamente imperfectos dossiers nacionales, entre el 3 de agosto y el 26 de octubre de 2013, y espor¨¢dicamente en sus n¨²meros 1.132 a 1.144, la prescriptora Babelia se dedic¨® a presentar nueve ¡°Nuevos escritores latinoamericanos¡±: Zambra, primus inter pares por su reconocimiento internacional, Rodrigo Hasb¨²n (1981), Selva Almada (1973), la brasile?a Andr¨¦a del Fuego (1975), Luc¨ªa Puenzo (1976), Juli¨¢n Herbert, (1971) Jerem¨ªas Gamboa (1975), Wendy Guerra (1970) y Andr¨¦s Felipe Solano (1977).
De ellos Zambra no necesitaba ni necesitar¨¢ m¨¢s presentaciones. La cubana Guerra y el mexicano Herbert van en muy buen camino, y el resto ¡ªa excepci¨®n de Patricio Pron y unos pocos sudamericanos de la ¡°literatura de los padres y madres¡±¡ª sigue tratando de encontrar su artesan¨ªa, conscientes de que se requiere m¨¢s que promesa y novel¨ªstica ponderativa para comenzar los periplos del reconocimiento literario. Hace unos a?os, conversando sobre autores que faltan o aparecen brevemente aqu¨ª, un colega espa?ol me pregunt¨® si me gustaban las obras que hab¨ªa estudiado hasta entonces; a ¨¦l le parec¨ªa que no. Su interpelaci¨®n me inst¨® a leer autores y obras fuera de mis ideas matrices, en b¨²squeda de puentes no de relevos generacionales, coadyuvado por latinos que escriben en ingl¨¦s y luego son traducidos a dialectos del espa?ol.
Su pregunta tambi¨¦n me condujo a interpretaciones de las que no he aprendido menos de las que siempre son parte de mi tarea cr¨ªtica. Asumo el car¨¢cter pol¨¦mico de mi libro respecto a las novelas y autores que movimientos como McOndo y el Crack y sus desiguales ¡°po¨¦ticas¡± dejan fuera, o cuando analizo su menosprecio de varios inmediatamente anteriores a ellos. No sorprender¨¢ que los procedimientos son similares a la atenci¨®n cr¨ªtica que privilegi¨® al grueso ¡°boomista¡±, supeditando a antecesores y coet¨¢neos (Onetti, Monterroso, Bryce Echenique, Balza, Mutis), o a sucesores inmediatos a ellos, incluidos los Cervantes Pitol, Edwards y Ram¨ªrez. Por los resultados de esas operaciones hay que ser rigurosos con los j¨®venes de lo que llammo la ¡°Generaci¨®n Me gusta¡±, que solo han publicado una novela de ¡°ficci¨®n-m¨®vil¡±, el g¨¦nero que m¨¢s cuenta actualmente al determinar una posteridad en los medios sociales que no suele tener que ver con un talento perdurable.
T¨®mese por ejemplo el testimonio Palabra de Am¨¦rica (2004), que minimiza a antiguos y nuevos solo parcialmente porque, aparte del pr¨®logo de Cabrera Infante (La Voz del Maestro), es un di¨¢logo entre los participantes: Bola?o, Franco, Fres¨¢n, Gamboa, Garc¨¦s, Iwasaki, Mendoza, Padilla, Paz Sold¨¢n, Rivera Garza (la ¨²nica mujer), Iv¨¢n Thays, y Volpi. Tuvieron que portarse bien, como doce ap¨®stoles; aunque Bola?o, hasta hoy el verdadero maestro global entre ellos, rompi¨® con la severidad teol¨®gica. Hasta hoy Fres¨¢n y Volpi (ambos de recepci¨®n irregular) tratan de renegar de cualquier proyecto futuro, ocasionando pol¨¦micas supervivientes, como insidiosos a quienes s¨®lo les consuela la ficci¨®n, no el testimonio que aceptaron promover. Las actas de Palabra de Am¨¦rica muestran que con honrosas excepciones el fuego literario del que habl¨® Vargas Llosa al recibir el Premio R¨®mulo Gallegos se mantendr¨¢ solo con un vigor similar al suyo, o con rebeld¨ªa ante la fama. (Buena parte de la escritura de aquellos es educada y biempensante, como si buscara prebendas o cartas de recomendaci¨®n). Si no estuvieron all¨ª todos los que son, la tasaci¨®n de los presentes se templa con la ausencia, estimable, de varios no invitados.
Si en esa ¨²ltima cena la misoginia no fue propiedad de sus personajes, como no lo es la humillaci¨®n y reificaci¨®n de las mujeres, esa actitud parece seguir siendo un motivo insistente, casi compulsivo para los autores emp¨ªricos, y a veces algo que creen necesario representar. ?Y las mujeres? Su importancia en la novel¨ªstica actual ha dejado de ser un ap¨¦ndice, nota al pie o fuente infinita de victimismo como con Diamela Eltit y otras. Disc¨ªpulos y maestros 2.0 no se dedica a recuperar con cuotas sino a poner en perspectiva y sin correcci¨®n pol¨ªtica el valor literario de, entre otras y las ya mencionadas, Zo¨¦ Vald¨¦s, Mayra Santos Febres, Samantha Schweblin, Almada, Guadalupe Nettel, Rita Indiana Hern¨¢ndez, finalista del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa (este el m¨¢s abierto e implicado de los maestros incuestionables), Pola Oloixarac, Ariana Harwicz, y las mileniales Valeria Luiselli y M¨®nica Ojeda. En ese contexto examino c¨®mo hay que ser ingenuo para creer que la cursiler¨ªa digital, la novelista como actriz, o novelizar la sexualidad para ser filmada siguen funcionando con p¨²blicos que no sean bipolares culturales seudobiling¨¹es.
