David de Miranda entusiasm¨® a Las Ventas
El onubense cort¨® dos orejas y sali¨® por la Puerta grande, mientras que Paco Ure?a, en su reaparici¨®n en Las Ventas, consigui¨® una
Domecq/El Juli, Ure?a, De Miranda
Toros de Juan Pedro Domecq ¡ªel cuarto, devuelto¡ª, bien presentados, astifinos, mansos, inv¨¢lidos y nobles. Destac¨® el sexto por su movilidad. Sobrero de Luis Algarra, manso y descastado.
El Juli: pinchazo y tres descabellos (silencio); dos pinchazos y estocada ca¨ªda ¡ªaviso¡ª (silencio).
Paco Ure?a: pinchazo y estocada (vuelta); ¡ªaviso¡ª estocada (oreja). David de Miranda, que confirm¨® la alternativa: pinchazo hondo (silencio); estocada (dos orejas). Sali¨® a hombros por la Puerta grande.
Plaza de Las Ventas, 24 de mayo. Und¨¦cima corrida de feria. Lleno de "no hay billetes" (23.624 espectadores, seg¨²n la empresa). Asisti¨® el rey em¨¦rito don Juan Carlos, que estuvo acompa?ado por Enrique Ponce.
El joven onubense David de Miranda entusiasm¨® a todos y sali¨® a hombros por la Puerta grande. Aprovech¨® las buenas condiciones del sexto, el mejor toro del encierro, y dibuj¨® una faena emocionant¨ªsima, basada en una gracia profunda, en la creatividad y el embrujo de un torero nuevo y sorprendente. Fueron cinco tandas; dos con la mano izquierda, hondas y hermosas, ligadas en una demostraci¨®n de naturalidad, buen gusto, aroma, clase, y estilo.
Poco conocido por estos lares, confirmante de alternativa, se present¨® en la corte como un torero valiente, menudo y artista. Su saludo por ajustadas saltilleras en el quite a su primero fue una aceptable carta de bienvenida. Se fue al centro del ruedo con la muleta y all¨ª, en lucha sin cuartel contra el viento, recet¨® unos estatuarios de categor¨ªa mientras el enga?o volaba a su antojo. Hubo poco m¨¢s porque su oponente carec¨ªa de los aditamentos propios de la casta brava, pero qued¨® patente que es torero de buen corte, que tiene hechuras de artista y es valiente. Ante el ¨²ltimo confirm¨® todas sus credenciales con sobresaliente nota.
Cuando Paco Ure?a se perfil¨® para entrar a matar a su primer toro, la plaza de las Ventas guard¨® el silencio reservado para los grandes momentos. El torero se levant¨® sobre los talones, la mirada fija en el morrillo del animal, y los tendidos, al un¨ªsono, empujaron como una sola persona para que la espada entrara hasta la bola. Pero un ¡°?oh¡!¡± colectivo de triste decepci¨®n se escuch¨® cuando el acero encontr¨® hueso y el posible trofeo que el murciano ten¨ªa ganado se esfum¨®.
La corrida de hoy
Toros de Pedraza de Yeltes para Octavio Chac¨®n, Javier Cort¨¦s y Juan Leal.
No fue la vuelta al ruedo un regalo al hijo pr¨®digo, querido, eso s¨ª, pero apartado de los ruedos durante meses por una lesi¨®n irreversible y tambi¨¦n admirado por su compromiso y su torer¨ªa tantas veces demostrada ante esta afici¨®n. No era un regalo, sino el justo premio a una actuaci¨®n que encerr¨® destellos de alta escuela. Recibi¨® al toro con cinco ver¨®nicas y una media que supieron a gloria, templadas, sentidas y emotivas. Brind¨® al p¨²blico y comenz¨® por bajo con un par de muletazos largos y un pase de pecho de pit¨®n a rabo que auguraban faena grande.
Hab¨ªa poco toro, ciertamente, pero s¨ª un torero henchido de ilusi¨®n. Situado en el terreno justo, protagoniz¨® momentos estelares de torer¨ªa por ambas manos, especialmente tres naturales bell¨ªsimos que entusiasmaron con raz¨®n a la parroquia. No hubo faena grande, probablemente porque el toro lo impidi¨®, pero quedaba el regusto de la vuelta so?ada por un torero merecedor de mejor suerte. El pinchazo del ¡°?oh¡!¡± lo desluci¨® todo, pero qued¨® la ¨ªntima alegr¨ªa de la vuelta a la vida de un buen torero que merece el triunfo que con tanto ardor persigue a pesar del infortunio.
Su faena al quinto, de tan escasa condici¨®n como sus hermanos, fue larga y tambi¨¦n una lecci¨®n de torer¨ªa arduamente trabajada, de catedr¨¢tico seguro y templado. Consigui¨® embeber al toro en la muleta y traz¨® naturales y derechazos que fueron verdaderos carteles de toros. Unas garbosas manoletinas y una buena estocada dieron paso a una merecida oreja en el c¨®mputo general de una tarde que ojal¨¢ le devuelva la confianza perdida.
El Juli no tuvo suerte con su lote. Su primero, una birria, y la compa?¨ªa furiosa y desasosegante del viento, y el cuarto, un sobrero de Luis Algarra, de corto recorrido y escasa condici¨®n brava. En el primero, s¨ª, hubo un momento de alto voltaje. Sali¨® en el quite Ure?a y capote¨® por ce?idas gaoneras, y le respondi¨® el se?or Juli¨¢n con unas apretadas chicuelinas.
El festejo tuvo un visitante, un enemigo siempre inoportuno e indeseable, el viento, que quiso arrasar con todo. Primero, con los sue?os juveniles de un chaval, David de Miranda, al que le ha costado dios y ayuda llegar hasta aqu¨ª a causa de una grave lesi¨®n; con el deseo de El Juli de afianzar en plaza tan importante su condici¨®n de figura y con las ilusiones de Paco Ure?a, que reaparec¨ªa en Madrid tras perder el ojo izquierdo en la feria septembrina de Albacete.
Y el viento, que molest¨® una barbaridad y convirti¨® los enga?os en banderas al aire, tuvo un compa?ero para acabar con la esperanza de todos: el toro de Juan Pedro Domecq, el artista sin fortaleza, sin casta, sin raza¡ El animal birrioso que es incapaz de explicar por s¨ª mismo la raz¨®n del amor eterno que le profesan las figuras; quiz¨¢, qui¨¦n sabe, porque son corderos y solo se parecen al toro bravo en el color de la piel.
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