Re¨ªr en un mundo de s¨¢dicos
El dibujante y escritor Roland Topor dio rienda suelta a su estilo hilarante y cruel en una colecci¨®n de relatos poblados por personajes insoportables a la manera de Sade
Nuestra cultura, nuestro mundo, deben m¨¢s a Donatien Alphonse Fran?ois de Sade, llamado el Marqu¨¦s, que a algunos de sus contempor¨¢neos, pero no hay ning¨²n parque, ninguna escuela con su nombre; algo en su obra sigue result¨¢ndonos insoportable pese a que sus placeres son ya los nuestros (y del melifluo Christian Grey) y a que im¨¢genes como las de Abu Ghraib y los v¨ªdeos del ISIS forman parte de nuestro paisaje visual desde hace a?os.
Acerca de lo ¡°insoportable¡± en Sade se explayaron los surrealistas, pero la literatura de la crueldad que fund¨® el Marqu¨¦s (y a la que Andr¨¦ Breton dedic¨® su espl¨¦ndida Antolog¨ªa del humor negro) es m¨¢s amplia y tiene en Roland Topor a uno de sus referentes. Topor (1938-1997) fue un misterio incluso para sus m¨¢s cercanos, incluyendo al escritor y dibujante Fran?ois Cavanna, quien admiti¨® no recordar c¨®mo era que este hab¨ªa llegado a Hara-Kiri, la revista ¡°tonta y mala¡± antecedente de Charlie Hebdo de la que fue portadista habitual y uno de los principales autores.
Topor y Hara-Kiri estaban condenados a encontrarse, en alg¨²n sentido: los personajes monstruosos y torturados que public¨® en la revista a lo largo de la d¨¦cada de 1960 eran una declaraci¨®n de intenciones en torno al humor abanderado por la publicaci¨®n, que parec¨ªa provenir de los p¨¢ramos sombr¨ªos y desolados que constituyen el fondo m¨¢s habitual de sus ilustraciones. Topor era el m¨¢s sutil de los (muy poco sutiles) dibujantes de la revista, y sus creaciones tend¨ªan al acertijo. Al igual que Sade y que Guillaume Apollinaire, y como los surrealistas (igual que el Ops de Andr¨¦s R¨¢bago, El Roto), se limitaba a levantar acta de una existencia cruel y absurda que, a diferencia de los anteriores, sin embargo, no se tomaba demasiado en serio.
Topor fue principalmente un humorista; es decir, alguien que narra el horror sin pretender tomar posici¨®n en torno a ¨¦l ni creerlo susceptible de enmienda. Su primera novela, El quim¨¦rico inquilino, es, en ese sentido, y dependiendo de c¨®mo se la lea, uno de los textos m¨¢s graciosos o m¨¢s terribles que sea dado encontrar: la historia del atildado Trel?kovsky, el joven parisiense que alquila un apartamento en la calle de Pyr¨¦n¨¦es y se vuelve loco o es conducido a la locura por sus vecinos (que Roman Polanski llev¨® al cine en 1976), pone de manifiesto algunas de las caracter¨ªsticas m¨¢s notables de su estilo, como una aparente simplicidad narrativa que disimula la complejidad de los personajes, la transparencia que no revela su fondo y la perplejidad inducida en el lector, que es incapaz de determinar si lo que se le cuenta debe hacerle re¨ªr o no. Fernando Arrabal, con quien Topor fund¨® en 1962 el Grupo P¨¢nico junto a Alejandro Jodorowsky, sostuvo acertadamente que, en su obra, ¡°el humor es el puente que se tiende entre la realidad cotidiana y el sue?o maravilloso, el horror y la risa¡±.
Esa obra, compuesta por ¨¢lbumes gr¨¢ficos, ilustraciones para libros de Lawrence Durrell, Anatole France y Tolst¨®i, filmes de los que fue guionista y en ocasiones actor, obras de teatro y ¨®peras, canciones y libros de narrativa (La cocina can¨ªbal, Acostarse con la reina, Memorias de un viejo gilipollas), es hilarante e inclasificable. De ello dan buena cuenta los relatos reunidos en El par de senos m¨¢s bello del mundo, en los que los matrimonios comienzan y terminan como bromas, la muerte recorre las fiestas parisienses como una socialit¨¦ m¨¢s, los magnetizadores abundan en las exhibiciones de pintura y los coches pueden contagiarse el sida mediante el contacto con otro veh¨ªculo.
Se trata de piezas breves, a menudo bajo la apariencia de un recuerdo no especialmente significativo o de un di¨¢logo; m¨¢s frecuentemente, sin embargo, los relatos de Topor se presentan como noticias period¨ªsticas, y es en esas ocasiones en las que, en el contraste entre la rigidez del g¨¦nero y la plasticidad de su imaginaci¨®n, Topor obtiene sus mejores resultados; son noticias monstruosas: los dentistas tienen mal aliento porque cepillarse los dientes los da?a, Hollywood disimula su habitual falta de ideas produciendo filmes en los que los actores est¨¢n borrachos desde el comienzo del rodaje, la Gran Orquesta Gastron¨®mica de Par¨ªs interpreta su Sinfon¨ªa para biscotes, platos en salsa y huesos con tu¨¦tano, estalla el esc¨¢ndalo cuando se descubre que los farmac¨¦uticos franceses trafican con la orina de sus clientes, etc¨¦tera.
Topor es particularmente cruel con quienes ejercen oficios art¨ªsticos, los burgueses bohemios a los que ¨¦l (y su p¨²blico) pertenec¨ªan. Pero su s¨¢tira no se limit¨® al cuestionamiento de un milieu: El par de senos m¨¢s bellos del mundo est¨¢ habitado por monjas enamoradas del Papa, idiotas que fingen ser Dios, guionistas alcoh¨®licos que se enfrentan hasta la muerte, mancos, funcionarios coloniales paranoicos, escritores acosados por su musa¡ Ninguno de ellos obtiene piedad alguna por parte del autor: al igual que en Sade, en Topor hay algo insoportable que tal vez sea la certeza de que nuestra civilizaci¨®n s¨®lo es una forma de barbarie, algo que el dibujante y escritor intuy¨® a edad temprana: hijo de jud¨ªos polacos huidos a Francia, Topor debi¨® esconderse con sus padres durante la ocupaci¨®n alemana, y el temor a la deportaci¨®n y al asesinato son el verdadero origen de su obra.
El par de senos m¨¢s bello del mundo. Roland Topor. Traducci¨®n de Diego Luis Sanrom¨¢n. Pepitas de Calabaza, 2019. 240 p¨¢ginas. 19,50 euros.
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