Disc¨ªpulos y maestros 2.0 no intenta cubrir la historia inacabada de la novela contempor¨¢nea. Teniendo en cuenta que otro hilo es la conexi¨®n cultural con la Espa?a actual y la recuperaci¨®n que llevan a cabo sus editoriales, se puede decir que la nueva palabra de Am¨¦rica est¨¢ m¨¢s en Aira, Zambra, Abad Faciolince, Indiana, el argentino Guillermo Mart¨ªnez; los mexicanos Daniel Sada y Enrique Serna; el peruano Jorge Eduardo Benavides, el venezolano Juan Carlos Chirinos, el mexicano Juan Pablo Villalobos (radicados en Espa?a, donde pocos toman la inmigraci¨®n o la violencia del narcotr¨¢fico como tema principal); el puertorrique?o Eduardo Lalo y el ecuatoriano Valencia; y menos en Mario Bellatin u otros autores del Cono Sur. En otra fase que revela la vitalidad de la identidad y cultura popular caribe?as despu¨¦s de Luis Rafael S¨¢nchez la palabra americana est¨¢ en Santos Febres y su recuperaci¨®n de la rica veta afroantillana, y en grado irresoluto en el dominicano Pedro Antonio Valdez.
Seg¨²n Bola?o, la nueva literatura latinoamericana viene del miedo de aburguesarse, de estar metido en una oficina o vendiendo baratijas, y del ¡°deseo de respetabilidad, que solo encubre al miedo¡±. Bola?o exageraba, y lo importante es que siempre tuvo el valor de ¡°joder la paciencia¡±. Gusta creer que el reconocimiento del valor cultural de una narrativa es intuitivo, pero no gusta pensar que ese valor requiere intermediarios para irrumpir. Penguin Random House, Anagrama, Seix Barral, Lengua de Trapo, el recuperar autores relegados, infravalorados, de generaciones intermedias y algunos nuevos por F¨®rcola, las novedades de P¨¢ginas de Espuma y Sexto Piso, la europe¨ªsta Eterna Cadencia, las apuestas de Perif¨¦rica, La Pereza Ediciones en Miami, y otras son partes desiguales de una sub-econom¨ªa de intercambio. Esta tiene como mediadores o prescriptores a agentes, archivos, ¡°blogueros¡±, concursos, cr¨ªticos estrella, entrevistas, est¨¦ticas, fundaciones, homenajes, libreros, alg¨²n mecenas, ¡°onegeros¡±, prensa culturales, rese?adores, revistas, talleres de escritura, tema candente, traductores y redes sociales; y en un estadio no menor el impulso profesoral de corregir. Disc¨ªpulos y maestros 2.0 se ocupa de esos cruces, de los que los promulgan, y de sus avatares ¨¦ticos.
Publico este libro despu¨¦s de The Contemporary Spanish-American Novel: Bola?o and After (2013), que compil¨¦ con Juan de Castro y Nicholas Birns. Sus sesenta y nueve ensayos profundizan sobre novelistas, y discutootros m¨¢s aqu¨ª, matizando ese tipo de anticanon con lecturas hispanoamericanas contextualizadas por otras (principalmente angl¨®fonas y francesas). Mi registro no es total; m¨¢s bien, se?ala avances y tendencias, porque las novedades enga?osas no seducen, y es preferible el buen sentido cr¨ªtico a un abstruso entusiasmo desenfrenado. Los acad¨¦micos posestructuralistas entienden que la investigaci¨®n no es conocimiento, sino puro ¡°orden del discurso¡±, y por ah¨ª mueven las cuerdas de lo que est¨¢ bien decir y lo que no; y en lo importante, en lo que justifica la tarea, hacen poco y nada. No me preocupo por ende de quejas hipersensibles de alguna Sociedad para la Prevenci¨®n de la Crueldad contra Novelistas, o alguna Escuela de Comando Cr¨ªtico Antiimperialista que quiere m¨¢s compromiso, (como si escribir no lo fuera), sino de conexiones y facetas desatendidas, de dialogar con los que no piensan como yo.
Los posibles maestros 2.0 tienen en potencia la aptitud para transmitir h¨¢bitos cognitivos, ideas y m¨¦todos. Pero varios siguen siendo disc¨ªpulos 2.0 que no aceptan las preguntas y percepciones de anta?o con la elegancia de sus antiguos maestros. De esa actitud surgen tramas de desigualdad y poder, de legitimaci¨®n y autoridad, libertad y coacci¨®n, creatividad y conformismo, socializaci¨®n y b¨²squeda de alguna verdad, de congelamiento entre el pasado del que no se pueden deshacer y el futuro que no logran abrazar. Esas ambig¨¹edades hacen de la novela hispanoamericana actual un documento viviente que crea plataformas est¨¦ticas y pol¨ªticas lo suficientemente amplias como para darles a futuras generaciones laxitud para tomar decisiones. Es bueno que esos choques se conviertan en literatura, y motiven preguntar por qu¨¦ algunos maestros buscan disc¨ªpulos o por qu¨¦ algunos nuevos quieren ser seguidores; cuando algunos de estos ser¨¢n los maestros del futuro, y los que les siguen los ver¨¢n como tienda de antig¨¹edades. Ya que estos contextos ayudan a definir qu¨¦ es la cultura de la novela, y a separar la paja del heno, la mejor opci¨®n es seguir ley¨¦ndolos.
* Versi¨®n del Pre¨¢mbulo del libro de Corral Disc¨ªpulos y maestros 2.0: Novela hispanoamericana hoy, que la editorial Iberoamericana-Vervuert publicar¨¢ pr¨®ximamente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.